Por mucho
menos que esta furia mediática opositora desatada contra el gobierno y mucho
menos que este asedio a nuestra soberanía ejecutado por los fondos buitres, cualquier
otro gobierno ya hubiese tirado la toalla en señal de abandono y rendición.
Pero este
gobierno pelea como Maravilla Martínez, hasta con una mano astillada.
La energía negativa
acumulada y desatada contra Cristina Fernández de Kirchner durante el mes de
noviembre por parte de distintas y poderosas corporaciones, concentró como pocas veces en la historia un
poder de fuego tan voluminoso.
Se viene de
afrontar duras batallas políticas contra el proyecto de país inclusivo iniciado
por Néstor Kirchner en el 2003. Y con distintas variantes, todas fueron
batallas victoriosas para el proyecto
nacional, popular y democrático.
Con el solo
fin de enunciarlas brevemente para el debe y el haber de la memoria colectiva,
anotamos: el acoso de Bush y el imperio en favor del ALCA. El acoso del FMI por
la deuda externa. El acoso permanente de los grandes medios de comunicación. El
conflicto con la patronal rural por la 125.
Y la lista sigue.
Pero nunca
como ahora tronaron tan poderosamente y en un mismo lapso, todos los cañones
del odio y el desánimo.
Allí está
el levantamiento de gendarmes y prefectos. Allí están los cacerolazos del 13 de
setiembre y del 8 de noviembre. Allí está el paro sindical, cortes de rutas y
caminos mediante, del 20 de noviembre. Allí está el Grupo Clarín denunciando
penalmente a periodistas, funcionarios y legisladores. Allí está el fallo del
juez Griesa. Allí está la Fragata Libertad amarrada ilegalmente en el puerto de
Ghana. Allí están los opositores cumpliendo dócilmente con la agenda que le
dicta la tapa de Clarín. Allí está el documento de la jerarquía eclesiástica a
manera de dogma opositor.
Imaginemos
por un instante que observamos todas estas maniobras desde un mirador
panorámico.
Llegaríamos
a la conclusión que todas fueron partes de un mismo dispositivo estratégico que
las abarcaba y que mientras el comando de esa estrategia ordenaba poner rodilla
en tierra a los opositores y les corregía la mira contra el gobierno nacional,
en el apuro fueron tan lejos que tuvieron que recular algunos metros en su
posición.
No tanto, para
no desvirtuar sus fines. Apenas unos metros.
Esta vez
apuntaron directamente contra la soberanía y contra uno de los muelles
intocables de la democracia, como es la libertad de expresión.
Los que no
pudieron retroceder a tiempo y por tanto quedaron desguarnecidos ante la
historia, son los opositores políticos.
¿Acaso no
era el momento de ofrecer una tregua en su condición beligerante de
confrontación y ofrecer su corazón a la patria sabiendo que estaban siendo
atacadas, nada más y nada menos, que la soberanía y la democracia?
¿Acaso no
hubieran crecido en la consideración social si al menos suspendían por un
momento sus inquinas contra el gobierno y aunaran fuerzas junto a él para
repudiar el fallo de Griesa, el amarre de nuestra Fragata y el ataque a los
periodistas?
¿Acaso no
pensaron que hubiese sido toda una muestra de civilidad estar presentes
solidariamente el día que Roberto Caballero, Sandra Russo, Javier Vicente y
otros comunicadores concurrieron invitados al Congreso de la Nación?
¿Acaso no
caen en la cuenta del triste papel que ofrecen mostrándose en TN, mezclados
todos ellos en un mismo lodo con tal de cumplir con la letra que les da
Magneto, solidarios con los poderosos, repitiendo la teoría de los dos demonios
en clave de “gobierno versus Clarín”?
Quedaron a
la intemperie de cualquier cobijo legítimo de la democracia. Y de esa ignominia no se vuelve fácilmente.
Nadie
inventa nada en esta historia que venimos construyendo desde hace doscientos
años.
Hay muchos
antecedentes. Contemos uno que es muy ilustrativo.
Se dice que
en los buques de guerra de la flota anglo-francesa que combatieron contra las
tropas criollas comandadas por el General Lucio Mansilla en Vuelta de
Obligado, en tiempos de don Juan Manuel
de Rosas, había argentinos a bordo de los buques enemigos. Eran unitarios
colaboracionistas, digámoslo así.
Pero poco
se recuerda que esa afrenta a nuestra soberanía, estallada el 20 de noviembre
de 1845, había iniciado su avance 8 años antes, a fines de 1837 y principios de
1838 con el bloqueo de la flota francesa al Río de la Plata.
Con
distintos pretextos las potencias europeas intentaban quebrar la idea de Nación
soberana en este lugar del mundo. Contaron para tal empresa con los opositores
a Rosas que para entonces conformaron un movimiento llamado “Comisión
Argentina”.
Lo
integraban conocidos dirigentes unitarios como Salvador María del Carril,
Florencio Varela y Valentín Alsina, entre otros. Sin pudor patriótico alguno,
entablaron una alianza con los extranjeros con el fin de derrocar al gobierno
argentino.
En su
monumental obra, Vida de San Martín, Norberto Galasso publica esta carta del
General San Martín a Guido con motivo del bloqueo: “Este injusto bloqueo no me
causaría tanto cuidado, si entre nuestros compatriotas hubiera más unión y
patriotismo que el que en realidad existe; pero con los elementos tan
discordantes de que se compone nuestro país, temo mucho que el gobierno no
pueda sostener con energía el honor nacional…”
En carta a
Rosas, el Libertador dirá: “Pero lo que no puedo concebir es que haya
americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para
humillar a su Patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en
tiempo de la dominación española, una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer
desaparecer”.
Todos
venimos de esos vientos.
Algunos nos
reconocemos en la Vuelta de Obligado peleando por la patria y otros se
reconocen, concientes o no, vivando a “los libertadores” de la flota enemiga.
Es que identificarse
con la cuestión nacional no es una abstracción de pacotilla. Es una forma de
vivir y de sentirse argentino.
El 7D
alumbrará un mejor país para todos.
Y el 9 de
diciembre el pueblo saldrá a las calles para acunarlo en sus brazos.
Miradas al Sur, domingo 2 de diciembre de 2012
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