Ayer, al caer la tarde, habló Néstor Kirchner en la Ciudad de Buenos Aires. Y la pelea por el modelo de inclusión social y la construcción de organización popular para defenderlo, se trasladó hasta el último rincón de los barrios porteños.
También ayer, la Presidenta defendió en Ginebra, Suiza, ante la Asamblea mundial de la OIT, el valor del empleo, el vínculo laboral y el modelo de redistribución del ingreso que impulsa su gobierno.
Sin ambigüedades exhortó, desde el ejemplo concreto de la experiencia argentina, a que el mundo vuelva a girar sobre un eje que estructure la vida en base a la producción y el trabajo.
Y por que sólo el trabajo crea cultura.
Es necesario, propuso con mucha firmeza, que la OIT esté representada en el G 20, porque son los trabajadores, los empresarios y todos quienes expresen a la producción, los protagonistas del mundo nuevo que hay que alumbrar.
En tanto, aquí cerca, en Cañuelas, una investigación periodística difundida por el Canal público, ponía al descubierto al menos treinta cuerpos enterrados como “NN” en el cementerio local, asesinados de manera brutal durante la última dictadura.
El horror no es un incunable de archivo, ni un gris de ausencia en la memoria.
Para demostrar que hay crías de la serpiente en los lugares más insospechados, se supo ayer que el que fuera el médico legista de los genocidas que tiraron a esos muertos en las calles de Cañuelas, es hoy un alto funcionario de la gestión local.
Aunque duela, hay que reconocer que la infección del terrorismo de estado se coló hasta los huesos de nuestra sociedad democrática. Infectando algunos medios de comunicación, instituciones, partidos políticos, clubes, etc.
Los masacrados un día como hoy, el 16 de junio de 1955 en Plaza de Mayo, siguen abriendo los ojos para interpelarnos a través de estos otros masacrados.
Hay que detener tanto odio de los intolerantes de ayer y de siempre, los que achican la línea del horizonte hasta asfixiarnos y condenan a cadena perpetua a todos los que sueñan con un país tan grande como cabe en la esperanza de un pueblo.
Hay que animarse a sostener el brinco del futuro, no amilanarse ante el poder de fuego que exhiben los injustos, hay que avanzar hacia las utopías, hincarle el diente al pan nuestro de cada día ganado con el sudor de la frente, la de todos quienes trabajan.
No estamos tan lejos de poder hacerlo.
La reunión del espacio cultural “Carta Abierta”, con Néstor Kirchner y Carlos Heller, está mostrando algo más que un intercambio de ideas con los candidatos del Gobierno de Cristina. Está señalando un camino posible para la articulación de lo que estuvo ausente en otros procesos de cambio.
Hay que aprender a conjugar esos espacios tan necesarios. La política, la gestión de gobierno, los trabajadores, la cultura, el pensamiento, el pueblo, los sectores medios de la sociedad. Son todos espacios convocados por su propia historia a estar juntos para construir un país más justo.
Cuando se disocian no ganan los mejores, sino los peores.
Para poder hacerlo habrá que evitar consumir las mentiras de los multimedios en lo que resta de campaña electoral. No creerles prácticamente nada. Desconfiar de sus presuntas verdades. No caer en la trampa en que cayeron aquellos que, por un minuto de gloria mediática, abandonaron sus viejas y honrosas banderas y el barco colectivo que defiende como puede un destino de justicia social y profundización de la democracia en todos los frentes. Terminan sirviendo a los poderosos. Y hay vergüenzas, de las que resulta difícil volver.
No fue hace mucho tiempo cuando la llamada “flexibilización laboral” justificaba el desamparo de los trabajadores. Advierta usted el discurso de los candidatos de la derecha en sus dos versiones, el macrismo de Michetti-De Narváez y la alianza cívica radical de Prat Gay y Stolbizer, y encontrará una fiel copia de las políticas seguidas desde el menemismo hasta el 2002. No lo decimos nosotros. Lo dicen ellos. Que habrá que aplicar un ajuste, volver al FMI para endeudarnos, enfriar la economía. ¿Se acuerda de estas recetas?
Mejor que nos acordemos.
Por que sólo la memoria nos podrá hacer un pueblo de libres.
(Jorge Giles. El Argentino. 16.06.09)
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