miércoles, 12 de diciembre de 2012

Los fierros judiciales de Margarita Belén


El 13 de diciembre de 1976 la dictadura cívico militar ejecutó en la provincia del Chaco  la Masacre de Margarita Belén.   
Allí fueron fusilados, luego de ser salvajemente torturados, más de veinte militantes peronistas.      
El testimonio de ex presos políticos sobrevivientes, posibilitó que fueran juzgados y condenados la mayoría de los ex militares y civiles responsables directos de esa tragedia.
Se sabe mucho de los militares que participaron; pero no tanto de los funcionarios judiciales que, a modo de “campanas” de la banda criminal, encubrieron las huellas de la  Masacre. 
Ese modus operandi de la corporación judicial en el terrorismo de estado, esa complicidad de jueces, fiscales y secretarios con los genocidas, ese olor pestilente a impunidad y muerte que aún despiden los pasillos tribunalicios, es lo que hoy se sienta ante el banquillo de los acusados de una sociedad que no sale de su estupor e indignidad por el fallo absolutorio de la justicia tucumana en el caso Marita Verón.
Los jueces de la impunidad no bajaron de los barcos.
Bajaron de los restos del naufragio de la dictadura.
Decir que fueron nombrados por la dictadura no alcanza sino se agrega que fueron parte de ella.
Los testimonios en los juicios por delitos de lesa humanidad abundan en pruebas al respecto.
Allí está la imagen del ex juez Córdoba, el ex fiscal Mazzoni, el ex secretario Flores Leyes y el ex prosecretario Reska del juzgado federal de Resistencia, compartiendo un asado con los asesinos que festejaban su crimen en el mismo lugar de la Masacre, horas después de la matanza.
Si hay una pintura impresionista de la impunidad judicial es esa: un juez y sus auxiliares masticando carne asada al lado de los cadáveres aún calientes de los fusilados. 
Y hasta aquí llegamos.
Con una corporación de jueces que reciben dádivas y fallan a favor del monopolio más poderoso de la comunicación. Y que después de recibir el repudio masivo de una Plaza de Mayo llena de memoria, verdad y justicia, produce este fallo en Tucumán.
De nada valieron las docenas de testigos que declararon haber visto a Marita prisionera de una red de tratas.
De nada valió el testimonio de esa digna y ejemplar madre que es Susana Trimarco.
De nada valió la actitud de 200 magistrados que salieron al ruedo a decir que la justicia debe independizarse del poder económico y volver a amistarse con la ciudadanía.
De nada valió la palabra de la Presidenta de los 40 millones de argentinos.
Cierran los ojos ante las víctimas, mientras firman la absolución de los delincuentes.  
La cría judicial de la dictadura sólo será derrotada con más y mejor democracia.
Que sea pronto.    

El Argentino, jueves 13 de diciembre de 2012
 

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