Estamos en
peligro. Hay un mundo que se cae a pedazos y los gobernantes de los países
desarrollados no atinan más que a echar nafta al incendio desatado por el
neoliberalismo en todo el hemisferio norte.
Es bueno
recordar que lo peor que podemos hacer en caso de peligro es dejarnos arrastrar
por el miedo. El miedo nos paraliza, nos entristece, nos deprime, nos hace
confundir la puerta de salida, nos impide abrir con un martillo la puerta de
emergencia.
El diagnóstico
de esta situación mundial no es para nada novedoso.
Lo advirtió
la Presidenta el 25 de setiembre de 2008 ante los 400 poderosos empresarios que
escuchaban su exposición en el Waldorf Astoria de Nueva York, durante el evento
que organiza anualmente el Council of the Americas.
Fue allí
cuando, ante la filosa pregunta de una ejecutiva estadounidense, Carla Sandy,
del Credit Suisse, que quiso conocer cuál era el Plan B de los ajustes que
vendrían si los ingresos disminuyeran y la economía argentina cayera, Cristina
respondió con data fina y gruesa, la solvencia del modelo económico que
desarrollaba el gobierno desde el 2003 y que no había necesidad de ningún Plan
B porque el Plan A estaba en marcha y dando buenos resultados. Repasó una por
una las causas de la crisis financiera y política que ya atravesaba al mundo
desarrollado y concluyó: “Me parece que los primeros que tienen que tener un
Plan B son ustedes, aquí en Estados Unidos y en Europa”.
Ardió Troya
en Buenos Aires. Los medios que responden al Grupo Clarín y a La Nación no
ahorraron epíteto contra el “desplante” de nuestra Presidenta. ¿Se acuerdan
ustedes?
Sigamos
hurgando en esos tiempos para poder contextualizar esta etapa y entender la
esencia del discurso de Cristina del jueves pasado cuando anunció el nuevo
tramo de 8 mil millones de pesos de Créditos del Bicentenario.
Por esos
mismos días del 2008 la Embajada de los EE.UU. enviaba a su gobierno distintos
cables que daban cuenta del proceso de creciente “argentinización” de la
economía conducida por los Kirchner. Difundidos y conocidos luego por los ya
célebres Wikileaks, aquellos cables caracterizaban al gobierno de Cristina en
sintonía con el rechazo del pueblo argentino al neoliberalismo y al Consenso de
Washington.
¿Qué hay de
nuevo entonces en el horizonte?
Que el
proyecto nacional, popular y democrático entró de lleno a su etapa de
profundización con sintonía fina, mientras el modelo de acumulación financiera
que ocasionó la más grave crisis del capitalismo en su historia, acaba de expandir
su incendio a todo el viejo mundo.
Nótese que
estamos en un país que brinda certezas sobre el futuro inmediato en tanto se
involucre la mayoría de los ciudadanos en la defensa de este proceso político.
Se empiezan a tocar las partes blandas y sensibles del viejo poder económico
dominante durante décadas.
Por
ejemplo, sentar a Blaquier en el banquillo de los acusados por crímenes de lesa
humanidad, no es soplar y hacer botellas. Este tipo de personajes no pasan a
retiro como los generales del genocidio. Blaquier, como Martínez de Hoz, son
generales en actividad mientras tengan poder. ¿Hay que dejar que actúen las
instituciones de la democracia para juzgarlos? Sí, mil veces sí. Pero debe
haber una sociedad movilizada, participando, informándose, apoyando cada paso
ascendente hacia un Estado de derecho pleno. Porque no habrá profundización de
este modelo de país sin participación social. En ese universo social hay que
poner la plomada de albañil para medir la justa medida de la unidad y la
organización que se nos reclama a todos.
No es la
unidad de los iguales, sino de los diferentes. No es la organización de los
organizados, sino de los desorganizados.
Esa es la
consigna a militar barrio por barrio, casa por casa.
Cuando los
patrones rurales vuelven a la carga violando los portones de la legislatura
bonaerense mientras los legisladores de La Cámpora defienden el sagrado recinto
de la democracia, se está pintando un fresco sobre la pugna inconclusa entre
los dos modelos de país.
Cuando
Clarín, La Nación y Mauricio Macri se ubican en la línea de defensa de los
intereses de Repsol y del Reino Unido de Gran Bretaña, mientras el gobierno
junto a la amplia mayoría del pueblo levantan las banderas de recuperación de
YPF, de nuestra soberanía energética y de las Islas Malvinas, se está
expresando un nuevo capítulo de esa vieja disputa por el perfil del país de los
argentinos para los próximos doscientos años.
“Mirá lo
que te digo”, diríamos en el barrio.
Que el
miedo no nos paralice pero que tampoco nos lleve a creer que la batalla está
ganada. La Argentina depende esta vez sólo de nosotros. La suerte del mundo ya
está echada y poco o nada podemos hacer para cambiarla. Son otros pueblos los
que deben dar esa pelea por salir del incendio causado por el FMI, Merkel,
Sarkozi, el Banco Central Europeo y otros de igual estirpe.
Pero entre
nosotros, si no se aflojan las riendas que sostienen armónicamente el
crecimiento del salario, de las jubilaciones, del desarrollo social, de la
educación, de la salud, de las obras públicas, del mercado y el consumo
interno, de la unidad política y económica con los países hermanos de la
región, podremos decir que estamos preparados para pasar airosos varias colas de
tormentas que azotan sobre líneas exteriores.
En esta
etapa, para horror de los neoliberales, ser antikirchnerista se parece bastante
a ser antiargentino. Se están jugando intereses y la taba ya no está en el
aire. Cayó del lado de los justos, de los trabajadores y los verdaderos
productores que quieren invertir en el país y por el país.
España
acaba de aprobar la inyección de 10 mil millones de euros para los bancos, mientras los Indignados que acampan en Madrid
protestan por los 10 mil millones que el gobierno conservador de Rajoy, el
socio político de Macri, le acaba de recortar a la salud y a la educación.
A defender
las conquistas, se ha dicho.
Después de
todo, si gustamos de un buen jamón español que no sea jamás a costas del
trabajo argentino.
Esa película
de terror ya la vivimos.
Miradas al Sur, domingo 13 de mayo de 2012
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