El Gobierno apuró el futuro y cambió el escenario político. En una decisión de carácter estratégico, adelantó la convocatoria a la ciudadanía, para que se exprese libre y democráticamente con su voto. El Congreso, con su última palabra, hará posible que en quince domingos más, se elijan diputados y senadores nacionales, en una contienda donde, guste o no, se plebiscitará el modelo de gestión gobernante. La crisis mundial y los profundos interrogantes que provoca, aceleraron la decisión.
Parte de la oposición, la que pronosticaba la caída vertical de la popularidad del Gobierno y que poco o nada de interés exhibía por las consecuencias letales de esa crisis, puso el grito en el cielo. Son los que siguen concibiendo la institucionalidad desde otros vectores diferentes a la política. O desde los medios, o el FMI, o el poroteo liso y llano de las sectas y los punteros tradicionales.
Pero hay otras razones que explican la decisión oficial y que intentaremos develar aquí.
Además de la puja por la redistribución del ingreso, para el Gobierno el principal punto de tensión, está puesto desde hace unos meses, en amurallar las defensas del país en vísperas de la caída sobre nuestras costas de los primeros escombros lanzados por la crisis mundial. Trata de sostener y profundizar las metas económicas y sociales alcanzadas, apurando la marcha hacia aquellas medidas estructurales que fortalezcan y consoliden el proyecto estratégico que impulsa desde el 2003. En este contexto, adelantar las elecciones para fines de junio, lejos de ser una medida aislada, es un punto del mismo bordado con que teje la defensa del empleo y el consumo interno, mientras establece políticas de intercambio y unidad con América Latina y otros países, a los que habrá que sumar los temas abordados en la reciente conversación telefónica mantenida entre la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el Presidente Barack Obama, el pasado viernes. Expresa también la capacidad de iniciativa del gobierno para administrar la carga de energía que precisa invertir en un año tormentoso para el mundo entero.
En un año electoral, quiere abordar un amenazante segundo semestre, con el mayor sosiego político posible para la sociedad. Resuelve la ecuación y la complejidad de la etapa convocando al voto popular; no al miedo, ni a la represión, ni al autismo, ni al fatalismo ni a los “superpoderes”. Al voto popular.
El gobierno transpira sus días con el apremio de robustecer las filas de un Estado que mientras se reconstruye, enfrenta las consecuencias de una crisis que le es ajena, pero que impacta sobre todo el planeta. Pese a semejante marco, la oposición busca irresponsablemente el desgaste del gobierno, usando para ello el largo conflicto con la patronal rural e invirtiendo todo su esfuerzo en esmerilar la credibilidad social en el gobierno democrático. Ese maridaje se mostró en el acto de la Mesa de enlace con dirigentes opositores realizado el jueves anterior en la ciudad de Córdoba. Allí, donde Hugo Biolcatti tronó la vieja consigna de la derecha nativa: “Aprendan a votar”. Demostraron con toda elocuencia, que no les bastó que la Presidenta de la Nación se haya involucrado personalmente para expresar la voluntad de concilio y acuerdos posibles en medio de esta situación. Tampoco les bastó que el gobierno acceda a prácticamente todos los reclamos de los empresarios rurales, salvo la anulación de las retenciones a la soja. En verdad, su estrategia de campaña es el desgaste contra un modelo que pone el acento mayor en la redistribución del ingreso. Y para ellos, la riqueza concentrada tiene un cartel de “prohibido pasar”.
Con este cuadro internacional, más los elementos locales antes apuntados, el gobierno llegó a la conclusión que no se podía dilapidar esfuerzos durante todo un año, en un desfile electoral que culminaba recién en el final de octubre. La noche del jueves, la Presidenta expuso ante los jefes de las bancadas oficialistas en el Congreso, y otros funcionarios presentes, las razones de su desvelo.
“Elecciones desdobladas desde marzo a octubre. Una larga fiesta de la democracia, bajo vientos huracanados”… “¿No les parece suicida y hasta obsceno que mientras arde el mundo, en vez de trabajar para la cohesión social, la solidaridad y la unidad nacional, estemos asistiendo al triste espectáculo de sectores que hacen de cada tema, de cada conflicto, una emboscada contra las instituciones democráticas?” Había llegado la hora de tomar una decisión en el más alto nivel de responsabilidad política. Hasta altas horas de esa noche, la Presidente consultó telefónicamente a los gobernadores. Seres políticos al fin, repasaron todas las argumentaciones posibles de los sectores opositores y de los grandes medios de comunicación que mantienen su confrontación con el gobierno, los que diagnostican la baja pronunciada de la imagen del gobierno, la diáspora de dirigentes y legisladores, la debilidad de las fuerzas oficialistas en el terreno electoral, los que auguran, hasta ahora, una segura derrota electoral del oficialismo. Sin embargo, pudo más la responsabilidad del gobernante por sobre cualquier especulación de tipo partidario. Contra todo lo que dicen y escriben, prevaleció la convocatoria al pueblo, antes que detenerse a elucubrar partidariamente sobre la propia suerte.
El revuelo provocado es gratificante para la democracia. Es la política la que está en el centro de la escena. El debate atraviesa a todas las fuerzas, divide algunas opiniones, articula otras, estimulando a discutir el proyecto de país que precisamos los argentinos. En este contexto, son muchos los que piensan que es bueno que Néstor Kirchner esté al frente de esta ola ondulante que generó la Presidenta. Ya se verá.
La oposición quedó desnuda. Con voces que, a disgusto, aceptan la iniciativa y otras que sufren de vértigo electoral, aunque no lo acepten en público. Lo que es una paradoja de parte de opositores que se regodeaban hasta hoy discurriendo sobre el poskirchnerismo. No deberían temer quienes hasta ayer pronosticaban su triunfo. Y si no les alcanzan tres meses para organizarse electoralmente, deberían reflexionar seriamente sobre sus condiciones para gobernar.
En los próximos días, cada fuerza democrática alistará, organizará y mostrará todo su caudal representativo. Los que se identifican con el Gobierno, además, deberán sostener el timón del Estado, en medio de un mar que anuncia tempestades. El pueblo sabe votar. No hay nada que temer. La utopía de un país más justo, siempre sale de rondas por las calles cuando el pueblo vota. Y es bueno para todos que ello suceda.
(Miradas al Sur. 15.02.09)
Parte de la oposición, la que pronosticaba la caída vertical de la popularidad del Gobierno y que poco o nada de interés exhibía por las consecuencias letales de esa crisis, puso el grito en el cielo. Son los que siguen concibiendo la institucionalidad desde otros vectores diferentes a la política. O desde los medios, o el FMI, o el poroteo liso y llano de las sectas y los punteros tradicionales.
Pero hay otras razones que explican la decisión oficial y que intentaremos develar aquí.
Además de la puja por la redistribución del ingreso, para el Gobierno el principal punto de tensión, está puesto desde hace unos meses, en amurallar las defensas del país en vísperas de la caída sobre nuestras costas de los primeros escombros lanzados por la crisis mundial. Trata de sostener y profundizar las metas económicas y sociales alcanzadas, apurando la marcha hacia aquellas medidas estructurales que fortalezcan y consoliden el proyecto estratégico que impulsa desde el 2003. En este contexto, adelantar las elecciones para fines de junio, lejos de ser una medida aislada, es un punto del mismo bordado con que teje la defensa del empleo y el consumo interno, mientras establece políticas de intercambio y unidad con América Latina y otros países, a los que habrá que sumar los temas abordados en la reciente conversación telefónica mantenida entre la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el Presidente Barack Obama, el pasado viernes. Expresa también la capacidad de iniciativa del gobierno para administrar la carga de energía que precisa invertir en un año tormentoso para el mundo entero.
En un año electoral, quiere abordar un amenazante segundo semestre, con el mayor sosiego político posible para la sociedad. Resuelve la ecuación y la complejidad de la etapa convocando al voto popular; no al miedo, ni a la represión, ni al autismo, ni al fatalismo ni a los “superpoderes”. Al voto popular.
El gobierno transpira sus días con el apremio de robustecer las filas de un Estado que mientras se reconstruye, enfrenta las consecuencias de una crisis que le es ajena, pero que impacta sobre todo el planeta. Pese a semejante marco, la oposición busca irresponsablemente el desgaste del gobierno, usando para ello el largo conflicto con la patronal rural e invirtiendo todo su esfuerzo en esmerilar la credibilidad social en el gobierno democrático. Ese maridaje se mostró en el acto de la Mesa de enlace con dirigentes opositores realizado el jueves anterior en la ciudad de Córdoba. Allí, donde Hugo Biolcatti tronó la vieja consigna de la derecha nativa: “Aprendan a votar”. Demostraron con toda elocuencia, que no les bastó que la Presidenta de la Nación se haya involucrado personalmente para expresar la voluntad de concilio y acuerdos posibles en medio de esta situación. Tampoco les bastó que el gobierno acceda a prácticamente todos los reclamos de los empresarios rurales, salvo la anulación de las retenciones a la soja. En verdad, su estrategia de campaña es el desgaste contra un modelo que pone el acento mayor en la redistribución del ingreso. Y para ellos, la riqueza concentrada tiene un cartel de “prohibido pasar”.
Con este cuadro internacional, más los elementos locales antes apuntados, el gobierno llegó a la conclusión que no se podía dilapidar esfuerzos durante todo un año, en un desfile electoral que culminaba recién en el final de octubre. La noche del jueves, la Presidenta expuso ante los jefes de las bancadas oficialistas en el Congreso, y otros funcionarios presentes, las razones de su desvelo.
“Elecciones desdobladas desde marzo a octubre. Una larga fiesta de la democracia, bajo vientos huracanados”… “¿No les parece suicida y hasta obsceno que mientras arde el mundo, en vez de trabajar para la cohesión social, la solidaridad y la unidad nacional, estemos asistiendo al triste espectáculo de sectores que hacen de cada tema, de cada conflicto, una emboscada contra las instituciones democráticas?” Había llegado la hora de tomar una decisión en el más alto nivel de responsabilidad política. Hasta altas horas de esa noche, la Presidente consultó telefónicamente a los gobernadores. Seres políticos al fin, repasaron todas las argumentaciones posibles de los sectores opositores y de los grandes medios de comunicación que mantienen su confrontación con el gobierno, los que diagnostican la baja pronunciada de la imagen del gobierno, la diáspora de dirigentes y legisladores, la debilidad de las fuerzas oficialistas en el terreno electoral, los que auguran, hasta ahora, una segura derrota electoral del oficialismo. Sin embargo, pudo más la responsabilidad del gobernante por sobre cualquier especulación de tipo partidario. Contra todo lo que dicen y escriben, prevaleció la convocatoria al pueblo, antes que detenerse a elucubrar partidariamente sobre la propia suerte.
El revuelo provocado es gratificante para la democracia. Es la política la que está en el centro de la escena. El debate atraviesa a todas las fuerzas, divide algunas opiniones, articula otras, estimulando a discutir el proyecto de país que precisamos los argentinos. En este contexto, son muchos los que piensan que es bueno que Néstor Kirchner esté al frente de esta ola ondulante que generó la Presidenta. Ya se verá.
La oposición quedó desnuda. Con voces que, a disgusto, aceptan la iniciativa y otras que sufren de vértigo electoral, aunque no lo acepten en público. Lo que es una paradoja de parte de opositores que se regodeaban hasta hoy discurriendo sobre el poskirchnerismo. No deberían temer quienes hasta ayer pronosticaban su triunfo. Y si no les alcanzan tres meses para organizarse electoralmente, deberían reflexionar seriamente sobre sus condiciones para gobernar.
En los próximos días, cada fuerza democrática alistará, organizará y mostrará todo su caudal representativo. Los que se identifican con el Gobierno, además, deberán sostener el timón del Estado, en medio de un mar que anuncia tempestades. El pueblo sabe votar. No hay nada que temer. La utopía de un país más justo, siempre sale de rondas por las calles cuando el pueblo vota. Y es bueno para todos que ello suceda.
(Miradas al Sur. 15.02.09)
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