El político, sea de derecha, de izquierda, o sus costados,
es un tipo ocupado y preocupado por su entorno social.
Macri no.
El político, venga de donde venga, intenta ser creativo. A
veces lo logra y otras no. Pero invierte su tiempo en buscar soluciones; por
sensibilidad social o por su ego individual.
Macri no.
El político con funciones de estado trabaja varias horas al
día al frente de su gestión.
Macri no.
El político que tiene experiencias al frente de una empresa
o varias, al frente de un sindicato o de una banda de rock, le pone onda y
escarba en lo mejor de su pasado para utilizarlo en pos de su gestión.
Macri no.
El político gobernante que se enfrenta a un conflicto, lo
hace como puede y debe hacerlo, con lo que tenga a mano; lo destraba, lo
resuelve, lo utiliza para su capital político y luego dice a los cuatro vientos
“¿Vieron cómo lo hice? ¿Vieron que se puede cuando se sabe cómo? ¿Vieron que
soy el patrón de la esquina? ¿Vieron que estoy para más?”
Macri no.
El político olfatea tras la huella que dejaron sus colegas
victoriosos y trata de imitarlos en lo mejor que tuvieron, aunque hayan estado
en las antípodas de su pensamiento.
Macri no.
El político investiga las causas del fracaso de otros colegas
políticos, indaga, pregunta, quiere saber lo que de mal hicieron para no pisar
la misma piedra.
Macri no.
El político es un tipo que podría pecar de mil errores y
pecados públicos y privados, pero nunca de ser un tipo indiferente. Explota un
volcán y no dice: “¿Y yo qué culpa tengo?”. Desborda el río en su comarca y no
declara: “Es la madre natura y sus consecuencias”. Se incendia la pradera y no
dice: “No nací para bombero”. El tipo se preparó durante años para llegar donde
está y entonces, actúa. Reparte remedios, colchones, canoas y compra matafuegos
y después declara: “Como verán, estamos trabajando para llevar soluciones a la
gente”.
Macri no.
El político actúa sobre el horizonte de la realidad. Pero
cuando no encuentra ni el plano ni la perspectiva y todo espacio le es ajeno y
hostil, inventa su propio horizonte.
Macri no.
El político, mientras gobierna, no se va de vacaciones.
Macri si.
A los que viven o transitan la ciudad más rica de la
Argentina, lamentamos decirles que fuimos abandonados por Mauricio Macri y su
eterno gris de ausencia.
Y si la orfandad que deja es peligrosa, también lo es su
presencia belicosa contra los más pobres, contra los enfermos de los hospitales
públicos, contra los profesionales de clase media, contra los pibes y sus
maestros, contra los trabajadores, contra los usuarios del Subte, contra los
médicos y enfermeros.
O sea.
Macri, ese hombre indiferente, abandonó la Ciudad a su
suerte.
El Argentino, jueves 9
de agosto de 2012
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