Los dos
proyectos de país en pugna estuvieron a la altura de sus circunstancias.
Mientras ayer
la Presidenta disertaba en el Museo del Bicentenario junto al Premio Nóbel
Joseph Stiglitz sobre la deuda externa, demostrando cómo se conduce un país sin
tener que chocarlo en la primera curva, en la Ciudad de Buenos Aires, el caos y
el desgobierno hacían de las suyas.
Todos lo
sufrían, menos el señor Macri que, cual personaje de historieta, cerró las
puertas a la realidad y se dio a la fuga.
Esta
Argentina que superó su propia crisis a partir del 2003, es una bandera
levantada por los pueblos que resisten la
crisis en Europa y también por académicos del nivel de Stiglitz o Krugman que proponen
el modelo liderado por Cristina como
única salida para la encrucijada que atraviesa el mundo.
Entre el
orgullo nacional y la vergüenza ciudadana. Por esa cornisa anda la vida.
El
conflicto del Subte deja varias enseñanzas.
La
principal es que de la vieja política no se puede ni se debe esperar
absolutamente nada.
Y Macri,
señoras y señores, es la vieja política.
¿Por qué?
Por que antes de Néstor y Cristina Kirchner, estaba en la naturaleza de la
política firmar una cosa con las manos hoy
y borrarla con el codo mañana.
La gente no
creía en los políticos y los políticos, en una gran mayoría, no creían en la
gente.
Es lo que
hace Macri: pide que le devuelvan los Subtes, el Gobierno nacional se los
devuelve, Macri firma el traspaso y luego los abandona en el primer andén.
No tiene
palabra. No la respeta. No la valora. No la cumple.
Se puede
ser de izquierda, de centro o de derecha. Pero para gobernar una comuna, una provincia
o un país, hay que honrar la palabra.
En las
antípodas está la obra maestra del neoliberalismo, signada por hacer añicos la
palabra.
“Hoy digo
una cosa, mañana otra”.
En
consecuencia, y por lo visto en estos días de caos y desgobierno porteño, Macri
es claramente un heredero de esa subcultura política.
No creemos
en la soberbia de los inspectores del voto de las mayorías. La mayoría de los
porteños lo votaron dos veces a Macri para que ejerza la jefatura del gobierno
local y hay que respetar ese voto.
Pero esta conducta
ciudadana no nos inhibe de opinar y proponer que la próxima vez votemos mejor.
Macri no
gobierna, se victimiza. Es un patrón amarrete, más que conservador; no arriesga
nunca. No se juega por los ciudadanos de su aldea. Se fuga.
Tiene el síndrome
de falta de liderazgo que está matando a Europa.
Cristina,
en cambio, lidera un proyecto, tiene un pueblo a su lado y la voluntad necesaria
para enfrentar adversidades y transformar la realidad.
Es otra
lección que el paro del Subte dejó en la superficie.
El Argentino, martes 14 de agosto de 2012
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