La vida
está llena de ausencias inoportunas.
Por
ejemplo, las de ayer.
Resulta que
un Macri faltó a la reunión convocada por el acuciante tema del transporte en
el área metropolitana.
Mauricio,
es su nombre. Y es el Jefe de la Ciudad de Buenos Aires.
Otro Macri
faltó a la inauguración presidencial del primer pabellón argentino en la Bienal
de Venecia, transmitido por Cadena Nacional desde Tecnópolis, en Villa
Martelli.
Jorge, se
llama. Y es el Intendente de Vicente López.
¿Es que los
Macri no quieren participar siquiera en eventos que son de interés de millones
de argentinos sin distinción de partido, credo religioso o condición social?
Son el
desgano en su máxima expresión corporal.
Tuvo que
intervenir una jueza para obligar a Mauricio Macri a retirar el dinero que hace
tiempo el gobierno nacional depositó en la cuenta de la Ciudad para subsidiarle
los subtes.
Debería exigirle,
además, que retire los vagones que compró la Nación para transferirlos a la
Ciudad.
¿Por qué no
trabajan y después discuten lo que se les venga en ganas?
¿O están
provocando nuevamente a los trabajadores para que se interrumpan los subtes,
haya bardo y se intoxique el clima social?
Hay que
exigirles que trabajen.
Pero
también hay que guardar en la memoria estos desplantes al sentido común de una
sociedad que sólo quiere vivir en paz y en libertad. No hay que olvidarlo tan
fácil.
Sabemos que
provoca hastío hablar de una oposición que cuando gobierna una ciudad, una
provincia o un Congreso, comete siempre los mismos desatinos.
Nunca es triste es la verdad, lo que no tiene
es remedio, dice
Serrat.
Sigamos.
La gente del
Arte dice que la Bienal de Venecia se destaca no por lo que muestra, sino por
lo que despierta. El arte mayor del planeta se da cita allí para interrogar al
hombre sobre su destino, dicen.
Argentina
tiene por primera vez en un siglo su propio sitio oficial en esa magna
vidriera.
La
Presidenta hizo que se transmita por Cadena Nacional la llegada del Eternauta y
otras expresiones artísticas y arquitectónicas, junto a los arquitectos y
artistas que nos representarán orgullosamente en la Bienal.
¿Qué dirán
ahora los que en estas pampas se creían dueños de la cultura y de la vida?
De este
modo, la Presidenta unió las dos puntas de un mismo camino: inauguró el
Pabellón argentino en Venecia y entregó los primeros diplomas universitarios a
los compatriotas que se capacitaron en el marco del Programa Argentina Trabaja.
Y todo en
un mismo acto.
En
Tecnópolis, la educación se mostró en su más bella expresión cooperativa.
Y en Venecia,
lo que Macri quiere prohibir aquí, se consagró en la mayor Bienal del mundo.
La vida
está llena de presencias oportunas.
El Argentino, martes 28 de agosto de 2012
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