domingo, 22 de noviembre de 2009

LA FIESTA DEL FISGÓN

El gobierno porteño era una verdadera fiesta del fisgón, es decir del espía, hasta que fueron descubiertos días atrás.
El escándalo del espionaje macrista eclipsa nuestros días y nuestras noches. Es un bochorno total.
No se hace más que hablar de ello pese a los ingentes esfuerzos de los medios monopólicos por pasarlo a un segundo o tercer plano.
Cuando el caso parecía estar cerrado, se abrieron todas las puertas del infierno y todos los diablillos salieron a relucir sus desvergüenzas.
La última en hablar fue un familiar de Macri, ex cuñada del jefe porteño, que confesó con absoluta sinceridad que el tema de las escuchas clandestinas siempre fue un hábito normal en la familia.
No les gustaba un fulano, y ordenaban sin pestañear que le caiga la pinchadura encima. Tenían diferencia con una fulana, y también corría la mala suerte de ser fisgoneada sin más vueltas.
Ese clan de fisgones un día fue gobierno en la ciudad. Y en lugar de dejar las malas costumbres en sus casas y en sus empresas, ocuparon las instituciones llevándolas con ellos a los despachos oficiales y paraoficiales.
El lector cuenta con bastante material en los diarios, con valiosa información al respecto.
Por eso queremos subrayar sólo dos cuestiones que nos parecen importantes para reflexionarlas juntos: este lío recién comienza y este lío arrastrará a gran parte de la estrategia que los tres mosqueteros de la derecha habían diseñado para llegar al escenario nacional.
Mauricio Macri, Felipe Solá y Francisco De Narváez estarán viendo cómo se les escapó entre los dedos la oportunidad de construir una nueva fuerza, con una derecha aggiornada, que demuestre gobernar y gestionar sin mayores extravíos, que contenga a todos los opositores del kirchnerismo, siendo algo así como la nave insignia de los nuevos tiempos por venir después del 2011. Y quién te dice, si se podía antes, mejor aún.
Quisieron demostrar lo que no eran. Así les va.
La diáspora menemista y duhaldista merodeaba y alentaba este entramado, como cimarrones perdidos en la soledad de la pampa húmeda.
Andaban huérfanos de liderazgos luego de las derrotas políticas de sus respectivos jefes, Carlos Menem y Eduardo Duhalde.
Y Macri era la oportunidad que esperaban para juntar lo disperso.
La estrella del eterno retorno conservador, brillaba en lo alto del obelisco, alumbrando la nueva yunta de la derecha.
Pero ellos siempre gobernaron a través de interpósitas personas, nunca por ellos mismos. Prestaban un ministro, a lo sumo. Como lo hicieron con Martínez de Hoz en épocas de la dictadura, por que antes y después, estaban acostumbrados a comprar o alquilar lo que había en plaza.
Cuando asume Macri, bien se dijo que era la derecha atendida por sus propios dueños. Y allí es donde mostraron la falta de vocación y pericia democrática para gobernar. Puestos a hacerlo, emplearon los mismos métodos y triquiñuelas que usaron para sus negocios. Y no es así, dicen en el barrio.
En definitiva, lo que se está observando y sufriendo, es la derecha en su estado natural.
El problema, para ellos obviamente, es que felizmente estamos en democracia. Entonces, algunas cosas, no se pueden ni se deben hacer, sin cobrar su merecido.
Macri podrá tirar la pelota afuera, culpar al gobierno nacional, culpar a los dioses que no lo acompañan, culpar a la astróloga que no le advirtió a tiempo.
Pero la democracia funciona así. No es posible sostener que se es parte de lo nuevo cuando los discursos y la práctica huelen a rancio y naftalina.
Que se sepa que estuvo 90 días afuera del país en el último año, sería comprensible quizá para un canciller o el presidente de una nación, pero para un gobernador o un intendente, es otro bochorno.
Ahora lamentará no poder desprenderse de este escándalo en el que está envuelto, del mismo modo que se desprendió de los adoquines históricos que engalanaban las callecitas de Buenos Aires.


Jorge Giles. El Argentino. 22.11.09

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