martes, 3 de marzo de 2009

EL ESTADO ES LA HOJA DE RUTA DE LOS OLVIDADOS

Pareciera que Elisa Carrió y algunos medios de difusión, refuerzan en estas horas la consigna de abrir fuego mediático a granel contra el Gobierno. Salen a cazar a plena luz del día cada una de las medidas, discursos, gestos y visitas de la Presidenta Cristina Fernández y su gabinete, pronosticando, aquí y allá, el Apocalipsis con letras de moldes. Las principales plumas, antes tan señoriales y barrocas, se convirtieron de repente en agitadoras de barricada, sin tener siquiera las bellas parábolas de la antigüedad de sus propios textos.
Los leemos, los escuchamos y los vemos, alterados y furiosos contra lo que diga o deje de decir la Presidenta. Para no entrar en los oscuros túneles de la provocación, la inteligencia aconseja andar con prudencia y evitar ser parte del juego maquiavélico del caos y la discordia que nos proponen con sus diatribas nada elípticas. No es fácil, pero hay que hacerlo. Azuzan la sensación del conflicto permanente, llaman a la desconfianza contra todo lo que se relacione con el gobierno y con el Estado, invocan a todos los santos del escepticismo, planifican golpes parlamentarios inmediatos y anudan y desanudan sus alianzas partidarias, sólo para procurar la derrota del modelo político gobernante.
Es pertinente recordar que, muy poco tiempo después del primer gran derrumbe de la Bolsa de Wall Street, en 1929, ya con las primeras grietas sociales provocadas por el crac económico mundial de aquel entonces, las voces conservadoras y retrógradas que promovieron el fascismo y el nazismo, también pronosticaban el Apocalipsis final “a menos que el Gobierno haga lo que le exigimos haga”; y fueron la antesala discursiva para los peores dramas que azotaron el mundo durante el siglo XX
En una situación dramática como la que hoy atraviesa el planeta, habrá que ser capaces de evitar que estos discursos corroan la sustancia de la cohesión social, porque el retroceso que sobrevendría, de imponerse estas fuerzas, serían de una magnitud igual o peor que las ya sufridas por la humanidad. Cuando se afirma que éste puede ser el peor año de los últimos cien, no se está advirtiendo sobre la próxima desaparición de un banco, de una financiera, de una inmobiliaria. Se está diciendo que, de acuerdo al camino que elijamos para atravesar el temporal, ganarán los pueblos y las naciones o se abrirán las madrigueras para el festín de los chacales.
No es casual que hoy se pretenda instalar un nuevo debate sobre la pena de muerte o la antinomia Estado vs. Mercado o el librecambio vs. el proteccionismo. Por supuesto, debate instalado desde el mostrador de la muerte, del dios mercado y del librecambio para los débiles y el proteccionismo para los poderosos. Es un debate absolutamente dirigido. La derecha siempre invade la neutralidad de los inocentes. Es de toda prudencia, reconocerle ese ingrato mérito.
En este mundo alborotado, el gobierno argentino trazó un rumbo y lo sigue de la manera que cree correcto hacerlo en cada coyuntura. La hoja de ruta se escribe todos los días desde que volvió la política para recuperar el Estado y ponerlo al servicio del conjunto de la sociedad, pero en especial de los sectores más vulnerables y saqueados durante las últimas décadas. Ese rumbo es el que genera tensión y enfurece a los dueños del viejo país, los que antes dictaban a los gobernantes la ruta a seguir. Les duele que haya vuelto el Estado. Pero mucho más, que sea la propia Presidenta de la Nación quien haya pedido “perdón por tanto tiempo de olvido, egoísmo y avaricia” a los pueblos de nuestra Argentina profunda, a los despojados de sus tierras, de sus bosques, de sus riquezas.
Sería muy saludable para nuestro destino de Nación, que las reuniones con las patronales rurales, en lugar de realizarlas en Buenos Aires, se realicen por ejemplo, en La Puntana, Salta o en el Impenetrable chaqueño o en la Antártida Argentina y transmitidas en vivo y en directo para todo el país. Sería una forma transparente de hacer escuela con esta añeja disputa por la justicia y la redistribución del ingreso, en el mismo lugar donde habitó el olvido tanto tiempo.
(El Argentino. 03.03.09)

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