*Jorge Giles
Estamos
todos avisados.
La derecha
está en operaciones. En América Latina y en el mundo entero.
Saquea y
reprime en España, Portugal y Grecia. Golpeó en Honduras, Ecuador y Paraguay.
Atenta en Colombia y Venezuela. Amenaza en Brasil, Uruguay y en la Argentina.
Para ser
más claro: los caceroleros que hoy protestan contra Cristina, los que amenazan
de muerte a Guillermo Moreno y los que dieron vergüenza con sus preguntas en
Harvard, esa mezcla de derecha
organizada y pavotes útiles, concientes o inconcientemente son parte de la
operación y cómplices de la asociación ilícita de la banda de espías conducida
por el Tata Yofre e integrada por el periodista de La Nación, Carlos Pagni y
por ex servicios de inteligencia devenidos en fisgones de intimidades ajenas.
La nave
insignia de esta flota destituyente sigue siendo el Grupo Clarín. Y han puesto
proa contra la justicia y contra la democracia, negándose a cumplir con la ley
de Medios el próximo 7 de diciembre.
El 7 D que
le dicen.
Esta vez,
con todas las máscaras caídas, no hay lugar para el análisis psicologista y
bien intencionado por comprender “el enojo” de una “clase media”, que no es tal.
Es tan
funcional a esa derecha caer en el juego de la provocación violenta, como ser
paternalista y compasivo con los violentos que se manifiestan.
La clase
media, sin comillas ni entreveros sociológicos sino con buena leche en serio,
se siente parte de este proyecto de país que lidera Cristina.
A ver si
nos entendemos.
El consumo
de las mayorías, todo bien. Con el turismo, los restaurantes a pleno, los
comercios de prendas a lleno, las escapadas al exterior y al interior, los créditos
para viviendas y la creciente venta de herramientas y maquinarias para la producción;
es lo que compartimos, con sus desniveles, entre todos los sectores sociales.
Los
laburantes, los empresarios, todos.
Pero la que
consume un poquito y algo más, es nuestra orgullosa clase media.
La que
llena teatros y cines, la que defiende los derechos humanos y la escuela
pública y la Universidad nacional.
Magneto
advirtió este dato y por eso va por ella. La seduce, la babosea, la invita a
comer, a bailar y a mirar TN día y noche. Y la llena de miedos.
Pero así
como dispara a granel, la derecha tiene blancos selectivos.
Alguna vez
fue Miguel Miranda, otra fue José Ber Gelbard y otra, Bernardo Grinspun.
Esta vez es
Guillermo Moreno la presa elegida para disparar a mansalva.
Sólo que esta
vez no podrán. Hay suficiente hilo en el carretel nacional y popular.
Piedra
libre, Clarín.
Esa
derecha, mientras no tenga partidos serios y representativos, está en
problemas, imposibles de resolver en un país que asumió para siempre su
vigencia democrática.
Tendrían
que tumbar las instituciones republicanas, incendiar las praderas, llenar las
calles de cacerolas violentas, golpear las puertas de los cuarteles hoy
desiertos de golpistas, desatar rebeliones a favor del dólar libre y el
enfriamiento de la economía.
No les
duele la inflación ni la inseguridad ni la falta de conferencias de prensa.
Les duele
la mayor igualdad e inclusión social.
La cercanía
irremediable del 7 D desató la contraofensiva.
Vale
repasar lo que venimos diciendo desde que nos liberamos del cepo informativo que
ejerció Clarín durante medio siglo: el monopolio de Magneto no es la expresión
mediática del viejo poder económico concentrado; es el mismo viejo poder
envuelto en papel prensa.
Y este
gobierno les dijo, nones.
A ellos, a
Moyano, a los patrones rurales de Biolcati y Buzzi, al ALCA, al FMI y a todo
aquel que arriesgue desconocer la patria soberana que recuperamos desde el
2003.
Cristina,
con altura de estadista, viene de clavar la pica allí donde debía: en la
capital de la última potencia imperialista. Habló en la ONU, en la Universidad
de Georgetown, en Harvard y en todo lugar donde pudo hacerlo, para reafirmar el
rumbo que construye esta Argentina.
Fue el
mismo mensaje para colonialistas y colonizados.
La raya
está trazada.
“Entre esos
tipos y yo hay algo personal”, diría el Nano Serrat manifestando con los
indignados en Madrid y en Barcelona.
Después
están los otros, los que se rasgan las vestiduras con aires de “centristas”. A
ellos habrá que decirles que si el kirchnerismo hubiese entrado en el juego de
la confrontación, este país volaría por el aire. Y que si reina la paz social es
precisamente porque el medio, el centro, el eje de esta ecuación es el
kirchnerismo que no pisa el palito de la provocación.
Saber quién
es quién en esta etapa es una conquista revolucionaria para una sociedad como
la nuestra, que venía fatigada de repetir ese eterno ciclo entre rebeldía y
resignación.
Ahora sabemos
quién es Magneto. Sabemos quiénes son los genocidas militares y civiles.
Sabemos
quiénes son los intereses que mueven los cacerolazos.
Y eso sirve
para que la democracia actúe como debe hacerlo.
Esta
verdad, casi de Perogrullo, tendría que evitarnos caer en esa actitud
contemplativa sobre las fuerzas oscuras que se mueven.
Que nadie
tema nada, porque endurecer la bondad no es actuar en espejo con los violentos.
Es caracterizar correctamente la realidad. Es saber que no hay rebelión de “la
clase media”. Hay rebelión ilegal del monopolio mediático y de la infantería de
espías y tahúres que agitan las aguas para ver si pescan algo.
¿Cuál es la
táctica y la estrategia a seguir por los sectores democráticos?
Esa es la
reflexión que nos corresponde hacer a todos.
Deberíamos
empezar por evitar la fragmentación en cualquier análisis de coyuntura; porque cuando en tiempo y espacio se juntan
diez factores a la vez, ya no hay casualidades sino causalidades.
No hay
espontaneismos. Hay una operación de agitación en marcha. Atacan para
defenderse. Pero están en retirada. Y eso hay que saberlo apreciar
responsablemente.
Es otro
hito en 200 años de historia: el proyecto nacional y popular avanza con el
poder del Estado, lo sabe gestionar y utilizar como corresponde, tiene un
liderazgo claro en Cristina y cuenta con el pueblo.
Que es lo
mejor que tenemos.
Miradas al sur, domingo 30 de septiembre de
2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario