domingo, 4 de octubre de 2009

EL DÍA QUE VOLVIMOS A NUESTRAS MALVINAS

El aplauso lleno de lágrimas cuando posaron sobre las Malvinas, desató el nudo que traían desde el encuentro en el Aeropuerto de Río Gallegos, en Santa Cruz.
Allí fueron llegando temprano los familiares de los soldados muertos en nuestras Islas.
Todo era emoción. Se miraban y se abrazaban en silencio.
El sollozo cortaba el aire y se colaba por los poros de la memoria colectiva.
Cuando vieron aparecer a la Presidenta y el Canciller Taiana, volvió el manojo de abrazos y se llegó a escuchar un lamento compartido “¿Porqué tardamos tanto?”
No fuimos los argentinos los que tardamos en posibilitar este momento. Fueron las antiguas y vergonzantes “relaciones carnales” de este lado del mar y la injusta actitud de gobiernos anteriores, los que impidieron concretar hasta ayer, el acto humanitario de la visita de los familiares al territorio usurpado.
Conmueve el orgullo de las madres que ofrendaron su hijo a la Patria.
No cabía nada más para remediar tanto dolor y sin embargo, cuando Cristina les habló, ese momento albergó nuevamente a una multitud de 40 millones de argentinos que de algún modo estaban presentes.
“Ustedes no solamente van a ver a sus muertos, sino a los muertos de todos, porque los muertos de ustedes son también nuestros muertos”, dijo Cristina. Y siguió hablando ante la atenta mirada de los familiares. “La causa Malvinas debe ser una lucha inclaudicable de todos los argentinos en el marco del derecho internacional”, agregó.
Las lagrimas fluyeron cuando afirmó que “un día de este siglo, un Presidente argentino va a ir a las Islas, como Presidente de esas Islas también, a honrar a los muertos, en nombre de los derechos legítimos que tenemos, y deberán entender que no pueden existir enclaves coloniales en pleno siglo XXI”
A las 8,25 partió la nave y llegó a posar suavemente en Puerto Argentino a las 9,30 hs.
Nos ponemos de pie. Están honrando a sus muertos. Nuestros compatriotas muertos.
Mientras este acto de justicia sucede, la realidad es un torbellino que nos envuelve con sucesos distintos.
Es domingo, y nos proponemos acompañarlo como todos los domingos compartiendo emociones en una semana con presagios luminosos.
La sanción de la Ley de la Comunicación de la democracia está a punto de consagrarse definitivamente. Ya faltan pocos días.
El Bloque del Frente para la Victoria y algunos senadores aliados procurarán culminar una obra, conjugada por la participación de muchísimos sectores representativos del pueblo y la manifiesta voluntad presidencial.
¿Se da cuenta? Es el acto más trascendente de estos 26 años de democracia.
Recuperar la libertad de la palabra es recuperar el poder autónomo de la política de las cárceles visibles o invisibles de los monopolios, recuperarla del verdadero clientelismo que es el que ejercieron y ejercen los poderosos para imponer sus privilegios, para decirnos cuál es la agenda de los gobiernos, para dictarnos qué mirar en la tele, a quién escuchar y a quién leer.
Debemos estar muy juntos y en paz los argentinos para cuidar este alumbramiento. Que nadie se atreva a cortar el paso de la Ley hacia su destino de libre. Esta vez, jugamos todos.
Duele cualquier conflicto que afecte a los trabajadores, piensen como piensen. De esas causas profundas se nutre nuestra humanidad. Pero es de buena gente reconocer a un Gobierno que honró la memoria de una generación diezmada por el genocidio de la dictadura. Lo hizo de la más sublime manera. Convirtiendo los centros de tortura y desaparición en casas de cultura y de vida; promoviendo intensamente el juicio a los genocidas, para que la justicia se saque todas las vendas de la complicidad. Pero por sobre todo, lo hizo reimpulsando un país donde el trabajo, la inclusión social, la soberanía, la unidad latinoamericana están impresas en la bandera que Argentina hace flamear nuevamente.
De ese lado se puede estar o no. Lo que resulta injusto, es negarlo.



El Argentino. 04.10.09

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