Anunciar, como se anunció ayer, que en Pico Truncado, allá en nuestra Patagonia, se construirá el parque eólico más grande del mundo ¿no es lo mismo que decir que este país recompone sus huesos, su espina dorsal, su temple y vuelve a caminar?
Anunciar que la recaudación siguió creciendo en mayo hasta llegar a los 27.291 millones de pesos ¿no es mostrar un país que está entero en medio del temporal que azota al mundo?
Anunciar que aquí los salarios crecieron por encima de los precios y que el nivel de empleo sigue estable pese a la turbulencia mundial que causa miles de empresas quebradas y millones de nuevos desempleados ¿no es hablar de un país que resiste priorizando la producción y el trabajo de los argentinos?
Afirmar como lo hizo Néstor Kirchner en Cañuelas, que responderán con la otra mejilla ante cada golpe recibido de mano de algunos opositores ¿no es reafirmar que el odio de los intolerantes de siempre, esta vez no pasará?
Anunciar que la Cámara electoral reafirmó la validez y la legitimidad de las candidaturas bonaerenses del Frente para la Victoria ¿no es volver a avergonzarnos ante quienes a falta de ideas y propuestas, arrojan piedras y presentan impugnaciones testimoniales?
Es preciso que hundamos la mirada en la memoria del país que fuimos para responder cada pregunta.
Aquél país de la Flota Mercante, de los Ferrocarriles Argentinos, de Aerolíneas Argentinas, del sistema energético que buscaba unirnos de sur a norte, del mar a la cordillera. Y aquel otro que nos impusieron luego, cuando la pica destructiva del neoliberalismo cayó sobre el Estado para desarmarnos como nación y como pueblo, para dispersarnos, para dividirnos, para aislarnos.
Ese es el país roto y saqueado del que se está saliendo.
Es por eso que decimos que los molinos de viento sólo soplan suavemente cuando hay una historia que se reconstruye y hay tendidos eléctricos suficientes para llevar la energía a cada pueblo, a cada barrio, a cada casa.
Cuando hay un proyecto de país inclusivo, soplan todos los molinos.
La recuperación de los ahorros de los trabajadores y los jubilados de mano de las AFJP constituye una medida nítidamente estructural. Pero cuando se recupera el empleo, la producción y la conectividad de punta a punta del país, con caminos, con energía, con Aerolíneas, con obras públicas, con el mayor presupuesto de la historia en educación y ciencia, también constituyen medidas estructurales que reconstruyen nuestro mapa económico, social y cultural.
Más temprano que tarde, tendrán que venir nuevamente los trenes y los vagones a revivir los pueblos más lejanos. Vendrá una nueva Ley de Medios que permita que la democracia recupere la palabra para todos. Vendrá una América Latina integrada por todos sus costados. Vendrá una mejor y más equitativa redistribución del ingreso.
Hacia allí apunta un modelo que no se resigna a salir de la crisis sino a reconstruir un país digno.
Es preciso que este camino no entre en zona de turbulencias. Que las provocaciones de violencia que arrojan los que se quedaron sin ideas, no le ganen a los sueños colectivos.
Anunciar que el Gobernador Scioli volverá a Loberías y el diputado Rossi seguirá recorriendo Santa Fe, después de las agresiones que sufrieran, es poner al desnudo el temperamento democrático de cada dirigente.
Que Carrió y los comunicadores opositores entiendan que ya no está la dictadura ni el régimen de “libertad vigilada” de los dictadores.
Serán los patrones rurales y los opositores quienes cargarán con la responsabilidad de no azuzar más violencia. Dieron vergüenza hasta ahora con su discurso perverso.
¿No les alcanzó con la historia de sangre que a muchos de ellos rodea? ¿No aprendieron ni la mínima elección de convivencia democrática? ¿Por qué no debaten civilizadamente en lugar de arrojar piedras y huevos?
Son los dueños de los campos, algunos, pero se creen los dueños del país.
Fueron funcionarios de la dictadura, pero pretenden dar lecciones de contrato moral.
Se pelean entre ellos todo el tiempo, pero convocan a la participación y la unidad ciudadana. Causa espanto el sólo imaginar la posibilidad de retroceder hasta la pesadilla de los noventa y el estallido del 2001 y 2002.
Habrá que plantar un molino de viento en cada cuadra para construir la energía social que precisamos, esa que sirve para seguir andando hacia adelante.
Anunciar que la recaudación siguió creciendo en mayo hasta llegar a los 27.291 millones de pesos ¿no es mostrar un país que está entero en medio del temporal que azota al mundo?
Anunciar que aquí los salarios crecieron por encima de los precios y que el nivel de empleo sigue estable pese a la turbulencia mundial que causa miles de empresas quebradas y millones de nuevos desempleados ¿no es hablar de un país que resiste priorizando la producción y el trabajo de los argentinos?
Afirmar como lo hizo Néstor Kirchner en Cañuelas, que responderán con la otra mejilla ante cada golpe recibido de mano de algunos opositores ¿no es reafirmar que el odio de los intolerantes de siempre, esta vez no pasará?
Anunciar que la Cámara electoral reafirmó la validez y la legitimidad de las candidaturas bonaerenses del Frente para la Victoria ¿no es volver a avergonzarnos ante quienes a falta de ideas y propuestas, arrojan piedras y presentan impugnaciones testimoniales?
Es preciso que hundamos la mirada en la memoria del país que fuimos para responder cada pregunta.
Aquél país de la Flota Mercante, de los Ferrocarriles Argentinos, de Aerolíneas Argentinas, del sistema energético que buscaba unirnos de sur a norte, del mar a la cordillera. Y aquel otro que nos impusieron luego, cuando la pica destructiva del neoliberalismo cayó sobre el Estado para desarmarnos como nación y como pueblo, para dispersarnos, para dividirnos, para aislarnos.
Ese es el país roto y saqueado del que se está saliendo.
Es por eso que decimos que los molinos de viento sólo soplan suavemente cuando hay una historia que se reconstruye y hay tendidos eléctricos suficientes para llevar la energía a cada pueblo, a cada barrio, a cada casa.
Cuando hay un proyecto de país inclusivo, soplan todos los molinos.
La recuperación de los ahorros de los trabajadores y los jubilados de mano de las AFJP constituye una medida nítidamente estructural. Pero cuando se recupera el empleo, la producción y la conectividad de punta a punta del país, con caminos, con energía, con Aerolíneas, con obras públicas, con el mayor presupuesto de la historia en educación y ciencia, también constituyen medidas estructurales que reconstruyen nuestro mapa económico, social y cultural.
Más temprano que tarde, tendrán que venir nuevamente los trenes y los vagones a revivir los pueblos más lejanos. Vendrá una nueva Ley de Medios que permita que la democracia recupere la palabra para todos. Vendrá una América Latina integrada por todos sus costados. Vendrá una mejor y más equitativa redistribución del ingreso.
Hacia allí apunta un modelo que no se resigna a salir de la crisis sino a reconstruir un país digno.
Es preciso que este camino no entre en zona de turbulencias. Que las provocaciones de violencia que arrojan los que se quedaron sin ideas, no le ganen a los sueños colectivos.
Anunciar que el Gobernador Scioli volverá a Loberías y el diputado Rossi seguirá recorriendo Santa Fe, después de las agresiones que sufrieran, es poner al desnudo el temperamento democrático de cada dirigente.
Que Carrió y los comunicadores opositores entiendan que ya no está la dictadura ni el régimen de “libertad vigilada” de los dictadores.
Serán los patrones rurales y los opositores quienes cargarán con la responsabilidad de no azuzar más violencia. Dieron vergüenza hasta ahora con su discurso perverso.
¿No les alcanzó con la historia de sangre que a muchos de ellos rodea? ¿No aprendieron ni la mínima elección de convivencia democrática? ¿Por qué no debaten civilizadamente en lugar de arrojar piedras y huevos?
Son los dueños de los campos, algunos, pero se creen los dueños del país.
Fueron funcionarios de la dictadura, pero pretenden dar lecciones de contrato moral.
Se pelean entre ellos todo el tiempo, pero convocan a la participación y la unidad ciudadana. Causa espanto el sólo imaginar la posibilidad de retroceder hasta la pesadilla de los noventa y el estallido del 2001 y 2002.
Habrá que plantar un molino de viento en cada cuadra para construir la energía social que precisamos, esa que sirve para seguir andando hacia adelante.
(Jorge Giles - El Argentino, 2.06.09)
1 comentario:
es inútil esperar que estos tipos se arrepientan de sus acciones o reflexionen sobre sus dichos, creo que igualmente la historia los borrará del mapa,
un abrazo cumpa
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