El “Cordobazo” como manifestación de la rebeldía juvenil y las luchas sociales de los trabajadores, no es un dato congelado en nuestra historia, sino un candil que ha transmutado aquella energía luminosa alumbrando cada uno de los procesos transformadores que hoy vive la América Latina.
Parafraseando a Néstor Kirchner, podríamos decir que la generación que gobierna la Argentina es hija y nieta de aquellas puebladas que tienen su punto culminante el 19 y 20 de diciembre de 2001.
Queríamos mencionar este rasgo tan hondo y peculiar porque explica en gran medida nuestro título de hoy. Y explica las antípodas que hay entre una Plaza de Mayo celebrando la Revolución patria, con miles de jóvenes cantando libremente sus consignas y del otro lado del mar, tan cerca y tan lejos, la Plaza del Sol en Madrid o la Plaza de Barcelona, con los indignados temblando de pasión y bastonazos como en nuestras plazas antes que llegara Kirchner.
La rebeldía sigue estando en la Casa Rosada y difícilmente la puedan desalojar aquellos políticos otrora oficialistas, hoy opositores, que fueron eficientes para instrumentar el saqueo y ordenar la represión al pueblo movilizado, pero absolutamente ineptos a la hora de gobernar.
Es interesante observar el proceso histórico en movimiento para entender la causalidad del kirchnerismo y su proyección en el tiempo.
La clave está en seguir el movimiento que protagoniza el pueblo, mirarlo hasta que duelan los ojos de la memoria.
En el 2001 estalló la más formidable crisis de representación de la política. Se dijo esto innumerables veces, pero ¿quiénes están en condiciones de autonominarse hoy como los nuevos actores que recuperaron la confianza social después de la catástrofe? ¿El radicalismo? ¿La derecha partidaria? ¿La izquierda abstracta y la progresía ubicadas en la vereda contraria al colectivo nacional y popular?
En verdad, esta caída libre que sufren los opositores, con sus idas y vueltas, con su atomización, con sus papelones escandalosos en horarios de protección al menor, son apenas un reflejo del país que quedo atrás. Ellos son la expresión patética de aquel país superestructural divorciado de la sociedad.
Lo nuevo ya nació. Es lo viejo lo que no termina de morir.
Estamos apenas a 21 semanas de las elecciones nacionales del 23 de Octubre. Pero a sólo 2 semanas del cierre de alianzas electorales y a 4 semanas de la presentación de candidatos que dirimirán obligatoriamente en las primarias del 14 de agosto.
Una fuerza política que no sabe quién es, ni cómo se llama, ni qué representa, a días de las elecciones, no está en condiciones políticas ni éticas de decirle a la ciudadanía nada de nada. Pongamos atención y responsabilidad antes que subestimar socarronamente esta situación caótica. Porque el naufragio opositor en el llano es inevitablemente el preludio de cualquier naufragio institucional y republicano si nos equivocamos con nuestro voto.
No habrá que ser condescendiente con ese espacio que, empachado de poder mediático, asaltó el Congreso de la Nación después de su estéril triunfo electoral bonaerense en el 2009. No son distintos de los que se amotinaron en el Banco Central, de los que votaron contra la Ley de Medios de la democracia, de los que no apoyaron el matrimonio igualitario, de los que se pusieron del lado de las AFJP cuando había que recuperarlas para el ahorro de los trabajadores, de los que apoyaron a la patronal rural durante el largo conflicto por la 125.
No son distintos de los que expresaron su solidaridad con el Grupo Clarín, cenaron con Magnetto y declararan obscenamente que los hijos apropiados por Herrera de Noble también eran sus hijos.
Son los mismos que atacaron y atacan al gobierno nacional con el mote de “bárbaros”, como un lamento grotesco de los insultos unitarios del siglo 19.
A ellos habrá que responderles, hoy como entonces, con Juan Bautista Alberdi:
“Distinguir la democracia en democracia bárbara y en democracia “inteligente” es dividir la democracia; dividirla en clases es destruirla, es matar su esencia que consiste en lo contrario a toda distinción de clases. Democracia bárbara, quiere decir, soberanía bárbara, autoridad bárbara, pueblo bárbaro. Que den ese título a la mayoría de un pueblo los que se dicen “amigos del pueblo”, “republicanos” o “demócratas” es propio de gente sin cabeza, de monarquistas sin saberlo, de verdaderos enemigos de la democracia”.
Elegida la fórmula Filmus-Tomada en la Ciudad de Buenos Aires, Agustín Rossi en Santa Fe, ganando el derecho al repechaje en Chubut, organizando el Justicialismo en su máxima escala de representación orgánica, movilizando a la juventud, dando los debates ideológicos en toda tribuna posible, es hora de empezar a sentar las bases de un nuevo país.
Cada área de gobierno marcha decididamente en esa dirección.
Ahí están los logros y los desafíos a encarar de ahora en más en Trabajo, Educación y Derechos Humanos.
Ahí está lo que hace Industria con una ministra que no descansa, Débora Giorgi, anunciando créditos por 8 mil millones de pesos para las Pyme.
Quizá el alma de este proyecto lo resume otra ministra incansable, Alicia Kirchner, cuando afirma que debemos ayudarnos solidariamente para construir no sólo obras sino también las vidas de los más humildes.
O la ministra Nilda Garré definiendo al pueblo como sujeto fundamental de la seguridad pública en un nuevo modelo de seguridad democrática, creando el Programa de Escuelas de Participación Comunitaria en Seguridad.
El plano superior y abarcador es la Patria Grande.
Lo dijo la Presidenta ante los miembros de la UNASUR que asistieron a la Conferencia inaugural del Centro de Estudios Estratégicos de la Defensa.
Su director, Alfredo Forti, definió que uno de los primeros objetivos será llenar el vacío de información oficial propia sobre los activos estratégicos de Sudamérica, en esta verdadera hora estratégica signada por la consolidación de la unidad sudamericana.
Si la realidad es la única verdad, habrá que saber disfrutarla.
Miradas al Sur, domingo 29 de mayo de 2011
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