“No tiene opción. Debe vendernos Papel Prensa o usted y su
hija morirán. No tiene mucho para pensar”.
Con esas palabras Héctor Magnetto, el capo del Grupo Clarín,
amenazó a Lidia Papaleo de Graiver el 2 de Noviembre de 1976 en una oficina del
diario La Nación.
Lidia tiene un ligero temblor en la voz cuando recuerda que
su hija tenía entonces dos años y medio.
Piensa en su niña, revive aquel espanto y se larga a llorar.
Ocurrió ayer ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata,
presidido por Carlos Rozanski.
Se estremece cuando dice que prefería el castigo de sus
torturadores antes que la mirada de Magnetto.
“Me causaba un profundo terror esa mirada”, dijo. “Por eso
no me la puedo sacar de encima”, afirmó.
En otras oficinas estaban apretando al resto de la familia y
a Rafael Ianover, vicepresidente de Papel Prensa.
O firmaban o morían.
Bartolomé Mitre, de La Nación, se encargaba de sus suegros,
los padres de David Graiver.
Magnetto, de Clarín, se encargaba de Lidia.
Después de firmar la entrega de Papel Prensa, un abogado de
Clarín, de apellido Sofovich, le dijo que todo había pasado a manos de
Ernestina de Noble y que le aconsejaba que se fuera ya del país y que ni
siquiera volviera a su casa.
Pero se quedaron. Y en marzo de 1977, concretado el saqueo,
fueron detenidos por la dictadura cívico militar.
El 14 de marzo Lidia fue apresada y llevada al centro
clandestino conocido como “Puerto Vasco”, tenebroso lugar de torturas y
desapariciones del tristemente célebre “Circuito Camps”.
“Desde el primer día que llegué a Puesto Vasco me torturaron
y maltrataron más que a nadie”, recordó.
“Me pegaban, escupían, torturaban y eyaculaban encima, pero
preferiría englobar esto en maltrato y no dar más detalles”.
El pudor de esta mujer liberada cinco años después, el 24 de
julio de 1982, le ganó una vez más al horror de los genocidas.
“Me amputaron seis años de vida y seis años de la vida de mi
hija”, aseguró emocionada Lidia Papaleo.
Reflexionemos juntos.
El monopolio mediático que hoy alienta la corrida cambiaria,
vía la demanda especulativa del dólar ilegal, es el mismo monopolio que se
originó con el genocidio.
Ianover lo testimonia así:
“…Era una estrategia organizada por los tres diarios para
poder inaugurar la nueva planta de Papel Prensa”.
Por eso no es noticia para ellos la revolución que significa
que ayer se entregara en la Argentina el crédito social número 250 mil, que la
Presidenta afirmara junto a Alicia Kirchner que “este modelo genera esperanza y
alegría” y que el mundo se sacuda con el acuerdo comercial entre China y Japón
con sus propias monedas y no con el dólar.
Aquella mirada del terror, parió este odio de hoy.
El Argentino,
miércoles 30 de mayo de 2012
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