domingo, 15 de noviembre de 2009

TEMPESTADES DE UN PODER EN RETIRADA

PANORAMA POLÍTICO - MIRADAS AL SUR

El modelo de desarrollo inclusivo que gobierna en la Argentina es vital para esa América profunda que hoy lidera un cambio de época en la región.
El kirchnerismo, o como quiera llamarse al espacio gobernante, es parte sustantiva de ese cambio, expresado aquí en el quiebre de la enajenada democracia que hasta el 25 de Mayo del 2003 cumplió a rajatabla con la agenda impuesta por el FMI y las editoriales de los monopolios mediáticos.
En este marco deberían entenderse las transformaciones estructurales impulsadas por la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner y la permanente actitud de trocar los escenarios que tratan de imponerle en cada coyuntura, labrando su propia iniciativa política.
Con la postergación del acto de la CGT, buscó escapar a la posibilidad cierta de una espiral de confrontación, erigiendo un cuadro de situación donde el sosiego social supere la provocación permanente de actores muy diferentes pero unidos en la coyuntura por un interés común: convencer que estamos en medio de un proceso incapaz de dar respuesta a las preguntas con las que interpelan los sectores en pugna con el gobierno.
En su afán de impedir esa escalada, la Presidenta buscó obturar cualquier atisbo de viejas contradicciones en el seno del pueblo y los trabajadores, siempre estimuladas, por derecha y por izquierda, desde lo más alto y oscuro del poder mediático.
Las infortunadas declaraciones de algunos dirigentes terminan siendo funcionales a esos escenarios montados por la reacción.
Es preciso ordenar, serenamente, las dislocadas piezas de este rompecabezas en que por momentos parece convertirse la realidad.
En verdad, no hay tal descalabro sino una política comunicacional de los monopolios mediáticos y la dirigencia opositora, en su intento de agitar fantasmas, implementando aquella vieja lógica de “A río revuelto, ganancia de pescadores”.
Dos ideas básicas ayudarán, quizás, a ordenar el análisis político.
Una primera idea es saber que este asunto tan meneado de la “crispación”, “el caos”, “la violencia verbal”, la inseguridad llevada al paroxismo por la pantalla justiciera, son piezas de una táctica política. Y que la destitución abrupta o el desgaste brutal de la gestión del Gobierno, es la estrategia.
Táctica y estrategia, se complementan y hacen posible entender qué está pasando, así como permiten entrever los cursos de acción posibles.
La segunda idea consiste en reafirmar la presunción de que las provocaciones enunciadas antes, seguirán su curso hasta el final del mandato presidencial.
Para construir un país con desarrollo económico y redistribución de la riqueza, el escenario ideal es la cooperación social. No el caos.
Los que gobiernan, están convencidos que la paz social es una plataforma imprescindible para seguir avanzando en la construcción de un modelo de país inclusivo, sustentable a largo plazo.
Su antítesis, el barullo y la violencia al interior de la sociedad, conviene a las minorías del poder, particularmente cuando se quedan sin argumentos y olfatean el peligro de perder el monopolio del sentido común impuesto a la sociedad a través de los grandes medios y sus locuaces comunicadores.
Lo que es bueno para el gobierno popular, es malo para los que apuestan por un modelo injusto. Para ellos sólo hay una medida dramática que podría frenar, hipotéticamente, la afiebrada carrera de los medios y los opositores en su ofensiva contra el proyecto gobernante: la rendición, la subordinación política a la agenda que impongan los poderes de las clases dominantes, la educada resignación a las leyes del mercado y el neoliberalismo.
Pero la encrucijada histórica protagonizada por la marcha pacífica y constante del proyecto nacional, radica precisamente en que la claudicación no figura en sus planes.
Es interesante alumbrar el discurso dominante de los medios y preguntarse por las razones más hondas que lo motivan. Nadie podría decir, desde el sentido común al menos, que son ciertas las acusaciones que se invocan diariamente contra Cristina y Néstor Kirchner por cuanta cosa ocurra en el aire que respiramos.
Ambos parecieran ser culpables tanto de la sequía como del temporal de lluvia caído el viernes sobre la ciudad, según la visión maniquea que repiten movileros, analistas, comunicadores, editorialistas, los que escriben los titulares catástrofes.
La razón está, creemos, en algunos de los conceptos ya vertidos.
Provocan todo el tiempo a través de los medios, creando una realidad caótica que es virtual, pero que logra penetrar como real en amplios sectores de la población.
La realización del Congreso de la SIP en Buenos Aires, la proximidad del recambio parlamentario y las medidas gubernamentales que impactan favorablemente en los sectores populares, le pusieron el calendario al escenario prefabricado desde el poder más duro y concentrado. Esos tres hechos se conjugaron en un mismo espacio y tiempo para determinarles la necesidad de fabricar el clima enrarecido tan promocionado.
Los empresarios mediáticos de toda América reunidos en estos días, constituyen una vieja y poderosa central de inteligencia y acción golpista, asociada a los monopolios locales. Actuaron de amplificadores internacionales del discurso opositor de cabotaje, porque esa era la verdadera misión de su presencia aquí.
El 10 de diciembre próximo se ha convertido en algo más que un previsible recambio dispuesto por la Constitución y el mandato de las urnas. La oposición quiso plantarlo como un punto de inflexión irreversible y definitorio para la suerte del Gobierno. Las cadenas de odio que abundan en los albañales de algunos anónimos correos electrónicos, dan cuenta de ello. Pero se hizo evidente que la aritmética no pudo suplir la orfandad política opositora. Sus divisiones internas, finalmente, fueron lo único irreversible. Lo saben. Y eso explica su necesidad del alboroto ficticio, ya no para disimular debilidades, sino para intentar, por vía de los hechos de agitación, debilitar a un Frente para la Victoria que seguirá siendo la primera minoría y la monolítica muralla de representación legislativa del proyecto gobernante.
La sola ambición desmesurada y antidemocrática de pretender arrebatarle la presidencia de la Cámara de Diputados al oficialismo, desnuda el carácter golpista de la maniobra. No se puede catalogar de manera más amable una acción destinada al fracaso, pero que pone de manifiesto la voracidad sin límites de la derecha opositora.
El último detonante consignado fue la decisión presidencial de extender el derecho de la asignación universal para todos los hijos de los hogares más pobres y la puesta en marcha del plan Argentina Trabaja, que dará empleo y organización cooperativa y solidaria a cien mil compatriotas en una primera etapa.
El poder económico y mediático, crispado por estas medidas ampliamente celebradas por los más humildes, salió a incendiar la pradera para que nadie, que no fueran ellos, pueda sembrar ni cosechar victoria alguna.
Todos estos factores explican la razón verdadera de tanta agitación en los últimos días. La realización del modelo de país inclusivo los desborda política y emocionalmente. Se les hace intolerable que la expresión contemporánea del proyecto nacional y popular, pueda avanzar y consolidarse económica y políticamente mientras ocupa su lugar en el mundo.
¿La oposición sabrá que la Argentina es miembro del G-20?
Finalmente vale preguntarse ¿Por qué el acuerdo entre Carrió y Duhalde después de dispararse mutuamente, como lo hicieron, con pirotecnia tan pesada? ¿Por qué el elogio exultante de Clarín, La Nación, TN y sus repetidoras al magno acuerdo?
La respuesta está a la vista. El enemigo común es Kirchner, Cristina y el frente político y social que sostiene el Gobierno nacional. Lo verbalizan todo el tiempo. No lo ocultan. ¿Raúl Castell, Julio Cobos, Buzzi, son ajenos a estas maniobras?
Tal vez sean ajenos a la mesa chica donde se deciden estas operaciones, los agrupamientos que actúan de patrulla perdida al servicio de los que mueven las piezas del tablero. No los hace menos responsables, pero el dato sirve para entender los movimientos de ciertos sectores de una sub-izquierda que al caracterizar al Gobierno popular como su “enemigo”, terminan por ser nuevamente funcionales a la derecha que hoy disputa por su regreso al gobierno.
Cortados por la misma tijera de la irrepresentatividad popular, tratan de disimular el 1 % de votos que obtienen en cada acto electoral, agitando el desanimo colectivo, siguiendo el compás que les marca la derecha.
Las editoriales golpistas que escriben hoy los monopolios, hacen del “comunicado 150” de Grondona y Onganía, casi una canción de cuna; llaman a la cordura con un lanzallamas entre las manos.
Cuando la democracia transformadora cuente con sus propios medios masivos de comunicación y la nueva ley empiece a dar sus frutos y la palabra sea democratizada, se estará en condiciones de, al menos, arrancarles un empate.
Quizás por eso mismo, están apurando el paso.



Jorge Giles. 15.11.09

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