domingo, 14 de junio de 2009

Para comprender todo lo que se pone en juego en estas próximas elecciones, habrá que ir muy atrás en la historia y entender que los movimientos populares siempre procesan las contradicciones y conflictos irresueltos del país, a través de un cuadro de situación de doble entrada, que los impacta en su propio centro de gravedad.
Una entrada que procesa las contradicciones del país en su conjunto y otra, que resuelve las del propio movimiento popular.
Las relaciones de fuerza en cada etapa, pondrán el signo distintivo.
Será Scalabrini Ortiz quien más temprano advirtió este proceso a mitad del siglo XX. Lo seguirían Cooke, Hernandez Arregui y otros pensadores nacionales, preocupados en fortalecer una de las vertientes de esa situación, la nacional y popular, denunciando en consecuencia, a los factores encargados de colonizar el desarrollo del pensamiento autónomo.
Fueron y siguen siendo diversos los actores del progresismo político que acompañan, desde su propia identidad, este dato insoslayable en la historia de los movimientos populares en la Argentina. Otros, lamentablemente no.
Hay una nación y un movimiento liberador, inconclusos. Ambos se corresponden y condicionan mutuamente, en la búsqueda de una resolución victoriosa.
Tanto la voluntad política expresada por el gobierno popular como la que dirige el espacio social que lo acompaña, determinan la estrategia para la construcción de esa resolución. Lo que no suma a esta dirección, contribuye inexcusablemente a su debilitamiento.
En este marco conceptual, es que decimos que el 28 de junio será una batalla cultural estratégica.
Importan y mucho las batallas por las cosas cotidianas, por el empleo y la producción, por la soberanía. Pero, es la propia cultura la que triunfará con los candidatos que representan el modelo de país que gobierna. O será la derrota de valores culturales recuperados, la que acontecerá si sucede lo imprevisto.
Cuando muchos, como Carlos Heller, afirman que “si al gobierno le va mal, viene el macrismo y la derecha”, no están utilizando una tarjeta de campaña.
Están poniendo blanco sobre negro las consecuencias de un resultado u otro.
Ya sabemos que los actores del pasado, del signo que fueran, acechan sobre el cuello de un proyecto que, con sus luces y sombras, recuperó el valor de la política, de los derechos humanos, del trabajo, de la unidad latinoamericana, del Estado regulador.
Con prontuarios incluidos, la oposición de derecha se ubica en las antípodas de este camino recuperado.
Habrá que recordarlo cuando llegue la hora de concurrir a ensobrar el destino colectivo y ponerlo en una urna de la democracia.



(Jorge Giles, Miradas al Sur. 14.06.09)

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