Fue ayer
por la tarde, en las puertas del Parlamento provincial bonaerense, allá en La
Plata.
No eran tantos.
Pero
demostraban mucho odio, un egoísmo de clase, furia y desazón al mismo tiempo.
Son los
patrones rurales de la pampa húmeda.
Son el
remanente de la oligarquía. La vieja aristocracia de la tierra. Los capangas.
Son los que
se quedaron con los mejores lotes después de cada matanza de pueblos
originarios. La nobleza de la enfiteusis. Los herederos de Mitre, Roca y
Rivadavia.
Esta breve
enumeración de “virtudes” es al sólo efecto de recordar de dónde vienen
los señores.
Enterados
del inicio de la sesión y del decreto del gobierno bonaerense ordenando el
revalúo fiscal de las tierras, tradujeron la furia en huevazos contra el
Parlamento.
Un grito, un
alarido casi, captado por los periodistas que allí trabajaban en vivo y en
directo, expresó como nadie el salvajismo de esta clase de tipos: “Tiremos huevos con pollitos muertos adentro”.
La imagen
estremece. Pero no debiera sorprender.
Quienes
fueron capaces de montar el terrorismo de estado que se cobró al contado 30 mil
desaparecidos y la destrucción productiva del país de los argentinos, son
capaces de todo.
Siempre que
se los deje hacer.
Mucho se
habló de la justicia de este revalúo; y hay que seguir diciendo que los dueños
del poder económico deben pagar los impuestos como dictan las leyes de la
democracia.
Pero
queremos abordar desde otro plano la cuestión: Biolcati manifestó su enojo porque
“no fuimos consultados”.
Pregunta:
¿a usted le consultó Mauricio Macri cuando escandalosamente aumentó el ABL?
¿A usted le
preguntó Macri por el tarifazo del 127 % en los subtes?
¿O los más
ricos del país acaso tienen coronitas?
No señor.
El que tiene más, debe pagar más; esta regla es elemental en una sociedad
democrática que pretende ser cada vez más justa, más equitativa, más inclusiva,
más igualitaria.
Poniendo
estaba la gansa.
El revalúo
en verdad es mínimo y además contempla a las nuevas producciones que se
agreguen tanto como a los campos afectados por sequía o inundaciones.
¿Por qué se
quejan entonces?
Por lo que
decíamos ayer: porque ya no tienen la vaca atada.
Hoy lo
importante es cerrarle el paso a los violentos.
Nadie, en
su sano juicio, puede aceptar ni acompañar a los que tiran alimentos en las
rutas, a los que cortan caminos, a los que amenazan y tapan la verdad desde TN
y las radios y los diarios del Grupo Clarín.
Hay que
aislar a los violentos de una vez por todas.
Si ayer se
aplaudió a los piquetes de la abundancia, hoy llegó la hora de enmendar el
error y repudiarlos pacíficamente desde el lugar que nos toque en suerte.
Esta vez,
participamos todos.
El Argentino, viernes 1 de junio de 2012
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