Ayer terminó
nuestra última angustia como sociedad.
Terminó el
desabastecimiento de gas y combustible.
Terminó otra
aventura contra la democracia.
Terminó en la
nada un nuevo intento de reagrupar aparatos destituyentes.
Y terminó
de caer otra máscara de la corporación sindical-patronal.
Vaya con la
paradoja: los dolores sociales que en Europa son provocados por los gobiernos
títeres del FMI y la banca financiera neoliberal, aquí fueron replicados durante
48 horas por un par de dirigentes sindicales y el monopolio mediático.
Mientras
que el gobierno, como siempre lo hizo, defendió a todos los ciudadanos.
El
movimiento obrero tiene en su larga historia de lucha dignos mojones que atestiguan
su plena identidad con los intereses del pueblo y la nación.
Supo pelear
por sus reivindicaciones sectoriales y por un proyecto de país justo, libre y
soberano, un país solidario y democrático.
Pero a
decir verdad, una parte del sindicalismo también supo cuidar los intereses del
poder económico antes que el de los trabajadores. Los ejemplos no son pocos.
Este paro
salvaje atentó claramente contra un modelo de país que, con todas las
imperfecciones que le quieran marcar sus detractores, recuperó 5 millones de
empleos y las convenciones colectivas de trabajo, recuperó la industria, la
producción y el consumo interno, recuperó la paz social, no reprimió ningún
conflicto social, redujo la tasa de desempleo al 6,7 %, creó la Asignación
Universal por Hijo y el mayor plan de viviendas familiares de la historia.
El último
informe 2011-2012 de la CEPAL dice: “Se produjo un alza del salario medio
cercana al 30 %, que ha reafirmado la tendencia alcista que mantienen los
salarios reales. Los salarios del sector privado registrado experimentaron
incrementos de aproximadamente un 36 %”.
En los años
noventa no existía el hábito de las negociaciones colectivas. Ni el circulo
virtuoso de la demanda agregada, la producción, el empleo, el consumo y un
pueblo que vuelve a ser feliz en un mundo que se desploma.
En este
marco ¿contra quién fue el paro extorsivo y desabastecedor de Moyano? ¿Contra
una Presidenta votada por la inmensa mayoría de los trabajadores?
Nadie tiene
derecho a trocar angustia por esperanza en una sociedad que avanza.
El proceso
político entra ahora en un nuevo estadio.
Este
gobierno nunca retrocede; de cada crisis sale fortalecido y avanza en
consecuencia.
Claro, Moyano
mostró sus cartas cuando afirmó que “el salario de los trabajadores ha pasado a
un segundo plano”.
Violó la
regla de oro del movimiento obrero: no se le hace sabotaje a un gobierno
popular.
O sea.
El problema
de las corporaciones es este modelo de país.
De eso se
trata.
El Argentino, viernes 22 de junio de 2012
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