Una vieja
fábula cuenta que un escorpión le pidió a una rana que lo ayude a cruzar el río.
La rana le respondió que “No” por temor a ser picada por el escorpión.
Pero éste
la convenció diciéndole: “Si te picase, me hundiría contigo y me
ahogaría”.
Cuando
llegaron a la mitad del río, el escorpión fatalmente picó a la rana; y entonces
la rana preguntó mientras se hundían los dos:
“¿Por qué
me picaste?”. Y el escorpión respondió: “Lo siento. Es mi naturaleza”.
La oposición
se parece en mucho a lo que de veneno tiene esta fabula.
Tienen como
jefa de fiscales de Sergio Massa a Graciela Camaño, la esposa del sindicalista
Luis Barrionuevo que agrediera violentamente al diputado Carlos Kunkel en el
Congreso.
Tienen a
Mauricio Macri, jefe del PRO, que afirmara que sería candidato presidencial
“aunque tenga que tirar por la ventana del tren a Néstor Kirchner”.
Tienen al senador
radical Ernesto Sanz que difamara contra los humildes diciendo que la plata de
la Asignación Universal por Hijo “se va por la canaleta de la droga y el juego”.
Podríamos
seguir enunciando frases opositoras tan o más ofensivas que estas.
¿Pero se
imaginan lo que hubiese sido de este bendito país si el oficialismo
hubiera respondido con el mismo calibre
de agresividad y violencia verbal?
No quedaría
ni el loro, respondería la tribuna.
Como es
fácil advertir, esa agresividad surgió en estos años exclusivamente de la
oposición.
No es para
sorprenderse entonces con el desaguisado que esta vez los acosa internamente.
Antes se
peleaban al llegar a sus bancas o al gobierno. Ahora lo hacen una cuadra
antes.
Allí está
Carrió acusando a su compañero de ruta Pino Solanas, de ser “demasiado PJ”.
Allí está
también Carrió soltando el veneno contra sus propios aliados, como Terragno y
Prat Gay y allí están estos respondiéndoles.
Gil
Lavedra, otro de los socios de esa alianza, llegó a decir que confiaba en “domesticar
a Carrió”.
Allí está
De Narvaez tirando sopapos televisivos y disparando a granel contra Massa y
contra Macri. Y está Sergio Massa sacándose el saco para ir a pelear no se sabe
contra quién, mientras le niega a Gabriela Michetti el convite para formar un
solo bloque. Todos contra todos.
Como si la
frustración de no poder subir al ring de esa violencia verbal al oficialismo,
los hiciera pelear entre ellos mismos.
Esta
oposición no sólo se distingue por su pereza intelectual, sino fundamentalmente
por su natural pobreza de espíritu.
De estos
cuencos, nada bueno se podrá beber.
Lejos de
allí, en Cañuelas, la Presidenta informó ayer que la desocupación siguió
bajando y se ubicó ahora en el 7,2 %.
O sea.
La del
gobierno sí que es una pelea que dignifica la vida.
El Argentino, miércoles 31 de julio de 2013
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