La Presidenta inauguró ayer Tecnópolis; pese a que Mauricio Macri prohibió su instalación en la Ciudad de Buenos Aires.
Primera reflexión: es inconmensurable la distancia que media entre la muestra de ciencia y tecnología inaugurada en Villa Martelli y el abandono de personas en territorio porteño.
Son dos realidades tan antagónicas entre sí que parecieran pertenecer a dos países distintos. A dos mundos diferentes.
Hay que recorrer las 55 hectáreas de Tecnópolis.
Allí el presente de los argentinos se abraza con el futuro que la sociedad construye desde el 2003.
Tecnología de punta y producción de última generación en trabajo, ciencia, educación, historia, armónicamente expresados en cinco dimensiones: Agua, Tierra, Aire, Fuego e Imaginación.
Nos tendría que caber a todos, el orgullo y la emoción de invitar a recorrer la muestra. Eso somos nosotros, los argentinos.
El futuro llegó para quedarse, el mismo día que se hizo justicia con Oesterheldt, Conti, Gleyzer y todos los desaparecidos en El Vesubio.
Señales que le dicen.
Tecnópolis no podría estar ni en Grecia ni en Italia ni en España ni en cualquier otro lugar del mundo donde el neoliberalismo está pasando la guadaña del ajuste salvaje.
Pero fíjese qué curiosidad: tampoco pudo estar en la Ciudad de Buenos Aires porque no lo autorizó Macri.
El jefe del PRO se parece más a Berlusconi que a un gobernante argentino.
El contraste es violento, aunque nadie pronuncie una “mala palabra”.
Fíjese lo que pasó con el servicio de Zooterapia que atendía a 480 chicos y adolescentes y que la impudicia del gobierno de Macri lo cerró sin más vueltas. Un chico muerto desde entonces.
Fíjese el Centro de Salud Nº 3 de Lugano que atiende una población de 50 mil habitantes, que intentaron cerrar en tres oportunidades y que ayer amaneciera con un cartel en la puerta que sólo reza: “No hay pediatra”.
Fíjese la lucha de los trabajadores y los médicos del Hospital de Niños “Gutiérrez”; fíjese el Hospital Borda y el Moyano, con los pobres pacientes más pobres que nunca muriéndose de frío sin gas ni calefacción; fíjese el chiquito que murió en el incendio de un refugio en el barrio de La Boca.
Ya no hay que ir a Europa para darse cuenta que son dos proyectos de vida totalmente antagónicos.
Entre Tecnópolis y el gobierno de Macri media la misma distancia que entre un futuro venturoso o la vuelta a un pasado oprobioso.
Por eso Clarín y Macri instalan el cinismo del “hay que besarse más” mientras atentan contra la vida de los pibes.
Tamaña injusticia sólo se podrá superar con el voto popular.
Y si así no fuera, habrá que prepararse para reclamar justicia durante cuatro años más.
Es así.
El Argentino, viernes 15 de julio de 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario