La Masacre de Margarita Belén, en el Chaco, ejecutada por la dictadura el 13 de diciembre de 1976, se inició con el arreo de los militantes de la Juventud Peronista, hombres y mujeres que permanecían prisioneros en distintos lugares de detención.
Eran todos jóvenes. Seguirán jóvenes para siempre.
El día anterior a la masacre, domingo 12 de diciembre, en horas de la siesta, los genocidas fueron hasta la cárcel de Resistencia a sacar a muchos de los que serían masacrados.
Uno de ellos fue Néstor Sala. Antes de despedirse de sus compañeros quiso dejarles un último mensaje, reconstruido ayer en el recuerdo de los sobrevivientes:
“Compañeros, sé que nos sacan para matarnos.
Es mentira que es un traslado. Y si lo es, es un traslado a la muerte.
Pero quiero que sepan que moriré de pie, peleando como pueda, a los mordiscones si estoy atado. Todos los que hoy nos sacan de la cárcel, los que están aquí adentro y los que esperan afuera, son culpables ante la Historia, culpables de la miseria del pueblo
y culpables de nuestras muertes.
Sólo quiero pedirles que cuenten de esta matanza a mis hijos, cuando ellos tengan edad de entender qué pasó en la Argentina de estos años, y a mi compañera cuando puedan verla.
También les digo, compañeros, que de nada vale este sacrificio nuestro si ustedes no siguen peleando por mantener viva la memoria popular; por eso, cuéntenle a nuestro pueblo por qué nos asesinan y por qué decidimos morir de pie.
Chau compañeros, cuídense… ¡Libres o muertos, jamás esclavos!”
Ayer, el Tribunal que juzgó a los acusados, dio a conocer finalmente su fallo.
Se hizo justicia.
El Tribunal condenó a prisión perpetua a los ocho ex militares que fueron juzgados por este crimen de lesa humanidad.
Los condenados fueron Gustavo Athos, Horacio Losito, Aldo Martínez Segón, Jorge Carnero Sabol, Ricardo Guillermo Reyes, Germán Emilio Riquelme, Ernesto Jorge Simoni y Luis Alberto Patetta.
Más allá del juicio de valor que a cada uno merecerá este fallo, aquel mandato de Néstor Sala, de mantener viva la memoria popular, de contar al pueblo porqué los mataron y porqué murieron, se ha cumplido en una buena parte.
Adentro y afuera de la sala judicial, la memoria se manifestó más viva que nunca.
Falta juzgar a los civiles que fueron partícipes de esa dictadura. Falta encontrar el destino de los cuerpos de muchos de los masacrados. Falta el reencuentro con los nietos que aun permanecen a oscuras de su propia identidad.
Pero hay una cosa segura: los días de justicia han llegado a la Argentina, para no retroceder nunca más.
Esa certeza es la que nos provoca esta dolorosa alegría.
Eran todos jóvenes. Seguirán jóvenes para siempre.
El día anterior a la masacre, domingo 12 de diciembre, en horas de la siesta, los genocidas fueron hasta la cárcel de Resistencia a sacar a muchos de los que serían masacrados.
Uno de ellos fue Néstor Sala. Antes de despedirse de sus compañeros quiso dejarles un último mensaje, reconstruido ayer en el recuerdo de los sobrevivientes:
“Compañeros, sé que nos sacan para matarnos.
Es mentira que es un traslado. Y si lo es, es un traslado a la muerte.
Pero quiero que sepan que moriré de pie, peleando como pueda, a los mordiscones si estoy atado. Todos los que hoy nos sacan de la cárcel, los que están aquí adentro y los que esperan afuera, son culpables ante la Historia, culpables de la miseria del pueblo
y culpables de nuestras muertes.
Sólo quiero pedirles que cuenten de esta matanza a mis hijos, cuando ellos tengan edad de entender qué pasó en la Argentina de estos años, y a mi compañera cuando puedan verla.
También les digo, compañeros, que de nada vale este sacrificio nuestro si ustedes no siguen peleando por mantener viva la memoria popular; por eso, cuéntenle a nuestro pueblo por qué nos asesinan y por qué decidimos morir de pie.
Chau compañeros, cuídense… ¡Libres o muertos, jamás esclavos!”
Ayer, el Tribunal que juzgó a los acusados, dio a conocer finalmente su fallo.
Se hizo justicia.
El Tribunal condenó a prisión perpetua a los ocho ex militares que fueron juzgados por este crimen de lesa humanidad.
Los condenados fueron Gustavo Athos, Horacio Losito, Aldo Martínez Segón, Jorge Carnero Sabol, Ricardo Guillermo Reyes, Germán Emilio Riquelme, Ernesto Jorge Simoni y Luis Alberto Patetta.
Más allá del juicio de valor que a cada uno merecerá este fallo, aquel mandato de Néstor Sala, de mantener viva la memoria popular, de contar al pueblo porqué los mataron y porqué murieron, se ha cumplido en una buena parte.
Adentro y afuera de la sala judicial, la memoria se manifestó más viva que nunca.
Falta juzgar a los civiles que fueron partícipes de esa dictadura. Falta encontrar el destino de los cuerpos de muchos de los masacrados. Falta el reencuentro con los nietos que aun permanecen a oscuras de su propia identidad.
Pero hay una cosa segura: los días de justicia han llegado a la Argentina, para no retroceder nunca más.
Esa certeza es la que nos provoca esta dolorosa alegría.
El Argentino, martes 17 de mayo de 2011
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