Es otoño, pero no parece. Es domingo, pero disimula. Es la Argentina pariendo un nuevo tiempo.
Los señores de la soja, los que moldearon el país de la injusticia, resisten en las rutas contra un Gobierno que osó meterles las manos en el bolsillo. “Semejante atrevimiento no será permitido”, dicen. “La plata es nuestra y solamente nuestra”, claman en las rutas. “La soja y los 2.300 millones de dólares que escondemos en nuestros campos, son nuestros”, dicen. “El país es nuestro”. “Las AFJP eran nuestras y nos las sacaron en un descuido”. “La prensa que nos acompaña, es nuestra”. “Otro despojo así no lo vamos a permitir”, braman Alfredo de Angeli y las huestes de la Mesa de Enlace. “Quieren convertirnos en otra Cuba y otra Venezuela”, gritan con el puño derecho amenazante. Y a coro salieron a repetir consignas, Mauricio Macri, De Narváez, Solá, Gerardo Morales y Elisa Carrió, afirmando convencida que “no tendremos problemas en defender a los grandes grupos económicos si es para defender la libertad de prensa”. Se le cayeron los últimos lienzos que llevaban puestos.
En Entre Ríos los patrones rurales amenazaron con “incendiar el país”. En Tucumán le tiraron una camioneta encima a una periodista. En Buenos Aires, están liderados por un tal Pedro Apaolaza, que deberá comparecer en unos días más ante la justicia por una causa abierta por presunta malversación de caudales públicos, cuando fue interventor del Mercado Central en tiempos de Menem. Es el pedigrí que ostentan. Cortan los caminos, desabasteciendo a las ciudades, amenazando a chicos y ancianos. Sus “bases” son 20 personas, pero eso sí, con sus 4 x 4.
Si alguien pudiera ir con una Biblia, un poema, o una canción de Atahualpa, quizás los convenzan a compartir entre todos, la riqueza del país. No es tan difícil para un argentino de bien. Pero viéndolos con esa voracidad por el dinero, que es el dinero público dicho sea de paso, hasta la esperanza hace morisquetas.
La oposición política se sube a la Mesa de enlace piquetera y desde allí dispara su odio contra el Gobierno. Van por todo nuevamente. Quieren desarmar el modelo de país que la sociedad viene construyendo en estos años, el que se estructura en base a la defensa de los derechos humanos, del empleo de los argentinos, de la producción, de las jubilaciones garantizadas por el Estado y no por cuatro vivos del mercado, de la recuperación de Aerolíneas Argentinas. A ese desarme se refiere Macri cuando llama a unirse para enfrentar a “los Kirchner”.
Ya se. Usted no comulga con el Gobierno. Y está en todo su derecho. Es la democracia, al fin y al cabo. Pero ¿por qué no ayudamos entre todos a resistir la crisis mundial que se nos viene encima, sin perder ni un empleo? ¿Por qué no guardamos nuestras diferencias legítimas para después de la tormenta? ¿Porqué retroceder al país de los dinosaurios, que todo lo compraban, lo manejaban, lo asesinaban y lo informaban luego en el idioma del silencio y la injusticia?
Fueron tres acciones del lado de la justicia, los que causaron este último espanto.
Uno. La coparticipación federal de lo recaudado por el Estado Nacional en concepto de retenciones a la soja, directamente a las provincias y a los municipios de todo el país.
Es dinero del tesoro nacional. Pero los repartirá federalmente.
Dos. El anuncio del proyecto que la democracia elaboró para debatir una nueva ley que reemplace la ley de radiodifusión de la dictadura, la que protege a la prensa que hoy estimula y dirige los cortes.
Tres. La reafirmación de la unidad estratégica con Brasil y por tanto, con toda Latinoamérica. ¿Porqué decimos que este encuentro de Cristina con el Presidente Lula, acompañados por más de mil empresarios de ambos países, enloqueció a más de un poderoso ruralista? Porque el modelo en que se sustenta la unidad del Sur no es el monocultivo primario; está asentado en la industria, en el empleo masivo, en el valor agregado de las materias primas, en la inclusión social de nuestros pueblos.
Si fueran un poquito así de inteligentes, debieran sumarse al proceso de reconversión productiva, dejar atrás la mentalidad del monocultivo sojero y especulativo y entrar al nuevo tiempo que, cuando los pueblos se deciden, se las arregla igual para pasar a campo libre.
No se puede detener la historia, aunque corten las rutas.
Ni negar que es un domingo de otoño, aunque la piel y el clima, nos digan otra cosa.
(El Agentino. 22.03.09)
Los señores de la soja, los que moldearon el país de la injusticia, resisten en las rutas contra un Gobierno que osó meterles las manos en el bolsillo. “Semejante atrevimiento no será permitido”, dicen. “La plata es nuestra y solamente nuestra”, claman en las rutas. “La soja y los 2.300 millones de dólares que escondemos en nuestros campos, son nuestros”, dicen. “El país es nuestro”. “Las AFJP eran nuestras y nos las sacaron en un descuido”. “La prensa que nos acompaña, es nuestra”. “Otro despojo así no lo vamos a permitir”, braman Alfredo de Angeli y las huestes de la Mesa de Enlace. “Quieren convertirnos en otra Cuba y otra Venezuela”, gritan con el puño derecho amenazante. Y a coro salieron a repetir consignas, Mauricio Macri, De Narváez, Solá, Gerardo Morales y Elisa Carrió, afirmando convencida que “no tendremos problemas en defender a los grandes grupos económicos si es para defender la libertad de prensa”. Se le cayeron los últimos lienzos que llevaban puestos.
En Entre Ríos los patrones rurales amenazaron con “incendiar el país”. En Tucumán le tiraron una camioneta encima a una periodista. En Buenos Aires, están liderados por un tal Pedro Apaolaza, que deberá comparecer en unos días más ante la justicia por una causa abierta por presunta malversación de caudales públicos, cuando fue interventor del Mercado Central en tiempos de Menem. Es el pedigrí que ostentan. Cortan los caminos, desabasteciendo a las ciudades, amenazando a chicos y ancianos. Sus “bases” son 20 personas, pero eso sí, con sus 4 x 4.
Si alguien pudiera ir con una Biblia, un poema, o una canción de Atahualpa, quizás los convenzan a compartir entre todos, la riqueza del país. No es tan difícil para un argentino de bien. Pero viéndolos con esa voracidad por el dinero, que es el dinero público dicho sea de paso, hasta la esperanza hace morisquetas.
La oposición política se sube a la Mesa de enlace piquetera y desde allí dispara su odio contra el Gobierno. Van por todo nuevamente. Quieren desarmar el modelo de país que la sociedad viene construyendo en estos años, el que se estructura en base a la defensa de los derechos humanos, del empleo de los argentinos, de la producción, de las jubilaciones garantizadas por el Estado y no por cuatro vivos del mercado, de la recuperación de Aerolíneas Argentinas. A ese desarme se refiere Macri cuando llama a unirse para enfrentar a “los Kirchner”.
Ya se. Usted no comulga con el Gobierno. Y está en todo su derecho. Es la democracia, al fin y al cabo. Pero ¿por qué no ayudamos entre todos a resistir la crisis mundial que se nos viene encima, sin perder ni un empleo? ¿Por qué no guardamos nuestras diferencias legítimas para después de la tormenta? ¿Porqué retroceder al país de los dinosaurios, que todo lo compraban, lo manejaban, lo asesinaban y lo informaban luego en el idioma del silencio y la injusticia?
Fueron tres acciones del lado de la justicia, los que causaron este último espanto.
Uno. La coparticipación federal de lo recaudado por el Estado Nacional en concepto de retenciones a la soja, directamente a las provincias y a los municipios de todo el país.
Es dinero del tesoro nacional. Pero los repartirá federalmente.
Dos. El anuncio del proyecto que la democracia elaboró para debatir una nueva ley que reemplace la ley de radiodifusión de la dictadura, la que protege a la prensa que hoy estimula y dirige los cortes.
Tres. La reafirmación de la unidad estratégica con Brasil y por tanto, con toda Latinoamérica. ¿Porqué decimos que este encuentro de Cristina con el Presidente Lula, acompañados por más de mil empresarios de ambos países, enloqueció a más de un poderoso ruralista? Porque el modelo en que se sustenta la unidad del Sur no es el monocultivo primario; está asentado en la industria, en el empleo masivo, en el valor agregado de las materias primas, en la inclusión social de nuestros pueblos.
Si fueran un poquito así de inteligentes, debieran sumarse al proceso de reconversión productiva, dejar atrás la mentalidad del monocultivo sojero y especulativo y entrar al nuevo tiempo que, cuando los pueblos se deciden, se las arregla igual para pasar a campo libre.
No se puede detener la historia, aunque corten las rutas.
Ni negar que es un domingo de otoño, aunque la piel y el clima, nos digan otra cosa.
(El Agentino. 22.03.09)
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