Habló la militante, la mujer, la compañera.
Todas las mujeres, una mujer.
Siempre fue y será así, seguramente.
Pero ayer se apreciaron todas las facetas humanas y políticas en una sola voz, la de Cristina Fernández de Kirchner.
Como si fuesen los pliegues cromáticos en la paleta del pintor.
Del dolor personal al amor por el pueblo, de la indignación humana a la categoría política sobre el modelo de país.
Ocurrió en José C. Paz, allá en lo profundo del conurbano.
Y fue a partir de esas palabras de Cristina que el tablero político se sacudió de punta a punta. Como si una voz interior hiciera comprender que esta Presidenta es la Jefa de la nación, la mandataria de todos los argentinos, más allá de banderías partidarias y es, para decirlo claramente, la única garantía de gobernabilidad democrática con que cuenta el país.
El país, no tan solo el kirchnerismo.
La Argentina entró en una nueva dinámica histórica signada por la transformación cultural, a partir del modelo de país inclusivo que inauguró Néstor Kirchner y Cristina profundiza.
Esa dinámica tiene sus propias reglas y al mismo tiempo crea otras reglas sobre la marcha.
Pero hay una que es indivisible con todo cambio social: la lealtad.
Ayer estuvo en boca de la Presidenta a modo de interpelación intersectorial, más que de reclamo generalizado.
Porque la lealtad, desde la génesis misma del movimiento popular, está en el ADN de los pueblos. Son los pueblos los que la cultivaron, la abrigaron cuando hacía frío y la cuidaron cuando los perros salvajes de la dictadura entraban a morder las conciencias de muchos compatriotas.
Y es por eso que la lealtad entre el pueblo y los dirigentes que le son leales, es siempre un camino de ida y vuelta interminable.
Pasó con Yrigoyen, con Perón, con Kirchner.
Pasa hoy con Cristina.
Ayer se sacudió la modorra de quienes por descuido o complicidad, se prenden a cualquier provocación sectorial con tal de ejercer presión en defensa corporativa.
Y pasó que la vida, hablando ante miles de hombres y mujeres humildes, recordó a propios y extraños que esta dinámica histórica tiene otra regla de oro: se asienta exclusivamente sobre el conjunto del pueblo y no sobre un esquema de corporaciones.
Pero no es un gobierno neutral.
Toma partido por los más débiles, por los trabajadores, por los humildes. Reinstala al Estado en el centro de la escena para reparar viejas injusticias, devolver derechos conculcados y construir todos los derechos que sean necesarios para edificar una sociedad más justa.
En ese esquema, la única jefa representativa del pueblo, es esa mujer que ayer habló en José C. Paz.
Quien quiera oír que oiga.
El Argentino, viernes 13 de mayo de 2011
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