Ese hombre importante que hoy está entre nosotros, se llama Mahmoud Abbas y es el Presidente de la Autoridad Nacional Palestina.
Tiene apenas 74 años, pero por momentos dice tener el alma cansada y el espíritu decepcionado.
Duelen tanto los Niños de la Franja de Gaza, 350 niños muertos, 1872 heridos, 500 discapacitados, todos ellos angustiados de por vida.
Cuando fundó Al Fatah, la principal columna y la mirada alta de la Organización para la Liberación de Palestina, secundando al Líder de esa nación árabe, Yasser Arafat, lo rebautizaron para la lucha con el nombre de Abu Mazen.
Ese hombre que estará junto a la Presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, visitando los mismos lugares oficiales por donde hace apenas una semana estuvo Sihmon Peres, el Presidente de Israel, vendrá a reafirmar su vocación de paz, su camino de dialogo, asentado en la experiencia que lo convirtieron en el “Arquitecto de los Acuerdos de Oslo” en 1993, como fue llamado entonces.
Ese hombre que admira al poeta nacional de los palestinos, Mahmoud Darwish, dirá con su sonrisa cargada de viejas y nuevas tristezas “Mi nación es una maleta. Al fin de cuentas, hace ya años que mi nación es sólo lenguaje” o aquel otro poema “para nuestra Patria cautiva, la libertad de morir consumida de amor”
Los diarios del mundo, como el New York Times, reconocen en él al dirigente más admirado por la izquierda israelí y por los principales movimientos pacifistas del convulsionado Medio Oriente.
Abbas llega a la Argentina luego de reunirse con el Presidente de Brasil, Lula da Silva. Ambos defendieron la creación de un Estado palestino independiente.
Lula señaló que la base de la paz en aquella región caliente, pasa por parar inmediatamente cualquier nuevo asentamiento en territorio palestino. Al tiempo que reafirmó la importancia vital de lograr la unión y convivencia democrática entre los palestinos.
La jerarquía de estas presencias va mucho más allá de los acuerdos comerciales y económicos bilaterales.
Ubican a Brasil y Argentina como un nuevo vértice integrador de la paz en el mundo, les brinda un perfil propio en el seno del G-20, con un rol decisivo al momento de representar a las naciones que en estas últimas décadas fueron excluidas del desarrollo.
Para Argentina además, es reencontrarse con momentos claves de su historia donde la soberanía y la unidad de los países del sur-sur, alguna vez estuvieron en lo más alto de la consideración de nuestro Estado.
Ese palestino que visita la Argentina será huésped de un país que pese a las inclemencias de la crisis global, bebió de la fuente de su mejor pasado para salir adelante en la defensa de su propia identidad, de su desarrollo inclusivo, del empleo decente para todos.
Leerá en los periódicos locales, seguramente, que Mercedes Marcó del Pont, Presidenta del Banco de la Nación, afirma con fundamentos sólidos que la Argentina crecerá durante el 2010 de 4 al 5 %, que Cristina, la Presidenta argentina, crece en su imagen popular desde que decidió extender el derecho a la Asignación Universal por hijo, la Ley democrática de Medios de Comunicación y la Reforma política que otorgará previsibilidad a la pugna de ideas y modelos de país entre los partidos políticos representativos y el Plan Argentina Trabaja que otorgará cien mil nuevos empleos.
Sabrá también que otros se oponen al proceso de cambios y fragmentan el pensamiento y dividen a las expresiones populares, buscando provocar el mismo cansancio moral que a él lo aqueja.
Todas las mentiras se hacen añicos entre los dedos de la verdad. Argentina es anfitriona de los principales líderes del mundo, pese a la cantinela falaz del “aislamiento internacional”.
Argentina, esa nación que crece integrada y soberana al mismo tiempo, es la que abraza al Presidente Abbas y en su nombre, a los Niños de la Franja Gaza, los que miran con sus ojos hambrientos de humanidad.
De humanidad, nada más, pero nada menos.
Jorge Giles. El Argentino. 23.11.09
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