domingo, 8 de julio de 2012

Recuerdos del país que seremos



La historia gusta de las paradojas pero no de las medias tintas cuando viene avanzando.  
Al pan, pan y al vino, vino:       
*La Justicia condenó a los genocidas acusados del robo de niños durante la dictadura. Del terrorismo de Estado al Estado democrático que reparó derechos de la mano de Néstor y Cristina.   
*La Presidenta dispuso que el Banco Central ordene a los principales bancos del país  que otorguen préstamos a tasas bajas para la producción de bienes.   
*Se puso en marcha la tunelera “Argentina” que desarrollará la obra más importante en la historia de los ferrocarriles.
*Se informó con datos económicos y fundamentos políticos el crecimiento del país ante el pleno de los diputados a través del Jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina.
Todo esto y mucho más, pese a Macri y a Scioli que están logrando lo que parecía imposible en la Argentina nacional y popular: hacer de la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires, cabeceras de playa de la crisis mundial.
Pese a esos desmadres de gestión, el país sigue su marcha a la velocidad de la “máquina de dios”, mucho más ahora que identificó su verdadero origen.
Y pese a la oposición política mediática que trata de obstruir rabiosamente las transformaciones que encara Cristina en medio de un mundo que está al garete.   
Saben que estamos sobrellevando la oscuridad global con nuestras propias usinas de energía alternativa. Y saben que si nos engancháramos al sistema mundial en crisis, caeríamos fulminados más temprano que tarde. 
Pero la colonización cultural de los medios corporativos y sus políticos afines es tan fuerte que no tienen reparos ni escrúpulos para que perdamos nuestra propia autonomía como Nación.
Para ellos el lema es “cuanto peor, mejor”.
No importa que el Hospital Durand cierre su Terapia Infantil por desidia del gobierno de Macri.
No importa que hagan trizas el derecho al aguinaldo.   
No les importa nada. Primero están ellos, después la gente.   
Calma. La ira y la impaciencia no son buenas consejeras. Lo aprendimos en peores circunstancias; cuando gobernaban los poderosos que se robaron el país, con niños incluidos.   
Venimos a contramano de las políticas que en el mundo están dejando a la intemperie a millones de personas, cerrando escuelas y hospitales, destruyendo los sistemas productivos de naciones enteras, rescatando bancos al costo de hundir los restos del naufragio del Estado de bienestar.
Esta osadía soberana tiene un alto precio: la salvaje oposición de Clarín, La Nación y su club de socios y amigos en distintos campos de acción de la cosa pública y privada.   
El fondo de la cuestión, no obstante, es que en este transito que va del estallido de la crisis mundial, que arrancó aquí en el 2001, hasta el día que asome nuevamente el sol y se hayan disipado los efectos de la tormenta política financiera con centro en la Eurozona, las fuerzas que se mueven se disputan la moldura del mundo por venir.
Un mundo más igualitario y justo.
O un mundo mucho más injusto y desigual. 
En este trance deberíamos saber que está en plena reconfiguración la división del trabajo que supimos conocer.
Cuando la Presidenta defiende a capa y espada la producción y el empleo en el G-20, está diciendo en la casa de Satán que ella cree en Dios.
Si abdicara de sus convicciones, la Argentina pasaría a ser parte de un esquema mundial donde el lugar que nos asignarían serían básicamente dos: receptores de los residuos tóxicos financieros que pululan en el hemisferio norte y coto de caza de los recursos naturales de los que carecen los países llamados desarrollados.
Basurero financiero y huerta saqueada en un solo acto.
La caída del país sería vertical. Al derrumbe de nuestra economía le seguiría el derrumbe trágico de  nuestra autoestima como pueblo y nación.
¿Adónde se destinarían los capitales acumulados con semejante saqueo?
La memoria colectiva podría dictar cátedras al respecto. Y si miráramos el presente en el viejo continente, ni siquiera seríamos originales, apenas una mala copia de España, Italia o Grecia.
Todo esto es obra de los hombres, de la voluntad humana, de las relaciones de fuerza. No ocurre por que sí.
Estamos construyendo sobre los cimientos ya reconstruidos desde el 2003, una nueva y gloriosa nación, para desde allí participar de la construcción de una civilización que esté a escala humana y no en el pozo de las  madrigueras.  
No importa si Binner, Macri o De Narváez sepan lo que dicen cuando despotrican contra este proyecto, intentando mellar la credibilidad de la Presidenta con argumentos más relacionados con la misoginia que con la economía o la política. Importa el daño que procuran hacer.
No en vano la filosofía enseña que la misoginia está fuertemente ligada al pesimismo.   
El modelo que gobierna la Argentina, imperfecto e inconcluso, muestra sus grietas allí donde aún manda la injusticia. A la inversa del modelo que coronó el neoliberalismo, donde las grietas permitían algún que otro soplo de vida.
Había que desarmar el modelo injusto y construir otro que nos permitiera caminar hacia el porvenir. Y en eso estamos todavía.
Si el capitalismo barrió durante dos siglos con los anteriores sistemas que organizaron el mundo fue justamente porque prometía el progreso y la modernidad siempre ascendente de la condición humana. La incertidumbre de hoy a escala mundial está dinamitando esa razón de ser de toda sociedad que se mueve, que trabaja y que produce.
Estas son las cuestiones de fondo que estamos dirimiendo.
No tan sólo si la inflación subió dos puntos, si el precio de la soja no para de crecer y si los bancos tendrán que poner sus cajas de caudales al servicio de la producción.
Todo eso se explica en esta que es, estratégicamente, la batalla cultural de nuestro tiempo.
Cuando el 7 de diciembre el Grupo Clarín apague los sets de luz que le vienen sobrando de hace rato, seguramente el mundo seguirá en crisis y la Argentina seguirá creciendo como hasta ahora; pero la libertad, si se nos permite, será mucho más libre y placentera.  
Y también se trata de eso.

Miradas al Sur, domingo 8 de julio de 2012

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