domingo, 5 de agosto de 2012

El final de 200 años de soledad



El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, mayor timonel institucional de la Argentina, acaba de cruzar victoriosa una nueva raya de la historia: en una misma semana liberó al país de su deuda principal y protagonizó este “Cruce de los Andes" del siglo XXI que es el Mercosur con Venezuela adentro.  
La próxima estación será el 7 de diciembre con el adiós definitivo al monopolio mediático.
Del lado Magneto de la vida, como dice Víctor Hugo Morales, todo es incertidumbre, lamentos, aullidos, mentiras e injurias.
Un dato que marca el pulso de este nuevo tiempo es que esa metralla del odio no ocasiona el mismo daño que provocaba en el pasado.
Por eso se fortalece Víctor Hugo.
“Lo que no mata, engorda”, dice el refrán popular.
Lo cierto es que, mientras el mundo se achica, la Argentina amplía sus fronteras hasta el Caribe.
De eso queremos hablar.
La historia dirá, creemos, que el 31 de julio de 2012 el Sur se alzó triunfante sobre un Norte que se disgregaba peligrosamente.  
El Mercosur, ampliado y consolidado, significa terminar con 200 años de soledad, como acertadamente dijo nuestra Presidenta.
¿Cuál es el patrón de medida que fundamenta semejante hondura en la definición?
En el plano más largo de la historia convendría releer a Eduardo Galeano y sus Venas Abiertas de América Latina:  
“Nunca seremos dichosos. ¡Nunca!” Había profetizado Simón Bolívar. Para que el imperialismo norteamericano pueda, hoy día, integrar para reinar en América Latina, fue necesario que ayer el Imperio británico contribuyera a dividirnos con los mismos fines. Un archipiélago de países, desconectados entre sí, nació como consecuencia de la frustración de nuestra unidad nacional. Cuando los pueblos en armas conquistaron la independencia, América Latina aparecía en el escenario histórico enlazada por las tradiciones comunes de sus diversas comarcas, exhibía una unidad territorial sin fisuras y hablaba fundamentalmente dos idiomas del mismo origen, el español y el portugués. Pero nos faltaba, como señala Trías, una de las condiciones esenciales para constituir una gran nación única: nos faltaba la comunidad económica”.
Esta era la radiografía del continente 42 años atrás.  
En el plano más corto y contemporáneo habría que empezar por tener un planisferio a mano.
¿Cómo se dividía el mundo hace apenas 10 años?
La caída del Muro de Berlín y el derrumbe de la Unión Soviética diluyeron la tensión de la Guerra Fría y corrieron el eje de la disputa Este-Oeste o “capitalismo versus comunismo” hacia esa fantasía del “fin de la historia”. 
Pero la confrontación real seguía siendo entre países ricos y países pobres, entre potencias dominantes y regiones dominadas.
De un lado teníamos el Norte y del otro el Sur.
Los del Norte eran los ricos y los poderosos. Con su economía, su poderío bélico y su hegemonía absoluta sobre los organismos internacionales que hacían y deshacían las reglas de juego internacional después de la Segunda Guerra Mundial.
El FMI y el Banco Mundial eran los que sobresalían.
En ese hemisferio se movían a su antojo los EE.UU., Europa y Japón.
En el Sur del planeta estábamos los países pobres, los dominados y colonizados, los que alimentábamos la caldera del mundo con nuestras materias primas y con el jugoso pago de la deuda externa.
Por ese mundo ancho y ajeno, como diría Ciro Alegría, se contaba esta América Latina, China, la India y a mitad de camino, Rusia y el naufragio de lo que fue el llamado “Bloque socialista”.
Ese equilibrio es el que acaba de romperse definitivamente.
El Norte en franca descomposición y el Sur recuperando su destino de Patria Grande.
Este desarrollo desigual y combinado de las placas geopolíticas, desarticula el viejo mundo que conocimos para articular otro nuevo que recién empieza.
En este contexto, lo nuevo ha nacido y se llama Mercosur.  
Hay otros hechos novedosos que son demostrativos de este nuevo ciclo de la historia.
El remedio amargo que el Norte exportaba recurrentemente al Sur para expoliarlo y dominarlo mejor, con sus recetas de ajustes y desolación, ahora lo prueba en su propio territorio y con sus propios conciudadanos. Los griegos, los españoles, los italianos, una buena parte de Inglaterra, Francia y Alemania, sufren el desempleo y el abandono por parte de sus gobiernos en nombre de los organismos que en nuestro continente están para el museo, pero que en Europa son constitutivos de un súper gobierno junto al Banco Central de aquel continente.
No están impedidos a exportar sus crisis como estaban mal acostumbrados.
Pero hete aquí que al Sur se le ocurrió arreglarse por su propia cuenta, pagar sus deudas y liberarse del FMI. Y crecer. Y desarrollarse. Y agregar valor agregado a sus productos primarios. Y consumir. Y tener mercados nacionales. Y para colmo, asociarse  en intercambios de carácter estratégico, como YPF-PDVSA, o directamente unirse en un solo bloque.
Eso es hoy el Mercosur.
El sur de América pasó de ser una comunidad de intereses históricos, culturales, sociales y políticos para ser, además, una sola comunidad económica con sus velas al viento navegando siete mares. Traza el horizonte con la pasión del pionero que sabe que bajo sus pies está el petróleo, el gas y los alimentos y que tiene técnica y ciencia suficientes para convertirlos en cadenas productivas e industriales más rutas terrestres y de navegación para trasladarlos de una punta a la otra del continente.
Si no hay resistencia popular, la crisis política europea y los ataques especulativos de los ladrones financieros, podrían extenderse hasta que se cansen de saquear pueblos. Y sus escombros caerían sobre nosotros sin tener un cobijo donde guarecernos.
El Mercosur es ese cobijo, en tanto casa común de nuestros países; pero por sobre todo, es un faro que ilumina por primera vez en 200 años la próxima centuria de la humanidad.
La única condición para que eso suceda, es que el faro no se apague.
O sea, que la derecha no lo apague. Por eso hay que cuidar esta luz.
Tenemos patria y somos Mercosur.
Por estos anchos caminos anda nuestra historia.

Miradas al Sur, domingo 5 de agosto de 2012


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