A todos y todas quienes nos enviaron sus abrazos en la despedida de mi Vieja, mi querida Monona: gracias, gracias, gracias.
A los compañeros y compañeras del PAMI: gracias.
A Homero y los médicos y médicas, a los enfermeros y enfermeras del
Centro Gallego que le prolongaron la vida unos días más en el vano
intento de salvarla: gracias por el intento y por permitirnos despedirla
dignamente.
A Taky que estuvo siempre a su lado: gracias.
A mi compañera y a mis hijos que tanto la querían: gracias.
La mujer que ayer se fue era todo vida. Peronista hasta los huesos que
tanto le dolían. Fue la primera afiliada y Presidenta del Partido
Peronista Femenino de Corrientes, creado por Evita. Fue cantora de
valses y chamames, cuando en su juventud allá en Corrientes, los
locutores de la radio local la presentaban con el dulce nombre de
"Florcita". Militante de la Resistencia junto a su marido y compañero de
vida, mi padre, el Viejo Ventura Giles. Ahora que ya se fue, puedo
contar en su memoria y homenaje que ella guardaba los caños que Ventura
preparaba en los talleres del ferrocarril donde trabajaba. A los dos
hijos que seguimos sus pasos en la militancia, nos cuidaba como madre y
nos guiaba como vieja peronista. Cuando arrasaba la última dictadura
escondió a mi hermano Omar en la clandestinidad luego de fugarse de los
milicos.
A mi nunca dejó de visitarme en la cárcel de esos años, con
sus matambres caseros desehechos en la requisa y sin poderlos ingresar y
con su sonrisa y sus mensajes de esperanza en los encuentros fugaces,
vidrios mediante. Ya iré contando más. Hoy sólo quiero recordarla como
era ella cuando bailaba, cuando cantaba, cuando nos hacía reír y cuando
guerreaba con su Perón y Evita siempre a flor de piel. Un día de visita
en la carcel de Rawson un milico les gritó a los familiares que
esperaban en la puerta: "Los que visitan a delincuentes comunes formen a
la derecha; los que vienen a ver a los delincuentes terroristas, a la
izquierda". Mi Vieja lo enfrentó diciéndole: "Mi hijo no es ni lo uno ni
lo otro". Finalmente bajó la cabeza y formó a la izquierda. Que nadie
crea que se rindió. Puteó, formó y pasó con su mensaje de amor. Es una
de las heroínas anónimas de este pueblo. Y no tan anónimas. Lo
demuestran los gestos de amor que la despidieron. Un mensaje de los
pibes de La Cámpora, otro de su Familia, otro del compañero Abal Medina;
varios más de familiares y amigos; pero qué feliz hubiera sido viendo
el ramo de esas flores tan hermosas que le envió la Presidenta.
Monona solía lucir una remera con el rostro de Cristina y la leyenda "El
amor vence al odio". Y así se fue vestida hacia ese cielo de justos
donde se encontrará con mi hermano Omar y mi Viejo Ventura, con los 30
mil compañeros, con Evita y con Perón, con sus hermanas y sus padres y
prolongará seguramente aquel abrazo que se dio con Néstor Kirchner el
día que los pude presentar.
En sus horas finales, llena de infinitos
dolores y heridas sin curarse, yo le silbaba bajito y amorosamente una
bella canción: "La calandria", el chamamé de Isaco Abistbol que tanto le
gustaba cuando lo silbaba el amor de su vida: el ferroviario Ventura.
No se porqué, pero estoy seguro que mi Vieja me escuchaba. Y que me
sigue escuchando cada vez que voy para su habitación, ahora vacía, y
silbo para ella, una y otra vez, La calandria.
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