miércoles, 22 de agosto de 2012

La memoria según Trelew



Era la patria fusilada y sus antes y después. Y sus olvidos. Y sus memorias repartidas como florcitas del campo en las azoteas del pueblo.
Era Trelew y su masacre y sus 16 muertos veinteañeros de vida.
Y sus 3 sobrevivientes; sobrevida, sobre muerte, sólo para que cuenten lo que pasó de veras.
Entraron a la madrugada del 22 de agosto de 1972 y nos levantaron a los gritos de los calabozos de la Base Marina, allá en Trelew, provincia del Chubut. Y nos hicieron formar y nos decían que ahora sabríamos qué cosa es el terror y qué cosa es la muerte. Y empezaron los tiros y caíamos de a uno,  de a dos, de a pueblo.  
María Antonia creyó que se moría y con la sangre derramada de su cuerpo escribió en la pared: LOMJE. Y alcanzamos a murmurar el heroico grito sanmartiniano: Libres O Muertos, Jamás Esclavos.
Y nos morimos.
Y después vino la oscuridad.
Y después la primavera camporista.
Pero Trelew era el aviso de lo que vendría. Y llegó nomás un largo invierno. Y fueron otras masacres. Y después que “hay que olvidar para no mirar atrás y construir el futuro”, como nos decían en esa democracia que marchaba calladita y sumisa desde el matadero.
40 años son más que suficientes para que los muertos de Trelew se encuentren en el cielo de los justos. Y para bajar ese cielo hasta la tierra y poder abrazarlos, liberados.
40 años maduró la memoria y marchitó el olvido. Ese olvido que se creía impune y perenne, estaba lleno de memoria. Como ya lo advertía Mario Benedetti.
40 años para corroborar que la tesis de Jorge Luís Borges pasaba cómodamente el criterio de verdad: “Sólo una cosa no hay. Es el olvido”.
40 años para escribir en las paredes de la memoria colectiva la sentencia de Rafael Courtiesie: “Un día, todos los elefantes se reunirán para olvidar. Todos, menos uno”.
40 años de un largo purgatorio que se cubrió de nacimientos y de otros muertos queridos y Juan Gelman diciendo:
 “¿Y dónde no la hay esa sangre caída de los 16 fusilados en Trelew?
¿Y no habría que ir a buscarla? ¿Y no se la habría de oír en lo que está diciendo o cantando? ¿No está esa sangre acaso diciendo o cantando?”
40 años de la patria fusilada, una patria que no olvida.
Dice Alicia Bonet, esposa de uno de los masacrados, antes de declarar ante el Tribunal  que juzga a los genocidas: “Mis palabras y todo lo que pueda hacer en este juicio será pensando en Néstor Kirchner y en Eduardo Luis Duhalde.  
Kirchner, porque con su política me dio la oportunidad de llevar adelante este objetivo y Duhalde porque fue un amigo, compañero, el abogado de Rubén, mi compañero, desde el año 1971”.
Esta vez la memoria ganó por goleada.
Costó demasiado.
Pero se escribe así la historia de los pueblos.

El Argentino, miércoles 22 de agosto de 2012



2 comentarios:

daniel mancuso dijo...

hermoso doloroso relato, abrazo compañero

Taky dijo...

Con doloroso orgullo decimos desde el poema de la compañera Rosa María Pargas: "Se oye un grito gritando para todos.
El que no quiera escuchar, se irá muriendo…"
Abrzo y GRACIAS por tan justo y sentido homenaje a nuestros Héroes