El cuento
de Augusto Monterroso decía: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba
allí”.
Con apenas
siete palabras es considerado el más célebre micro relato en lengua española.
Hasta
ahora.
Esta semana
sin subtes, con el Hospital Borda violentado por la policía Metropolitana, con otros
Hospitales parados por demolición y con la recurrente amenaza de más cierres de
grados y escuelas públicas, se provocó en Buenos Aires una sensación algo
parecida a esa pesadilla.
Y aquel
mini cuento fue superado por este otro: “Y, viste como es Macri”.
Con estas
cinco palabras los funcionarios macristas justificaron el capricho del jefe del
PRO para no hacerse cargo de gobernar la ciudad.
Quien crea
que el neoliberalismo está sepultado, sólo tendría que leer las noticias que
llegan de Europa para darse cuenta, irremediablemente, que esos intereses y los
políticos que los representan, aún andan por aquellas lejanías y por estas cercanías.
Llevan las
de ganar los que trabajan por una democracia inclusiva, en tanto Macri y sus
abonados dan batalla con categorías del siglo pasado, mientras que el proyecto
nacional, popular y democrático avanza a la par de los vientos del nuevo siglo.
Aún así no
hay que descuidarse ni un instante.
Para no
perdernos en el laberinto al que convoca el fastidio colectivo provocado por la
desidia de Macri, ni ser presas fáciles de la andanada mediática con que
dispara y disparará Clarín y los grandes medios de aquí hasta diciembre, es preciso
ajustar las clavijas para un mejor entendimiento.
¿Qué está ocurriendo
ahora? Que la aplicación de la sintonía fina del modelo gobernante está pasando
el peine por todos los costados de la realidad.
“¿Por qué
no lo hicieron antes?”, interpelan los opositores. Porque antes no se podía y
ahora sí. Es una primera respuesta. Pero una segunda y más categórica es: ¿Y
porqué no lo hicieron ustedes, los opositores, cuando fueron gobierno? ¿O acaso
salieron de un repollo?
De aquí en
más el Estado invertirá en más Estado. Y eso provoca la reacción de los viejos
“ajustadores”, hoy devenidos en nuevos “ajustados”.
Bonelli,
por ejemplo.
Se dirá, y
con razón, que eso viene sucediendo desde el 2003. Pero con la sintonía fina, el Estado, después de un largo tiempo de
responder demandas, empieza a preguntarse por aquello que falta. Y el Estado se
pregunta por el transporte que consume, por el banco que resguarda sus bienes,
por las firmas que fabrican sus billetes, por el combustible que insume en su
transporte. El Estado se pregunta y al hacerlo pisa callos. O descubre
falencias en la propia gestión y las remedia sin demoras.
Por eso los
funcionarios viajarán en Aerolíneas Argentinas, se depositarán los sueldos y
otros fondos públicos en el Banco Nación, se pone en valor la Casa de Moneda y
se carga nafta y gas en YPF.
El modelo
sigue siendo previsible.
Sin ser
reiterativos, pero con el ánimo de salir a la calle con argumentos sólidos, diremos que este modelo cada vez que se
encontró con dificultades, de menor a mayor, las que quieran poner de ejemplos,
siempre optó por más inclusión social y por más ampliación de derechos. Nunca fue para atrás.
Siempre fue por hacer de lo público un espacio virtuoso y liberador. Es una de
las características esenciales del modelo.
El
neoliberalismo, en cambio, opta ante cada dificultad, por tomar crédito en el
mercado de capitales, o sea, endeudarse y en lugar de ampliar derechos y
alimentar el consumo, opta por el achicamiento de gastos y el ajuste
social.
La batalla
cultural, en orden al espacio que eligió ocupar el gobierno, el Estado y el
proyecto político liderado por Cristina Fernández de Kirchner, se libra sosteniendo
la eficiencia de gestión desde un pensamiento claramente integrador,
productivo, inclusivo, abarcador, reparador.
Decimos que
es un buen momento para dirimir esta batalla, lejos de cualquier campaña electoral,
porque los proyectos en pugna están a cielo abierto, en la vidriera, se
muestran como son, descarnadamente. No importará tanto la plataforma que los próximos
candidatos presenten en el futuro. Importará saber qué hicieron hoy, qué lugar
ocuparon, qué salida propusieron.
En este
contexto habrá que anotar el desempeño en la gestión de cada gobierno para
poder calificarlos en las urnas.
Pasen y
vean.
Buenos
Aires es una maqueta viviente de lo que es el neoliberalismo y la derecha
criolla más ramplona.
El abandono
de los Subtes no sólo expresa una pésima gestión, una falta absoluta de
responsabilidad con los ciudadanos que están bajo su orbita institucional.
Expresa un desinterés total con lo público y con el público, es decir, con
todos los ciudadanos.
La
insensibilidad social de Macri y el PRO se muestra en su más patético
delirio.
Así son
ellos, así piensan, así viven, así gobiernan.
La técnica
comunicacional del monopolio que los protege sigue siendo la misma: incendian
la pradera y culpan de encender el fuego al Kirchnerismo. Y como ya no pueden
salvarlo a Macri del desgaste, arrastran virtualmente hasta el ring al Gobierno
nacional para hacerlo compartir el cartel de “irresponsable”.
Mienten cuando
exclaman en plural “son caprichos de los gobiernos”. Hay un solo gobierno
responsable del caos sufrido en Buenos Aires y es el de Macri.
¿O
pretenden que el Gobierno nacional intervenga los Subtes con la Ciudad adentro?
Bueno sería
que todos insistamos, desde el lugar donde nos puso la vida, que la batalla de
fondo es entre dos proyectos en pugna desde hace 200 años.
Y que la
suerte de esa batalla definirá el país de los argentinos.
Sería una
manera de unificar el pensamiento a veces fragmentado y disperso por el
bombardeo de Clarín y sus repetidoras.
Porque lo
que aparece como “desconectado”, en verdad, son cuentas de un mismo collar de
hechos desestabilizadores.
La Cadena
nacional, en este sentido, sirve para orientar el rumbo, revelar verdades y
defender nuestra soberanía.
Aunque
distintas en su textura, las cadenas que los criollos pusieron en 1845 en la Vuelta
de Obligado, sirvieron para lo mismo.
Miradas al Sur, domingo 12 de agosto de 2012
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