Ayer alumbró el futuro.
Estaba allí, en la mirada de los pibes que en el Congreso se
emocionaban con Cristina hablando de Néstor, de la vida, de la victoria después
de las derrotas.
Me acordé de Carlos Fuentes, el escritor latinoamericano fallecido
ayer, que supo escribir palabras tan bellas y profundas como estas:
“Hay que llegar a saber que los hijos, vivos o muertos,
felices o desdichados, activos o pasivos, tienen lo que el padre no tiene. Son
más que el padre y más que ellos mismos. Nuestros hijos son los fantasmas de
nuestra descendencia. El hijo es el padre del hombre”.
No se porqué este último renglón me llevó, como un caminito
luminoso en medio de la nostalgia, hasta esos pibes que ayer acompañaron a la
Presidenta y hasta Martín Fresneda, el nuevo Secretario de Derechos Humanos de
la Nación que asumió ayer.
El hijo es el padre del hombre.
Martín es uno de los fundadores de la agrupación Hijos y su
padre, Tomás Fresneda, fue uno de los abogados desaparecidos en aquellos días
trágicos de julio de 1977 conocidos como
La Noche de las Corbatas junto a otros colegas y a su esposa, María de las
Mercedes Argañaraz.
Mientras camino cada vez más lento sobre las hojas que caen
en este otoño, se me ocurre que estos datos nos llevan irremediablemente hasta
ese dolor inconcluso que acuna en su alma este pueblo que somos.
Sin embargo, después de los 30 mil desaparecidos y los
crímenes cometidos por la dictadura cívico-militar, no podríamos decir ni
pensar lo mismo que esta otra frase del escritor que perdimos ayer: “La muerte espera al más valiente, al
más rico, al más bello. Pero los iguala al más cobarde, al más pobre, al más
feo, no en el simple hecho de morir, ni siquiera en la conciencia de la muerte,
sino en la ignorancia de la muerte. Sabemos que un día vendrá, pero nunca
sabemos lo que es”.
En el país
del terrorismo de Estado y en el país de la exclusión, no todos morían con la
misma igualdad de oportunidades.
Seguramente
Tomás, María, Norberto Centeno, los hijos de Hebe, de Nora, de Taty, de Estela,
los padres de Juan y de Horacio, sólo querían vivir en un país de justicia y
pan, de justicia y juguetes, de justicia y canciones, de justicia y amor.
Lo cierto
es que Martín, hijo de Tomás, abogado en la causa contra Videla, Menéndez y
otros genocidas, militante de Hijos, es decir de la memoria, cubrirá el vacío
que dejó Duhalde con su muerte y así, la Argentina da una vuelta completa sobre
el reloj de su historia. Esta asunción lo confirma.
Es la Argentina
que ayer en el Congreso inauguró un Salón para esa Juventud que enarbola orgullosa
la sentencia implacable de Néstor Kirchner:
“Cambio es
el nombre del futuro”.
El Argentino, miércoles 16 de mayo de 2012
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