Fue un 24 de Marzo distinto a otros. Por la masiva convocatoria al acto en la Plaza de Mayo y a la ex Esma, con la participación ampliamente mayoritaria de las columnas juveniles. Por el protagonismo bullanguero y expresivo de las columnas de agrupaciones peronistas y de izquierda que compartieron la marcha armoniosamente, salvo algunas escaramuzas propias de los actos masivos. Por el coro alegre de los manifestantes saludando la ratificación de la condena a cadena perpetua del ex comisario Etchecolatz, el anteproyecto de ley presentado por el Gobierno nacional para reemplazar la ley de radiodifusión de la dictadura y con mucha gracia y ritmo, las consignas contra el lock out patronal de los sojeros.
No se cantó a la muerte. Y estaban reclamando junto a las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, por memoria, verdad y justicia para 30 mil desaparecidos. Todo un acto de civismo y cultura popular del que debieran aprender los ricos y famosos que alentados por algunos medios, celebran la pena de muerte.
Al interior de las gruesas columnas, el comentario predominante era la caída vertical del apoyo social a los ruralistas. Cuando se acercó el historiador Norberto Galasso a la Avenida de Mayo, los jóvenes peronistas rompieron filas para saludarlo y pedirle su opinión sobre la coyuntura.
Fue una asamblea abierta la que siguió. Nos quedaron grabadas algunas reflexiones de esa muchachada. “Si los ruralistas dicen que en estas condiciones producir soja no les conviene ¿por qué no cambian de cultivo o porque no diversifican su producción?” “¿Por qué tenemos que exportar granos de soja cuando podemos agregar mano de obra y exportar mayor cantidad de carne de chancho, pollos, alimentos manufacturados?” Las preguntas se multiplicaban “¿Tan mal se vivía en el campo antes de la soja transgénica?” “¿Qué producía antes la Argentina?” “¿Podemos creer que es mejor que el gobierno les entregue el dinero a los patrones rurales antes que a las provincias y los municipios?”
Mientras haya jóvenes movilizados y preocupados por la suerte del país, esta nación tiene destino. Ahora se descubrió la verdad. Quieren quedarse con toda la renta de la soja. No hace falta agredir ni mentir ni cortar rutas para llegar a convencer a nadie. Tampoco es necesario que le digan “atorranta” a la diputada Bulrrich ni pintar en la casa de Carrió “cómplice de la dictadura”. Hay que dialogar en paz. Los problemas sectoriales se dirimen en paritarias o mesas de negociación. Pero las diferencias de modelos de país, se dirimen en las urnas. No deben alterar la paz social, nunca más. Mientras tanto, recordemos que el cultivo de soja transgénica ocupa más del 50% de la producción de granos y el 55% de la superficie agrícola. Actualmente tenemos más de 17 millones de has sembradas con soja transgénica, gracias a los oficios de Felipe Solá y Carlos Menem en los noventa, autorizando la liberación de ese cultivo. Para que llegue a estos niveles de expansión debió desplazar a la ganadería, a la horticultura, a la apicultura, a la producción familiar, a los montes frutales, al girasol, al maíz, al algodón, a la batata, a la papa, etc. Es decir que la superficie sojizada creció a costa de desplazar otras producciones y también al bosque nativo. Hemos dejado de ser un país productor de alimentos para convertirnos en un país productor de forraje para Asia y Europa. Es falsa esa muletilla que algunos repiten como loros “Argentina produce alimentos para 300 millones de personas”., el país está obligado a importar productos alimenticios que antes producíamos en las tierras invadidas por la soja RR. Los argentinos necesitamos leche, verdura, miel, hortalizas. Y que vuelvan al campo los 180.000 productores desplazados por la soja entre 1990-2002. Es trágica la ecuación: 500 has de soja RR generan un puesto de trabajo; 100 has de agricultura familiar generan 35 puestos de trabajo. ¿Quién expulsa a los trabajadores del campo? ¿Las retenciones o el monocultivo de soja?
Del granero del mundo, en el primer centenario, a la republiqueta sojera, del segundo, pobreza mediante. Ese es el modelo que hay que dejar atrás, para que la Argentina se convierta definitivamente en un país desarrollado, industrial, diversificado y por sobre todo, un país donde entremos todos.
No se cantó a la muerte. Y estaban reclamando junto a las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, por memoria, verdad y justicia para 30 mil desaparecidos. Todo un acto de civismo y cultura popular del que debieran aprender los ricos y famosos que alentados por algunos medios, celebran la pena de muerte.
Al interior de las gruesas columnas, el comentario predominante era la caída vertical del apoyo social a los ruralistas. Cuando se acercó el historiador Norberto Galasso a la Avenida de Mayo, los jóvenes peronistas rompieron filas para saludarlo y pedirle su opinión sobre la coyuntura.
Fue una asamblea abierta la que siguió. Nos quedaron grabadas algunas reflexiones de esa muchachada. “Si los ruralistas dicen que en estas condiciones producir soja no les conviene ¿por qué no cambian de cultivo o porque no diversifican su producción?” “¿Por qué tenemos que exportar granos de soja cuando podemos agregar mano de obra y exportar mayor cantidad de carne de chancho, pollos, alimentos manufacturados?” Las preguntas se multiplicaban “¿Tan mal se vivía en el campo antes de la soja transgénica?” “¿Qué producía antes la Argentina?” “¿Podemos creer que es mejor que el gobierno les entregue el dinero a los patrones rurales antes que a las provincias y los municipios?”
Mientras haya jóvenes movilizados y preocupados por la suerte del país, esta nación tiene destino. Ahora se descubrió la verdad. Quieren quedarse con toda la renta de la soja. No hace falta agredir ni mentir ni cortar rutas para llegar a convencer a nadie. Tampoco es necesario que le digan “atorranta” a la diputada Bulrrich ni pintar en la casa de Carrió “cómplice de la dictadura”. Hay que dialogar en paz. Los problemas sectoriales se dirimen en paritarias o mesas de negociación. Pero las diferencias de modelos de país, se dirimen en las urnas. No deben alterar la paz social, nunca más. Mientras tanto, recordemos que el cultivo de soja transgénica ocupa más del 50% de la producción de granos y el 55% de la superficie agrícola. Actualmente tenemos más de 17 millones de has sembradas con soja transgénica, gracias a los oficios de Felipe Solá y Carlos Menem en los noventa, autorizando la liberación de ese cultivo. Para que llegue a estos niveles de expansión debió desplazar a la ganadería, a la horticultura, a la apicultura, a la producción familiar, a los montes frutales, al girasol, al maíz, al algodón, a la batata, a la papa, etc. Es decir que la superficie sojizada creció a costa de desplazar otras producciones y también al bosque nativo. Hemos dejado de ser un país productor de alimentos para convertirnos en un país productor de forraje para Asia y Europa. Es falsa esa muletilla que algunos repiten como loros “Argentina produce alimentos para 300 millones de personas”., el país está obligado a importar productos alimenticios que antes producíamos en las tierras invadidas por la soja RR. Los argentinos necesitamos leche, verdura, miel, hortalizas. Y que vuelvan al campo los 180.000 productores desplazados por la soja entre 1990-2002. Es trágica la ecuación: 500 has de soja RR generan un puesto de trabajo; 100 has de agricultura familiar generan 35 puestos de trabajo. ¿Quién expulsa a los trabajadores del campo? ¿Las retenciones o el monocultivo de soja?
Del granero del mundo, en el primer centenario, a la republiqueta sojera, del segundo, pobreza mediante. Ese es el modelo que hay que dejar atrás, para que la Argentina se convierta definitivamente en un país desarrollado, industrial, diversificado y por sobre todo, un país donde entremos todos.
(El Argentino. 25-03-09)
2 comentarios:
si algunos no quieren entrar pacíficamente, los vamos a tener que rajar a patadas
Creo que igualmente deberían ser escuchados,no entendidos "escuchados" es una verguenza que en un país de crecimiento constante y de produccción no se escuche a los que trabajan.Simplemente eso.
Publicar un comentario