jueves, 23 de febrero de 2012

Morir en el andén


No hay palabras que puedan remediar este dolor colectivo.

Todo lo que se desprende de la tragedia ferroviaria en la Estación de Once, sabe a dolor. Sólo cabe una primera actitud: el profundo respeto solidario ante los familiares y amigos de las víctimas y acongojadamente, ante los muertos y heridos.

La segunda actitud que se impone es preguntarse: ¿Por qué no se detuvo el tren? Si había pasado por talleres el día anterior ¿Fallaron los frenos como dijeron algunos pasajeros?

Y es aquí donde habrá que indagar hasta encontrar responsables y tener, como sociedad, la estricta investigación que esclarezca esta desgracia.

Si no fue un atentado criminal ni una catástrofe causada por la naturaleza, alguien tendrá que rendir cuentas por esta tragedia.

Este pueblo no se merece la vista gorda de nadie.

Si la empresa es responsable por no invertir, tendrá que hacerse cargo y el Estado reconsiderar la concesión. Y si no lo es, habrá que saber qué pasó.

Los 49 muertos y los centenares de heridos exigen justicia.

La empresa TBA se presenta institucionalmente diciendo que “tiene una red de casi 400 kilómetros de línea férrea con más de 1.000 servicios diarios y en el último año transportó alrededor de 191 millones de pasajeros”, que “está comprometido con un objetivo primordial: un concepto ético de los negocios y de las relaciones con sus empleados, clientes, proveedores, accionistas y el Estado Nacional” y que “aspira a demostrar seriedad y responsabilidad en el manejo del servicio público y privado…” pues entonces, TBA tiene la obligación de decirnos que fue lo que ocurrió.

Mucho más cuando declaró una facturación de 163, 5 millones de dólares en el 2009.

Este país y este gobierno que recuperó el Estado para los argentinos y no para los que sólo piensan en el lucro económico, no se merecen otra cosa que no sea justicia.

En las primeras horas es inútil pretender conclusiones terminantes sobre las causas de esta desgracia humana. Pero la investigación deberá ser exhaustiva y lo más veloz posible.

El modelo gobernante no vale sólo por la reparación de los daños causados por el neoliberalismo; también vale por que marca un camino ascendente de inclusión social. Y la mayoría de las víctimas en Once son precisamente los nuevos incluidos, esos miles y miles de jóvenes trabajadores que viajan todos los días en el transporte público. Ellos son el sujeto principal de este cambio de época.

Por eso duele más esta tragedia.

Sobre esta tristeza colectiva revolotearon ayer los caranchos de siempre, los que no dudan en entregar las Malvinas si es preciso con tal de arrojarle un piedrazo al gobierno nacional.

Guarden algo de pudor, al menos. La Argentina está de luto.

El Argentino, jueves 23 de febrero de 2012

3 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Si sos tan machito o machita para agredir de esa manera con una pedantería tan burda al menos molestate en mostrar tu identidad.
Todos somos bravos bajo el anonimato.
Quisiera saber si también posteas en las notas de Clarín o La Nación cuando justifica la represión, la dictadura, cuando encubre a los genocidas y cómplices civiles, etc.
Cuándo será el día en que los charlatanes oportunistas de café dejen de hablar, agredir y mentir en vez de tomarse la molestia de guardarse al silencio?
Esta tragedia nos duele a todos los que somos trabajadores, a los que nos ganamos el pan cada día, a los que celebramos la intervención estatal en pos de la inclusión y soberanía de nuestro pueblo en todas sus acepciones. Y, como dice Jorge -sobre quien tengo numerosas referencias en cuanto a su profundo compromiso social hace más de 40 años- los responsables de esta tragedia, sea quien sea, deberán brindar explicaciones y ser juzgados.
Saludos,
Soledad "La China" Vázquez

Anónimo dijo...
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