La mujer que
habla en la Casa Rosada es Cristina Fernández de Kirchner, Presidenta de los
argentinos en este siglo XXI.
Acaba de anunciar
que esa otra mujer que la precedió en la lucha por la inclusión y la justicia
social, llamada Eva Perón y a la que el pueblo nombra Evita, hoy tiene el justo
lugar que le corresponde en la memoria, en las manos y en el corazón de los
humildes.
Faltaba
este anuncio: Eva de todos, en moneda nacional.
Siempre
falta algo cuando se camina.
Se denuncian
injusticias y se reparan derechos.
Se acaricia
el alma de los que sufren.
Se inaugura
una escuela y un hospital.
Se
reconstruyen trenes.
Y el camino
sigue y al andarlos, brotan nuevos derechos que traen alivio a los antiguos dolores
de la gente.
Y Evita
siempre está.
La
melancolía no conjuga con su historia de vida.
Le asienta
mejor esa rebeldía en la mirada y en la voz. Esas manos que dibujan en el aire
el país que sueña mientras dice desde el balcón: “Yo se que ustedes recogerán
mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria”.
Y es
inevitable preguntarse ¿dónde queda hoy el domicilio de esa victoria sino en
esta Argentina que renació de sus cenizas con Néstor y Cristina?
¿O acaso
Evita no firmaría la Asignación Universal por Hijo y el Matrimonio Igualitario
y la Vivienda para todos?
Se nos
ocurre imaginar que también andaría furiosa e indignada recorriendo hospitales
de la gran ciudad y alzando entre sus brazos a los pibes que duermen en los
pasillos a falta de salas y terapias.
“Con los
pibes no se jode, Macri”, dice Juan Cabandié. Y
nos estalla la garganta de emoción, de dolor y bronca.
Es Evita la
que alimenta esta eterna rebeldía contra los injustos.
A 60 años
de su partida y para recordarla como se merece, el pueblo rompió todos los
moldes que lo aprisionaban y le regaló un país más igualitario.
Porque no
se trata de llorarla como el pasado que fue, sino como el presente que nos
merecemos.
Hay que
convocarla nuevamente a discutir la patria.
Traerla
hasta nosotros y repasar la historia, no para repetirla, sino para aprender de
ella.
Preguntará
Evita por la oligarquía y tendríamos que contarle que, aunque diversificada,
los dueños del país injusto siguen conspirando contra la esperanza colectiva.
Preguntará
Evita por sus descamisados y con orgullo habría que decirle lo mucho que la
extrañan y la llevan presente en sus consignas y sus banderas y sonreirá
sabiendo que ahora tienen trabajo en su mayoría.
Y como
sucede con Cristina, con ese odio destructivo con que las atacaron, es preciso
recordar a Evita diciendo: “Yo sé que cuando ellos me
critican, lo que en el fondo les duele es la Revolución”.
El cambio costó, pero llegó. Es un billete de
cien.
El
Argentino, jueves 26 de julio de 2012
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