España cayó
ante los moros en el siglo VIII.
Ante
Napoleón en el siglo XIX. Ante el fascismo de Franco, casi a mitad del siglo
XX.
Y ahora
cayó ante el FMI y la Alemania de Merkel.
Es dolor lo
que sentimos.
Nosotros sufrimos
un saqueo semejante durante los ´90 y hasta el 2003.
La
voracidad financiera del poder neoliberal ha inundado España con 100 mil
millones de euros. El gobierno conservador de Rajoy, el socio de Mauricio
Macri, facilitó el secuestro, al que ahora llaman perversamente “rescate”.
Lo será de
los bancos y las financieras, pero no de los trabajadores y las fábricas, de
los estudiantes y sus escuelas y universidades, de los médicos y los
hospitales, del sistema previsional y los jubilados.
¿Alguien se
imagina cuántas fuentes de empleos y derechos sociales habrían garantizado con semejante suma?
Así están
las cosas en Europa.
Pero ojo:
cruzando los mares, ese poder amenaza con tener cabeceras de playa en nuestro
continente.
¿Cómo se
entiende sino que ayer se rindiera un homenaje público al asesino Pinochet en
la hermana Chile?
¿Y que se
presente un proyecto del gobierno de Piñera disponiendo una rebaja salarial del
25 % a los trabajadores, en caso de ser
necesario por la crisis mundial financiera del capitalismo?
Es una
pregunta nomás.
Por las
dudas, hay que estar firmes y alertas. Unidos y organizados.
Los últimos
cacerolazos fueron una radiografía casi perfecta de los sectores sociales que
se manifiestan contrarios al sostenido avance del modelo de desarrollo con
inclusión social que lidera la Presidenta de los argentinos.
Es un
segmento de clase media alta, conservadora, de derecha, reivindicadora de los
genocidas, que estaría chochísima de recuperar el país excluyente que perdieron
desde el 2003.
No quieren
saber nada de la unidad latinoamericana.
Se
identifican con Merkel antes que con Dilma y Cristina.
Un “notero”
de una supuesta cadena de los EE.UU. los puso a descubierto.
Mírenlo. Escuchen
lo que dicen y blasfeman los violentos caceroleros.
Algunos se
escandalizaron con el procedimiento.
Las
cacerolas son colonialistas, las ollas, no.
¿Les cuento
algo?
El General
San Martín quería liberar a Lima del colonialismo español, evitando pelear
contra los peruanos.
Como ardid
se valió de un artesano que “vendía” ollas en la plaza de Lima y que le
informaba todo lo que escuchaba de los realistas, sus movimientos y horarios y
en el vientre de cada olla, iban y venían las cartas del Libertador con sus
hombres.
Así pudo
entrar victorioso.
Ese es el
origen del santo y seña del Ejercito patrio: “Con días y ollas, venceremos”.
La historia
tiene sus picardías cuando se propone avanzar.
Y hoy estamos
avanzando.
El Argentino, lunes 11 de junio de 2012
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