Nos
acercamos vertiginosamente a un nuevo punto de resolución en la pugna de los
modelos que disputan el sentido común de la sociedad.
De un lado
la ampliación de derechos; del otro, el monopolio y la censura.
El que
afloja, pierde.
La derecha
lo advirtió hace tiempo y salió desesperada a juntar los porotos necesarios
para impedir que continúe el avance nacional y popular.
Saben que
les será difícil ganar elecciones, pero al menos intentarán demorar el proceso
de cambio que se ha instalado en el país y en la región.
Tienen
varios inconvenientes y algunos sobresalen. A saber:
Los sujetos
que representan el modelo de exclusión son sujetos vetustos. No hay renovación
de cuadros en sus filas. No hay ideas nuevas. No hay proyectos que seduzcan a
una sociedad que aprendió a soñar en estos últimos años.
Por eso el
miedo es su única táctica y su principal estrategia.
El Grupo
Clarín sabe mucho de esto.
Tiran hacia
atrás permanentemente, difamando en cada circunstancia; bailando torpemente,
con zapatones o con tacos altos, un ballet que, por su música y sus pasos, está
compuesto y dirigido por ese Peronismo kirchnerista al que tanto desprecian.
Las últimas
medidas de Mauricio Macri, el “0800 Buchón” y la sanción a los docentes de una
escuela por ejercer el digno oficio de pensar y expresarse, no son medidas
aisladas ni resoluciones tomadas al azar ni conductas alocadas de un grupo que
no entiende nada.
Por el
contrario, esa es la política de la derecha. Esa es su ideología. Esa es su
conducta histórica. Así son y así gobiernan.
Entonces, el
tono dramático de la situación no se expresa porque lo hizo el PRO, sino por el
daño que pretenden causar a una sociedad que empieza a naturalizar la democracia
inclusiva de la que hoy goza.
Las
respuestas masivas de la comunidad educativa y de distintos sectores contra las
medidas represivas en la Ciudad de Buenos Aires, son una clara advertencia a
tiempo para todo el mundo: de las conquistas políticas, culturales, institucionales
alcanzadas desde el 2003 a esta parte, ya no se vuelve sin conflicto social.
De un gran
amor, nunca se vuelve.
La derecha
lo sabe, pero prefiere el conflicto antes que se consolide un nuevo sentido
común en el inconciente colectivo.
O sea. Antes
que perder definitivamente la batalla cultural que se viene librando.
Esa
oposición al Kirchnerismo, en sus distintas gamas, no tiene nada superador al
gobierno de Macri para ofrecer al electorado.
Con el
legítimo y profundo desprecio que provoca el macrismo con estas medidas, hay que admitir sin embargo, que hay una feta
social que piensa y actúa como Macri. Se manifiesta de a ratos. En los muros de
las redes sociales, por ejemplo, esa derecha da rienda suelta a sus instintos
represivos con un retorcimiento más propio de la Edad Media que del siglo XXI.
Están allí,
conviven entre nosotros. Y a ese sector descabezado, esta rejuntada de Macri,
De la Sota, De Narváez, Duhalde, Moyano, Biolcati y otras personalidades de
igual catadura, busca representar.
Para lograrlo
tienen que hablarle claramente sobre sus intenciones. Pero al hacerlo, se
achican el espacio por el otro costado. Ellos, la antítesis del modelo de país
inclusivo, están por primera vez en una encrucijada: No tienen votos ni tienen
cuarteles.
Y Paris ya
no es una fiesta.
A la
“izquierda” de este dispositivo de la derecha más rancia, no faltarán las voces
de alguna progresía aportando lo suyo.
Como lo que
abunda no daña, hay que decir que este punto de bifurcación histórico se
explica por una razón principal: por primera vez en democracia, un gobierno
nacional, un proyecto político, un pueblo, una nueva generación de militantes,
se ha decidido a enfrentar el poder económico concentrado en su más alta
expresión: el monopolio mediático. Y lo hace gestionando el día a día en los
asuntos cotidianos de la gente común, pero también proyectando y construyendo
obras de gran porte con fierros, cemento, ladrillos, un Polo Audiovisual y
Cinematográfico, una YPF que marcha decidida a ser tan o más poderosa como lo
fuera nunca, una Aerolíneas Argentinas que se ubicó entre las primeras a nivel
mundial, rutas y viviendas, que cuida la producción y el empleo con medidas
económicas y encima, dicen que van por más.
Así, el
modelo de crecimiento argentino se da de bruces contra las intenciones de la
red internacional financiera que está saqueando el mundo. No sólo porque no le
abre las puertas al activo sucio que desparrama la crisis provocada por los
organismos que están haciendo estragos en Europa y van ahora por el asalto
final en los Estados Unidos, sino porque se atrevió a construir una alternativa
diametralmente opuesta a la del FMI y sus asociados.
Ahora bien,
el antagonismo viene de un solo lado, del lado de los que pierden privilegios,
del lado de los que advierten que se les escapó el relato de la historia de la
jaula mitrista donde la tenían secuestrada, del lado de los que no quieren
siquiera compartir un fifty-fifty en la distribución del ingreso y la cultura.
Allí está
el punto nodal de la bifurcación.
Y de
vuelta, el que afloja pierde.
¿Dónde
basar la fortaleza entonces? En la unidad y en la organización de los sectores
populares, esos que vienen demostrando que son los únicos que aprendieron de
sus propios errores y derrotas, que no se suben al caballo de sus victorias y
no pisan el palito de la discordia inútil.
Así como el
país sigue creciendo en medio de la tempestad mundial, hay un deber
generacional de seguir creciendo y avanzando, pacíficamente, en medio de tanto
odio de cabotaje.
La raya
está trazada. Nada de bueno habrá que esperar del mando conservador. Harán lo
imposible para destituir, boicotear, desmoralizar y dividir las fuerzas del
progreso social. Con virulencia mayor hasta el 7 de diciembre. Y con lo que les
quede en pie, después de esa fecha.
Pero esta
batalla se gana con argumentos.
Y con mucha
juventud.
Con esos jóvenes
rebeldes, soñadores y patriotas que llenan plazas y escuelas y que se ganaron
el derecho a votar, si quieren, desde los 16 años.
Miradas al Sur, domingo 2 de septiembre de 2012
1 comentario:
Que bueno!
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