domingo, 19 de febrero de 2012

El Carnaval y sus máscaras


La calidad de vida de un país también se mide por las cosas que discute la sociedad.

¿Cuándo se debatió tanto en la Argentina sobre la minería a cielo abierto y el cuidado del ambiente y la responsabilidad del Estado y las grandes empresas y la participación social?

Es ahora que se debaten estos temas.

¿Cuándo se debatió el componente civil de la última dictadura, el rol de la iglesia, de los empresarios, de la prensa adicta al terrorismo de estado?

Ahora.

¿Cuándo se debatió tanto, con la plena vigencia del estado de derecho, el valor de la soberanía nacional en nuestras Malvinas integrado con el valor de la soberanía popular, la democracia y el modelo de desarrollo con inclusión social?

Ahora.

Podríamos seguir en una lista interminable de valores que, desde esta perspectiva, demuestran a las claras que en estos últimos años la sociedad elevó claramente su calidad de vida.

Por ejemplo.

Ya no se discute el horario a cumplir por el trencito blanco de los cartoneros, porque el trencito se quedó sin pasajeros que lo justifiquen. Se discute la forma de llegar más temprano que tarde al pleno empleo y por el mismo camino ascendente, al 82 % móvil para los jubilados.

Desde el 2003, no hace diez años aún, el país optó por el verbo Construir.

El país del espasmo se hundió el 19 y el 20 de diciembre de 2001.

Veníamos de sufrir la destrucción a manos de la dictadura cívico militar y las políticas neoliberales que le siguieron en democracia.

Toda construcción precisa, como si fuera el aire, una mirada universal de las cosas y del plano donde se proyecta el porvenir. El modelo gobernante construye de abajo hacia arriba, desde los costados y desde lo profundo.

Lejos de pontificar generalizaciones abstractas, resuelve las pequeñas cosas de los ciudadanos y los asuntos estratégicos para el país de todos.

Los que buscan destruir, por el contrario, mutilan la realidad, el tiempo y el espacio.

Por ejemplo.

Van por la tarjeta SUBE y parece que se acaba el mundo. Van por la minería y prefieren dinamitar la esperanza colectiva antes que la falda de una montaña. Van por los derechos humanos garantizados por este gobierno como ninguno antes y encuentran de repente espías por todos lados.

De todos modos, esta sociedad viene ganando la batalla cultural por goleada.

Recibe los impactos de TN, Clarín, La Nación y la progresía placeba que trabaja cama adentro con el enemigo y los devuelve, festejando el carnaval y agotando las reservas hoteleras a lo largo y ancho del país.

No hay que comerse el amague de ninguna corporación. Sólo hay que nutrirse de argumentos.

La palabra, cuando es verdadera, es la única infantería que libera a los pueblos.

Habló Videla. El dictador. El genocida. El asesino serial de los argentinos.

Decir que es aberrante todo lo que dijo, resulta insuficiente.

Con estos criminales de lesa humanidad, sí que se espantan todas las palabras.

Es casi ocioso hacerle un reportaje al Conde Drácula y titular después: “Drácula reconoció que le gusta la sangre”.

Pero sin embargo resulta interesante entrarle al “detrás de cámara” de este tipo de entrevistas. ¿Por qué? Porque estamos convencidos que en este formato presuntamente “periodístico” se esconden siempre, o casi siempre, operaciones políticas de alto voltaje. Con perdón del concepto.

Pintemos el contexto antes de seguir.

Venimos diciendo en esta columna que la recuperación de nuestras Islas Malvinas es una política de estado para el gobierno nacional. Quizá la principal de todas las políticas. Lo dijeron a su tiempo, primero Néstor Kirchner y Cristina después, desde el primer día del proyecto nacional y popular en la Casa Rosada. Allá por el 2003.

Malvinas fue una de las convicciones que no quedaron abandonadas en la puerta de Balcarce 50 y por eso es ahora, la sintonía fina del Bicentenario.

Lo decimos para que nadie se haga el distraído con la cantinela de “¿porqué ahora?”.

Desde que el Gaucho Rivero se rebeló aquel 26 de Agosto de 1833 y siempre que hubo patriotas en el gobierno, Malvinas es una ausencia muy presente.

Pero hete aquí que Clarín y La Nación encabezan la ofensiva pro-inglesa en esta etapa signada por la plena defensa de la soberanía en nuestro archipiélago austral. Llenan páginas enteras con lo que transmiten periodistas enviados a las islas, victimizando a los kelpers por la falta de bananas, poniendo de relieve los discursos oficiales del Reino Unido de Gran Bretaña y menoscabando los mensajes del gobierno argentino. Para consolidar el desembarco, sacaron a relucir las plumas engoladas de sus editorialistas, humillando una vez más la sangre derramada en Malvinas.

No tuvieron reparo ni pudores en arriar la enseña patria e izar la inglesa sobre las Malvinas.

Así son los mitristas.

Ahora, como había que “correr por izquierda” al gobierno nacional para “quebrar la moral de sus seguidores” según dicen por lo bajo, fueron a buscar a Videla. ¡A Videla!

Y el instrumento para hacerlo fue un tal Ricardo Angoso, un derechista español, que escribe contra Chávez, contra Dilma Rousseau, contra Santos y Correa y obviamente, contra Cristina Fernández de Kirchner.

Este difamador profesional escribió, antes del supuesto reportaje al dictador, que en la Argentina de los Kirchner todo iba de mal en peor, que los juicios a los militares eran sólo una venganza fuera del derecho, que la causa de Malvinas estaba perdida de antemano por la ignorancia de los argentinos, que Fidel y Chávez son dinosaurios vivos, que no hubo “golpe” en Honduras sino una vuelta a la institución soberana de ese país. Mire que joyita la de este presunto “periodista independiente”. Escribió recientemente un libro cuyo título es: “Chávez perdió. Honduras se salvó”.

Conclusión: “Videla” es parte de una operación de propaganda a triple banda: Disparan contra la posición de Argentina en materia de Derechos Humanos. Disparan contra el gobierno de Cristina por la justa causa de nuestras Malvinas. Y ya que estamos, disparan contra el dignísimo Juez español Baltazar Garzón.

Es Carnaval. Las máscaras abundan.

Miradas al Sur, domingo 19 de febrero de 2012

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