jueves, 26 de julio de 2012

Como bandera a la victoria



La mujer que habla en la Casa Rosada es Cristina Fernández de Kirchner, Presidenta de los argentinos en este siglo XXI.
Acaba de anunciar que esa otra mujer que la precedió en la lucha por la inclusión y la justicia social, llamada Eva Perón y a la que el pueblo nombra Evita, hoy tiene el justo lugar que le corresponde en la memoria, en las manos y en el corazón de los humildes.
Faltaba este anuncio: Eva de todos, en moneda nacional.
Siempre falta algo cuando se camina.
Se denuncian injusticias y se reparan derechos.
Se acaricia el alma de los que sufren.
Se inaugura una escuela y un hospital.
Se reconstruyen trenes.
Y el camino sigue y al andarlos, brotan nuevos derechos que traen alivio a los antiguos dolores de la gente.  
Y Evita siempre está.
La melancolía no conjuga con su historia de vida.
Le asienta mejor esa rebeldía en la mirada y en la voz. Esas manos que dibujan en el aire el país que sueña mientras dice desde el balcón: “Yo se que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria”.
Y es inevitable preguntarse ¿dónde queda hoy el domicilio de esa victoria sino en esta Argentina que renació de sus cenizas con Néstor y Cristina?
¿O acaso Evita no firmaría la Asignación Universal por Hijo y el Matrimonio Igualitario y la Vivienda para todos?
Se nos ocurre imaginar que también andaría furiosa e indignada recorriendo hospitales de la gran ciudad y alzando entre sus brazos a los pibes que duermen en los pasillos a falta de salas y terapias.
“Con los pibes no se jode, Macri”, dice Juan Cabandié. Y  nos estalla la garganta de emoción, de dolor y bronca.
Es Evita la que alimenta esta eterna rebeldía contra los injustos.
A 60 años de su partida y para recordarla como se merece, el pueblo rompió todos los moldes que lo aprisionaban y le regaló un país más igualitario.
Porque no se trata de llorarla como el pasado que fue, sino como el presente que nos merecemos.
Hay que convocarla nuevamente a discutir la patria.
Traerla hasta nosotros y repasar la historia, no para repetirla, sino para aprender de ella.
Preguntará Evita por la oligarquía y tendríamos que contarle que, aunque diversificada, los dueños del país injusto siguen conspirando contra la esperanza colectiva.
Preguntará Evita por sus descamisados y con orgullo habría que decirle lo mucho que la extrañan y la llevan presente en sus consignas y sus banderas y sonreirá sabiendo que ahora tienen trabajo en su mayoría.
Y como sucede con Cristina, con ese odio destructivo con que las atacaron, es preciso recordar a Evita diciendo: “Yo sé que cuando ellos me critican, lo que en el fondo les duele es la Revolución”.
El cambio costó, pero llegó. Es un billete de cien.

El Argentino, jueves 26 de julio de 2012



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