domingo, 22 de marzo de 2009

LOS CAMINOS DEL MERCOSUR

La derecha nativa no cambia de manual ni con el paso del tiempo. Está ejecutando una maniobra envolvente sobre el gobierno de la democracia, combinando un nuevo lock- out patronal de la Mesa de enlace, con la convocatoria a deslegitimar al gobierno que hicieron Mauricio Macri y Elisa Carrió. Se saben débiles y por eso apuran la agitación con el llamado de los ruralistas entrerrianos a “incendiar el país”, atropellando a una periodista en Tucumán y bajando los últimos lienzos de Carrió y Gerardo Morales cuando afirman que “no tendremos problemas en defender a los grandes grupos económicos si es para defender la libertad de prensa”. Se cayeron las máscaras. No llevan bidones de agua bendita a los cortes, sino de gasolina. Uno de ellos, Pedro Apaolaza, titular de Carbap, admirador confeso de genocidas, debe comparecer ante la justicia por presuntos delitos de asociación ilícita, fraude y malversación de caudales públicos cometidos presuntamente cuando fuera interventor del Mercado Central en tiempos menemistas. Es uno de los dirigentes rurales llamados “combativos”.
La guerra injusta que declaran es por no querer compartir las retenciones a la poderosa soja, con los que más lo necesitan en las provincias y en los municipios. Se dicen empobrecidos y guardan en sus bolsas más de 9 millones de toneladas por valor de 2.300 millones de dólares. Leyó bien. ¿O será el fondo de huelga sojero?
La decisión gubernamental de profundizar el actual modelo de redistribución del ingreso, les resulta inaceptable. “No queremos ser Cuba ni Venezuela” dijeron a coro con De Angeli. Está claro porqué se oponen a todo. La ley de la democracia que reemplazará a la ley de radiodifusión de la dictadura, los junta en el odio y el rechazo.
Mientras, el mundo continúa crujiendo.
La caída vertical provocada por el derrumbe del neoliberalismo, ya afecta a todos los países. La crisis seguirá hasta que alumbren los nuevos paradigmas que reemplacen definitivamente aquellos que se impusieron en el pasado. Ningún fondeo a bancos ni parches de coyuntura serán suficientes. Hay que cambiar el mundo que se rompió, por otro mundo distinto. Todos los instrumentos que rigieron hasta el presente, están agotados. Sus lógicas son tan anacrónicas, como Vargas Llosa.
El unilateralismo, los organismos financieros, las Naciones Unidas, el monopolio de las comunicaciones, son todos órganos vetustos del viejo orden.
Entramos a una etapa inédita en la historia de nuestras naciones, recorriendo el camino inverso que recorrió Latinoamérica tras la división del continente. La asociación estratégica entre Brasil y Argentina, garantiza este creciente proceso de unidad sudamericana. Es un buen augurio para el desarrollo solidario y soberano de la región.
Pero el nuevo orden de la democracia inclusiva, se topa a cada paso, con la resistencia de los viejos factores de poder.
En San Pablo, los Presidentes, Lula y Cristina, afianzaban la unidad del MERCOSUR, y al mismo tiempo en Entre Ríos, los patrones rurales cortaban en sentido opuesto la ruta 14, llamada ruta del MERCOSUR. Todo un símbolo cruel de un conflicto de más de100 años, no de un año como sugiere una primera lectura. El modelo agro exportador, de producción primaria sin manufactura, siempre resiste a los cambios. Está expresado por un sector de clase que se distingue por su voracidad hegemónica y excluyente, a diferencia del modelo inclusivo que asienta su columna en la industrialización de los productos primarios, en el desarrollo económico de todas sus regiones, pero que no excluye a ningún sector social sino que, en la reconversión y la diversidad productiva, estimula la integración de todos.
El Gobierno evita la encerrona que le tienden, articulando las condiciones que permitan transformar el país, privilegiando a los más desprotegidos. Si accediera a las pretensiones de la patronal sojera, todo volvería a la normalidad del viejo modelo de país primario. Hay que insistir en la pedagogía de reafirmar que en la resolución de este conflicto está el país que los argentinos tendremos en los próximos 50 años. Se enriquecieron durante la década menemista y bufan en sus manifestaciones, por no contar ni con la infantería del “coronel Cañones”. Hoy están en operaciones, dirigidos y alentados por los multimedios. Son los responsables en primer grado, de la violencia ejercida por quienes cortan las rutas a niños, ancianos, enfermos, hombres y mujeres.
En esta resistencia al cambio, utilizan todas las fuerzas disponibles. No se guardan reservas. Salieron todos a embestir contra la sociedad. Las editoriales de los principales medios de difusión son verdaderas proclamas corporativas. Así en los diarios, en las radios, en la televisión. Expresan con elocuencia los intereses de sus mandantes, los que en nombre del mercado impusieron un modelo de exclusión en la Argentina, buscando meter miedo y desconcierto.
Con este antagonismo manifiesto, es inteligente el adelantamiento de las elecciones ya que es la única forma pacífica que hay en la democracia para resolver diferencias tan profundas. Es la sociedad la que, por el voto de las mayorías, decidirá el rumbo a seguir.
Los sectores medios, profesionales, pequeños y medianos empresarios, trabajadores calificados, del arte y la cultura, se encuentran nuevamente en una encrucijada histórica. La encerrona también es para ellos. O se alían a esos viejos factores del poder o deciden acompañar y protagonizar la profundización del modelo de desarrollo económico con inclusión social. Es necesario abrir el debate sobre los modelos en disputa. No están en juego estilos y modales. Sino el modelo de país que vamos a elegir para el siglo recién nacido.
Es cierto que el movimiento popular sigue siendo un gigante miope e invertebrado, pero le alcanza para caminar sin volver atrás. Serán meses calientes los que vengan, pese al otoño del calendario.
Nada le será aceptado al gobierno por parte de una oposición que le disputa la Casa Rosada, no las bancas parlamentarias. Si el Pacto de la Moncloa en España, fue para salir de la dictadura fascista de Francisco Franco, este pacto de haraganeo al que aspira Macri es para volver al modelo de los dictadores. Porque cuando dice “reparar lo realizado por el gobierno de los Kirchner”, está diciendo, entre otras cosas, desandar la política de derechos humanos y las medidas económicas que favorecen el empleo y la producción.
No habrá nada que temer. Esta vez, deciden los ciudadanos, sin necesidad de proclamas destituyentes. Hay memoria colectiva. Y esa es la diferencia.


(Miradas al Sur. 22.03.09)

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