PANORAMA POLÍTICO
Si los bombardeos de pesimismo que disparan diariamente los medios monopólicos de comunicación tuvieran una traza pigmentada, el cielo argentino se vería absolutamente ametrallado.
Cual si fuese un conflicto bélico en el momento que suenan las sirenas alertando sobre la caída de misiles y metrallas trazadoras, es un deber alertar que la ciudadanía soporta hoy el mayor ataque comunicacional negativo del que se tenga memoria.
Es un dato político que condiciona y condicionará el escenario nacional en adelante.
En algún lugar del poder económico más concentrado se unifica esta línea de fuego que dispara más allá de las fronteras del Gobierno nacional, atacando la moral colectiva del pueblo.
El latiguillo de que “está todo mal”, no es la transmisión de un estado de ánimo, sino la expresión de una operación política de alta intensidad.
El tema de la inseguridad les brinda un escenario superlativo, donde un crimen es reproducido cien veces hasta lograr convertirse en cien crímenes en nuestras cabezas. Crean miedo allí donde no lo hay, sencillamente por que las condiciones de vida no son las que se relatan; pero las pantallas televisivas, las radios, los diarios tradicionales, producen tan eficazmente su propia “realidad” del miedo, que logran contagiar la epidemia del pesimismo en las franjas sociales más vulnerables.
Si llegara a prevalecer ese mensaje de desesperanza, de abatimiento, de incertidumbre, ficticia pero tomada como cierta por los ciudadanos desprevenidos, de poco valdrían los avances de la política de redistribución de la riqueza, de mayor inclusión social, de saltos tecnológicos y científicos, de integración regional y presencia internacional, por que al fin y al cabo en el inconciente colectivo, el sustrato desmoralizador se impondrá a la valoración positiva de los avances que logre la política oficial.
El propósito de los monopolios es producir una fisura entre la representación política y participativa del proyecto inclusivo gobernante y la sempiterna “opinión pública”.
Llegaron al colmo de afirmar que “regresan las enfermedades surgidas en la crisis del 2001”, con un diagnóstico generalizado de estrés psicosocial; pero se olvidaron de agregar el dato sustantivo de que en ese año, sí hubo una situación estructural de crisis que las provocaba y que ahora, son ellos los que enferman a la población.
Las medidas contracíclicas adoptadas por el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, destinando el mayor flujo de capitales del que dispone el Estado a la defensa y creación de nuevos empleos, a la extensión universal de la Asignación por hijo, a la mayor inversión en el desarrollo industrial y su complementariedad con otras economías de la región, la democratización de los medios de comunicación a partir de la implementación de la nueva Ley, la decisión de anular la figura del delito de calumnias e injurias, son todas medidas que van a contramano del mensaje monopólico.
¿Y entonces, sobre qué terreno fértil cae el bombardeo mediático?
Sobre el que fabrican esos mismos medios.
Si la dirigencia política que se identifica con el proyecto gobernante no da cuenta de este ataque sistemático, instrumentado perversa y científicamente, el riesgo de fisura social será muy alto. Es impostergable crear y recrear todas las voces posibles que garanticen la primacía de la democracia por sobre el dominio monopólico.
Contribuyen a este marco caótico y agobiante, las operaciones tendientes a lograr que todos desconfíen de todos, en primer lugar del gobierno nacional y de sus apoyos sociales.
A modo de ejemplo, en la semana fue publicada en La Nación un artículo que afirmaba que la política sacude a los jueces, que la propia Corte sufre el acoso de dirigentes sindicales y que el motivo sería el bálsamo que expresa la justicia contra el “contexto de crispación” que envuelve a todos.
El verdadero trasfondo es que el gremio de los trabajadores judiciales, conducido por Julio Piumato, viene impulsando los proyectos legislativos del diputado Héctor Recalde defendiendo el derecho a contar con los mismos beneficios provisionales que gozan los miembros de la Corte, que se les de participación en la Obra Social y se cree un ámbito formal de discusión paritaria.
Que los trabajadores luchen por sus derechos, es parte vital de una democracia que crece en dirección a la justicia social ¿Por qué mezclar entonces estas luchas con la mentada “crispación”?
La única explicación está en la estrategia de miedo generalizado que tratan de imponer.
La dirigencia política opositora, principal beneficiaria de esta mega campaña mediática, colabora con su propio pesimismo.
También para ellos, todo es negativo. Si la economía no se descalabró como esperaban, dirán que no se creció lo suficiente. Se olvidaron de cuando decían que el gobierno nacional adelantó las elecciones para poder aplicar los ajustes necesarios.
El ajustador cree que todos son de su misma condición.
La realidad es que el año 2009 será recordado como el año en que se decidieron y ejecutaron las medidas de transformación estructural más importantes del proceso de cambios iniciado el 25 de Mayo de 2003 con Néstor Kirchner.
Lejos de adoptar medidas de ajuste contra los sectores más humildes o de estancar su política de redistribución del ingreso, implementó el mayor Plan de empleo del que se tenga memoria y extendió el derecho de la Asignación universal por hijo para todos los ciudadanos, sin excepción.
Y lejos de resignarse a la cultura dominante durante décadas, el gobierno avanza a todo vapor con la nueva Ley de Medios. Se valió para hacerlo de las herramientas políticas y sociales que expresan a los sectores activos de la sociedad que en esta etapa optaron por ser un factor de poder transformador antes que ubicarse en el anacrónico papel de ser un mero factor de presión.
En la celebración de la Batalla de la Vuelta de Obligado, la Presidenta habló de estos asuntos y acuñó una frase esclarecedora: “este hecho histórico se ocultó durante mucho tiempo por que la autodenigración es un instrumento muy importante para tener gobiernos débiles, para creer que todo nos va mal. Y uno puede verlo todos los días cómo desde algunos lugares repiten que todo está mal y que nos va a ir peor y nada bueno sucederá”
Pero claro, como la oposición siembra clavos miguelitos sobre la pista de despegue, insiste con su retahíla de lamentos para cubrir su cuota parte.
El oficialismo hace bien en mantener y acrecentar la iniciativa política por que es el modo de sobreponerse a la campaña maliciosa, dictando agenda propia a favor de los intereses sociales.
Es un error librar dos veces la misma batalla, dicen los estrategas.
Poner la agenda y alentar la producción de voces nuevas y medios democráticos a toda escala, será el modo de caminar siempre hacia delante.
La paradoja del momento es que aún contando con este invalorable apoyo mediático, la derecha se desgrana con el feroz impacto producido por la crisis en el campamento macrista.
El escándalo del espionaje porteño es el mayor descalabro sufrido por la oposición, aunque busquen disimularlo con frases altisonantes y escapistas como las de Macri o escondiéndose atrás de un árbol, como los otros referentes de la derecha que hicieron mutis por el foro.
Vale recordar que aquellos encuentros tan promocionados de la Unión- Pro encabezada por Francisco De Narváez, Felipe Solá y Mauricio Macri, en verdad eran la expresión de una estrategia que pretendía vender la imagen de una nueva fuerza traccionada por el macrismo como representación de la derecha, por afuera del pejotismo conservador, menemista y duhaldista, pero incluyéndolo como un actor imprescindible en la disputa contra el modelo de país que representa el peronismo y las fuerzas transformadoras y progresistas que integran el frente nacional y popular liderado por Cristina y Néstor Kirchner.
Esa estrategia es la que saltó por los aires.
Puesta a prueba, la derecha no pudo ocultar su propia naturaleza represiva y de nada le valieron las imágenes angelicales prefabricadas por consultores comunicacionales traídos desde el exterior, antes del inicio de su gestión.
El gobierno de Macri pretendía ser su playa de desembarco nacional y al mismo tiempo, la vidriera donde mostrarían un ejemplo de gestión eficiente y moderna. Esa probeta se acaba de romper por impericia, por complicidad, por ineficiencia, por lo que fuere pero por obra de ellos mismos.
De ahora en más saldrán a juntar los cristales rotos para intentar rearmar otra estrategia que les permita salir a flote de semejante descalabro.
El golpe institucional que esta “unión democrática” pos moderna pretende dar en el Congreso, es su intento más irresponsable.
Las fuerzas del peronismo y el progresismo representados en el Gobierno nacional, seguramente se verán en la necesidad de acelerar su propia marcha, ante semejante vacío de alternatividad opositora.
Se impone escribir la agenda propia. No por afán hegemónico, sino por la salud del sistema democrático.
Jorge Giles. Miradas al Sur. 22.11.09
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