lunes, 4 de junio de 2012

La vuelta del Quijote de los Andes



Hoy vuelve Felipe Varela, el Quijote de los Andes, el que fue a los campos de combate con una sola bandera: “VIVA LA UNION AMERICANA”; el primer caudillo federal y latinoamericano; el que se alzó en armas contra esa Triple Alianza que arrasó el Paraguay; el que combatió contra Mitre, peleando junto al Chacho Peñaloza por la Patria Grande.
No es casual que vuelva a su Catamarca natal, junto a un pueblo que agitará  pañuelos saludando al viejo Coronel,  hoy nombrado General por el proyecto nacional y popular que lidera Cristina.
No es casual si Varela peleó con lanzas cuando quedó sin fusiles, ni es casual que entrara a las batallas cantando zambas y una canción de amor en medio del odio de los mitristas.
De allí venimos todos.
Algunos del amor, otros del odio.  
No es casual que regrese el mismo día que vuelve a la soberanía de la patria, nuestra querida YPF y junto a ella otro gran hombre de la historia: el General Mosconi.
No es casual que todo esto ocurra cuando la juventud levanta las banderas de las  causas justas y las minorías del privilegio se lancen despiadadamente contra los pibes de La Cámpora.
Nada hay que temer en este lado de la vida, menos ahora que tenemos a Varela convertido en General de los pueblos libres.
Habrá que enarbolar todas las banderas que legamos del catamarqueño, llamando a la carga por más justicia e inclusión.
Y a los que alientan su revanchismo estéril habrá que responderles construyendo la patria sólo con amor.
No podrán avanzar esta vez. Las cosas están muy claras.
Entre el amor y el odio hay un país que se incendia de ternura, que sólo quiere ser feliz, un país en serio como decía Kirchner, donde los pibes ya no se mueren de hambre y nosotros de vergüenza.     
Entre el amor y el odio hay un rayo de memoria que nos quema aquí en el pecho, en el centro del alma, en los ojos vendados y las manos atadas y en esta patria dolida que no permite el olvido.
Entre el amor y el odio están los vientos cruzados de la historia. Y en ese amplio espacio que limita entre la Asignación Universal por Hijo con la golpiza cobarde a un par de periodistas, hay un compromiso que ilumina.
Entre el amor y el odio anda la democracia o la dictadura, el país del trabajo o del desempleo, la patria o la colonia, la liberación o la dependencia, la vida o la muerte, la justicia o la impunidad, la memoria o el olvido, la verdad o la mentira.   
Es preciso trazar de una buena vez  estas diferencias.
Saber de qué lado de la vida nos paramos y que aquí no hay carnet que valga.      
Los que golpean cacerolas por un puñado de dólares no podrán imponerles su egoísmo    a la mesa solidaria de los más humildes.
Que lo vayan sabiendo.

El Argentino, lunes 4 de junio de 2012

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