Las dos mujeres son Presidentas de sus respectivos países:
Argentina y Brasil.
Dos estados partes de una gran Nación llamada América Latina.
La Patria Grande.
El continente liberado por Simón Bolívar y José de San
Martín.
El “Nuevo Mundo” como lo bautizaron los conquistadores hace
cinco siglos.
Cristina Fernández de Kirchner y Dilma Rousseff, que de
ellas hablamos, se reunieron ayer en el marco de la Cumbre del G-20 en San José
de los Cabos, en el estado mexicano de Baja California.
Dice la prensa internacional que ambas acordaron pautas para
enfrentar las políticas de ajuste que hunden al planeta.
Dice que ambas defenderán el empleo, el consumo y el mercado
interno como palancas para el desarrollo, a diferencia de los mandatarios que
tienen de bisectriz a esa nueva “dama de
hierro” llamada Ángela Merkel.
O para ampliar, que tienen de ángulo principal el salvataje
de bancos que se devoran todo lo que sepa a pueblo; los que devoran hospitales,
escuelas, universidades y fábricas, con la gente adentro.
Dilma y Cristina están juntas en la Cumbre.
Saben que de un lado estarán alineados los que sólo se
preocupan por representar a ese capitalismo devorador y depredador de la
condición humana.
Y que del otro estarán ellas dos y los que quieren rescatar
el valor de la vida, el desarrollo inclusivo, la democracia, el trabajo, la
educación, los pueblos.
Del primero de los lados, está el poder económico
neoliberal.
Del segundo, la política.
En ese cuadrilátero se juega el destino de la humanidad en
las próximas décadas.
Las últimas Cumbres demuestran que los dirigentes de los
trabajadores eligieron a nuestra mandataria como portavoz de sus intereses.
Por eso no es extraño que ayer le dijeran a nuestra Presidenta
que los trabajadores del mundo rechazan las políticas de ajuste que se aplican
en Europa y que reconocen en la
Argentina un país que es ejemplo en la defensa del trabajo y la creación de
nuevas fuentes de empleo.
No anduvieron con vueltas cuando definieron que Argentina y
Brasil son dos países líderes tanto en la defensa irrestricta del empleo, como
en el combate frontal contra el ajuste
económico que hoy se aplica salvajemente a pueblos del viejo mundo, más viejo
que nunca, allí donde otra mujer, Joan Smith, escritora, activista británica
por los derechos humanos, criticó ayer a su gobierno, el del premier Cameron,
por negarse a debatir con el gobierno argentino sobre la soberanía de Malvinas.
Dilma y Cristina se propusieron ponerle un límite a tanto
dolor humano causado por ese neoliberalismo que aquí defienden Clarín y La
Nación.
Para parir un nuevo mundo, más justo y desarrollado, se precisaba
de dos mujeres así.
El Argentino, martes 19
de junio de 2012
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