Usted, como yo, como tantos, por momentos, no paramos de girar en el aire preguntando por la próxima estación para poder bajar a estirar las piernas y tomarnos un respiro bien ganado. Las noticias se suceden con un ritmo enloquecedor. Y lo es, seguramente, si la que nos informa es la televisión del desencanto, la del “se pudre todo”, la del “otro lunes negro en las bolsas del mundo”, la del “se caen las gigantes automotrices”.
Me enfermo de dengue a cada rato. Me muero asesinado en una esquina cualquiera. Me cobran retenciones a la esperanza. Me descubren la soja que no tengo ni quiero tener escondida en los campos que tampoco tengo.
Es el rosario que nos venden a diario.
Y por si fuera poco, la Presidenta está en Qatar y el que nos preside se llama Julio Cleto Cobos. ¿Qué hicimos para merecer tantos males juntos?
Pero hagamos el intento de vivir la vida como es.
Quizás sea posible tener la cordura y la inteligencia de escuchar que lo del dengue es cosa seria, pero que es controlable si tenemos al Estado del lado de la gente y en contra del mosquito. Dicen los médicos que el peor remedio es la desesperación. Como en cualquier emergencia; habrá que escuchar con atención los consejos sanitarios para saber prevenir.
La desesperación siempre nos hace salir por “la puerta 12”.
Las automotrices, si caen, causarán miles y miles de despidos y las caídas de las bolsas en Nueva York y en Europa, convertirán en polvo a más bancos y financieras y que todo eso junto, causará mucho dolor. Y todo lo que duele a los seres humanos nos duele a nosotros. Pero haciendo esa salvedad del humanismo que nos cabe, habrá que saber que en la Argentina no hay automotrices gigantes, por ejemplo, y que la economía nacional en general, tiene el aguante de las murallas que se construyeron en los últimos años. ¿Porqué dejarse llevar, entonces, por los mensajes apocalípticos cuando por primera vez en cien años son más los países que claman por la vuelta de un Estado solidario?
Se derrumbó el mundo que conocimos hasta ahora. Vaya con la novedad. Pero nosotros que veníamos ya derrumbados de antes del 2003, en apenas un puñado de días producimos un cúmulo de noticias que van, desde la Selección ganando 4 a 0 hasta la firma de un convenio bilateral con China por un valor equivalente a 10 mil millones de dólares. Suceden cosas muy profundas a cada instante. Sólo hay que saber apreciarlas. Sigamos. Se dice con propiedad, que estamos ya ante la más grave crisis planetaria provocada por el derrumbe de Wall Street, esa capital mundial del egoísmo que no termina de exhalar su último aliento. Los temblores se empiezan a sentir hasta en la isla “Utopía” de Tomás Moro. ¿Alguien puede creer que se salvará solo de semejante estruendo?.
Como la respuesta es la esperada, deberá entenderse, para decirlo sin “pecar” de argentinidad, que hace muy bien el Presidente Lula invitando a la Presidenta Cristina a consolidar la unidad, concretando acuerdos comerciales y energéticos de una magnitud inédita en la historia de la relación entre ambos países. Que hace muy bien Lula en valorar públicamente el mensaje de Cristina en la Cumbre Progresista realizada en Chile de la que ambos forman parte. Que hace muy bien Lula en participar con nuestra Presidenta en la Cumbre Sur- Sur que vuelve a juntar a las dos regiones más desiguales, más empobrecidas pero al mismo tiempo más potencialmente ricas del mundo: América del Sur y el Mundo Árabe. Que hacen muy bien en preparar juntos, su participación en la próxima Cumbre del G-20, la que reúne a los 20 países más importantes del planeta.
De todos estos eventos saldrá el humo blanco del nuevo mundo que hay que construir. El ajuste eterno, las leyes santificadas del mercado, el discurso filo fascista, el unilateralismo del Norte, son parte del combo que habrá que envolver con amianto antes de llevarlo al museo de la historia. Por si acaso, para que no quemen a nadie.
Mientras ese Norte imperial se derrumba, este Sur del que formamos parte, propone a la humanidad más democracia, más Estado, más voces plurales en las comunicaciones, más empleo y producción, más alimentos manufacturados, más soberanía sobre Malvinas, más educación, más aumentos salariales, más multilateralismo, más equidad.
Y esta vez, la historia sopla a favor de los pueblos.
Como vimos, no todo es desesperanza, como dicen algunos opositores y algunos periodistas que se perdieron en la neblina. Amanece un mundo mejor, aunque no quieran.
Me enfermo de dengue a cada rato. Me muero asesinado en una esquina cualquiera. Me cobran retenciones a la esperanza. Me descubren la soja que no tengo ni quiero tener escondida en los campos que tampoco tengo.
Es el rosario que nos venden a diario.
Y por si fuera poco, la Presidenta está en Qatar y el que nos preside se llama Julio Cleto Cobos. ¿Qué hicimos para merecer tantos males juntos?
Pero hagamos el intento de vivir la vida como es.
Quizás sea posible tener la cordura y la inteligencia de escuchar que lo del dengue es cosa seria, pero que es controlable si tenemos al Estado del lado de la gente y en contra del mosquito. Dicen los médicos que el peor remedio es la desesperación. Como en cualquier emergencia; habrá que escuchar con atención los consejos sanitarios para saber prevenir.
La desesperación siempre nos hace salir por “la puerta 12”.
Las automotrices, si caen, causarán miles y miles de despidos y las caídas de las bolsas en Nueva York y en Europa, convertirán en polvo a más bancos y financieras y que todo eso junto, causará mucho dolor. Y todo lo que duele a los seres humanos nos duele a nosotros. Pero haciendo esa salvedad del humanismo que nos cabe, habrá que saber que en la Argentina no hay automotrices gigantes, por ejemplo, y que la economía nacional en general, tiene el aguante de las murallas que se construyeron en los últimos años. ¿Porqué dejarse llevar, entonces, por los mensajes apocalípticos cuando por primera vez en cien años son más los países que claman por la vuelta de un Estado solidario?
Se derrumbó el mundo que conocimos hasta ahora. Vaya con la novedad. Pero nosotros que veníamos ya derrumbados de antes del 2003, en apenas un puñado de días producimos un cúmulo de noticias que van, desde la Selección ganando 4 a 0 hasta la firma de un convenio bilateral con China por un valor equivalente a 10 mil millones de dólares. Suceden cosas muy profundas a cada instante. Sólo hay que saber apreciarlas. Sigamos. Se dice con propiedad, que estamos ya ante la más grave crisis planetaria provocada por el derrumbe de Wall Street, esa capital mundial del egoísmo que no termina de exhalar su último aliento. Los temblores se empiezan a sentir hasta en la isla “Utopía” de Tomás Moro. ¿Alguien puede creer que se salvará solo de semejante estruendo?.
Como la respuesta es la esperada, deberá entenderse, para decirlo sin “pecar” de argentinidad, que hace muy bien el Presidente Lula invitando a la Presidenta Cristina a consolidar la unidad, concretando acuerdos comerciales y energéticos de una magnitud inédita en la historia de la relación entre ambos países. Que hace muy bien Lula en valorar públicamente el mensaje de Cristina en la Cumbre Progresista realizada en Chile de la que ambos forman parte. Que hace muy bien Lula en participar con nuestra Presidenta en la Cumbre Sur- Sur que vuelve a juntar a las dos regiones más desiguales, más empobrecidas pero al mismo tiempo más potencialmente ricas del mundo: América del Sur y el Mundo Árabe. Que hacen muy bien en preparar juntos, su participación en la próxima Cumbre del G-20, la que reúne a los 20 países más importantes del planeta.
De todos estos eventos saldrá el humo blanco del nuevo mundo que hay que construir. El ajuste eterno, las leyes santificadas del mercado, el discurso filo fascista, el unilateralismo del Norte, son parte del combo que habrá que envolver con amianto antes de llevarlo al museo de la historia. Por si acaso, para que no quemen a nadie.
Mientras ese Norte imperial se derrumba, este Sur del que formamos parte, propone a la humanidad más democracia, más Estado, más voces plurales en las comunicaciones, más empleo y producción, más alimentos manufacturados, más soberanía sobre Malvinas, más educación, más aumentos salariales, más multilateralismo, más equidad.
Y esta vez, la historia sopla a favor de los pueblos.
Como vimos, no todo es desesperanza, como dicen algunos opositores y algunos periodistas que se perdieron en la neblina. Amanece un mundo mejor, aunque no quieran.
(El Argentino. 31.03.09)
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