martes, 19 de julio de 2011

¡Con los pibes no, miserables!


El río suena. Los vientos soplan fuerte.

Los miserables no descansan. La dictadura dejó sus huevos esparcidos.

Pero la democracia manda. Ahora y siempre.

Líbrame Dios, cualquiera sea tu nombre, de un exabrupto, de una destemplanza, de una mala palabra. Recuérdame con poner la otra mejilla cuando de mi se trate.

Pero no me libres de sentir vergüenza ni sentirme ofendido cuando de mi no se trate.

No me libres de la indiferencia cuando el agraviado no soy yo, sino un pibe, una madre o una abuela.

O un paciente en el Borda tirado en el piso, muerto de frío y desesperanza.

No me libres de pedir justicia por los 85 argentinos asesinados en la AMIA y que me llene de dolor y rabia con el gobernante que impunemente barrió el expediente para que no se investigue. Y no me libres del profundo rechazo al funcionario que mandó un espía a vigilar las víctimas.

Uno se llama Menem. El otro, Mauricio Macri.

Las Abuelas de Plaza de Mayo hicieron oír ayer su indignación: “Con las Abuelas no, Clarín”.

Allí está la noticia en todos los medios que no forman parte de la corporación.

30.000 desaparecidos y 400 pibes secuestrados por la dictadura que no aparecen.

Los ADN tampoco.

Y todo sucede aquí, en el mismo territorio donde otro pibe casi muere aplastado, en el Parque Chacabuco.

Dijo Macri en la inauguración, meses atrás: “Cada plaza, cada espacio público recuperado significa reparar una herida y avanzar en el diseño de una ciudad que en vez de expulsar, incorpora y esa es la mejor manera de ponerle freno a los que nos quieren meter miedo con la violencia”

¿Lo habrá escuchado Salvador con sus cinco añitos?

La única violencia, la única herida es la de Salvador, con fractura de cráneo y cuidados de por vida, según cuenta su mamá.

Líbrame Salvador de un exabrupto cualquiera por lo que te hicieron.

Y líbrame Zahira Morales, la niña de 6 años herida gravemente en la Plaza Almagro, con secuelas que aún desmayan su cuerpito dolorido.

Y líbrame Benjamín, el niño muerto entre las llamas en un hogar de La Boca.

Y los 1200 pibes confinados en hogares contratados por el gobierno del PRO.

Y líbrame Luisito, el bebé de 25 días que murió de pulmonía mientras dormía junto a su familia, en Cochabamba y Pichincha. Y Ludmila, en pleno centro de la Ciudad, con pocos meses de vida.

Cuando la prosa pierde la capacidad de sentir indignación, se vuelve cínica.

Cuando la política no siente indignación, se vuelve mercancía.

Hay que honrar la vida.

Hay que votar, como dice Ricardo Monti, brillante ser, con el dolor ajeno entre las manos.

No importa ganar por ganar, enseñaba Néstor Kirchner.

Sólo importa estar allí donde el dolor humano hace sonar sus campanas.


El Argentino, martes 19 de julio de 2011

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