domingo, 27 de septiembre de 2009

Tenía que ser octubre para alumbrar la Ley

El curso de la coyuntura provocó extrañas mutaciones en algunos medios. El diario “La Nación”, por ejemplo, reivindicó piquetes y tomas de fábricas cual si fuese un boletín de izquierda y el grupo “Clarín” husmea en la historia del movimiento popular para atacar al Gobierno.
Todo vale a la hora de apropiarse de la palabra para fragmentar la sociedad.
Son días de cuidarse de las emboscadas mediáticas. En las intrigas y conspiraciones, superan, con su dosis de perversidad, la imaginación de Alfred Hitchcock.
Octubre es un mes de evocaciones trascendentes. Alcanza con decir que un 17 de ese mes, en 1945, irrumpieron para siempre los trabajadores, los sectores medios, el pueblo real y concreto, inaugurando un ciclo histórico que aún está por fructificar uno de sus mejores logros.
Un ciclo que sigue abierto, una historia inconclusa, dolorosamente esperanzada.
Por eso tenía que ser octubre cuando alumbre la nueva Ley de Comunicación de la democracia.
Habrá un antes y un después del debate coral en el Parlamento.
Cada legislador cargará de ahora en más, con la honra o la deshonra del deber cumplido. Dependerá del lugar que cada uno haya ocupado en la faena.
Al servicio de la democracia o al servicio de los monopolios.
Pocas veces la historia del Congreso registró actitudes bochornosas como las que pudimos ver en estos días, en vivo y en directo.
Los senadores opositores sobreactuaron la defensa de las empresas monopólicas con mayor énfasis que los mismos propietarios y voceros de esas empresas.
No intentaron siquiera el buen gusto de la sutileza para expresar sus discursos en el Senado.
Arremetieron contra Gabriel Mariotto y Tristán Bauer con la ferocidad del fiscal que niega la legitimidad del Estado para recuperar la soberanía de la palabra a través de una nueva legislación.
Este plano de la realidad domina por sobre los demás planos en tanto genera una tensión pocas veces vividas durante estos 26 años en democracia.
Además, lleva a suponer que estamos en el preludio de una nueva etapa política y que ésta se hará efectiva a partir de la sanción definitiva de la Ley.
El debate parlamentario fue una pantalla partida mostrando distintos modelos de sociedad, de intereses y conductas contrapuestas.
Están en pugna los dos escenarios posibles para celebrar el próximo Bicentenario patrio. Con monopolio comunicacional o con mayor cuota de democratización para el conjunto de la sociedad.
En el panel contra el Proyecto de Ley convocado por la denominada “Fundación Libertad” en la ciudad de Rosario, se mostraron juntos, Daniel Vila, el socio de Francisco de Narváez, un periodista del diario “La Nación” y Vicente Massot, dilecto amigo y defensor público de varios genocidas.
Los panelistas abundaron en las acusaciones de corte ideológico contra los principales dirigentes políticos del oficialismo. El más anacrónico y rabioso macartismo, al que muchos creían superado por el ejercicio de la democracia, volvió a la carga en boca de los disertantes. No defendían sólo la libertad de empresa, sino las mismas ideas que se impusieron con el terror de la dictadura y la “doctrina de la seguridad nacional” de tan tristes consecuencias.
Claro, son dueños y/o voceros de empresas multimedios, confesos simpatizantes de ideas de la derecha más retrógrada.
Por eso mismo, resulta escandaloso el sometimiento colonizado de aquellos legisladores opositores que no titubearon en cuestionar el articulado del Proyecto de Ley referido a los intereses económicos de las empresas monopólicas afectadas. No encubrieron sus intervenciones en la defensa del derecho de los ciudadanos a tener una mejor radio y una televisión más culta y educativa. Defendieron el presunto “derecho adquirido” por los monopolios y la necesidad de facilitarles todos los años que demanden para la reconversión técnica que, hipotéticamente, les demande la futura legislación democrática. Es una falacia total. La senadora Blanca Osuna, dio cuenta de esta situación con palabras mesuradas y respetuosas. Pero que dejaban traslucir el llamado casi angustiante a que asuman el origen de sus mandatos institucionales, que no es justamente el de ser defensores de las empresas privadas sino del bien público, del derecho de los niños y los jóvenes a ser contemplados en una nueva Ley de la democracia. Si bien se dirigió a todos sus colegas por igual, esas palabras fueron destinadas a los legisladores opositores. Ninguno acusó recibo de las mismas.
Atrás había quedado la anterior situación creada con el artilugio de la falta de tiempo suficiente para tratar el Proyecto, el peligro de las telefónicas, la autoridad de aplicación y las cuatro comisiones que solicitaban en la Cámara alta.
Despejado el argumento sobre las formas, los protagonistas se vieron y se ven obligados a debatir el contenido del texto y asumir entonces, su propia opción.
Más allá de nuestras fronteras, dos sucesos conmovieron la región y el mundo.
El regreso a su país del Presidente constitucional de Honduras, Manuel Zelaya, reavivó la resistencia nacional e internacional contra los golpistas que el pasado 28 de junio lo destituyeran, dejando ver la bestialidad de un régimen dictatorial que reprime al pueblo hondureño y ataca la Embajada de Brasil donde se aloja el legítimo Presidente.
La rápida respuesta internacional esta vez no se hizo esperar. Sin embargo, el golpe cívico militar demuestra una porfía que, por su permanencia, sólo es imaginable con un poder de fuego muy pesado, radicado en algún otro punto del verdadero poder que lo sostiene.
Nuevamente, fueron la Presidenta argentina y el Presidente Lula los protagonistas a la hora de liderar la defensa de la democracia en un país hermano del continente latinoamericano. Habrá que seguir de cerca el desarrollo de la resolución final de esta crisis, en la certeza que, en verdad, se está jugando la fortaleza del sistema democrático y el poderío de los países que decididamente se enfrentan a los golpistas.
O pasa el golpismo o se consolida la democracia.
Más al norte, la Asamblea de las Naciones Unidas y la Cumbre del G-20 parecieran indicar el inicio de una nueva agenda. El vértice del poder se amesetó y del G-8 se pasó al G-20. Argentina está entre ellos. ¿Salió en algún titular argentino?
Ya no pregonan la flexiblización laboral como en la cumbre anterior. Con la incorporación de la OIT propuesta por la Argentina, se avanzó en promover al trabajo decente y la producción como ejes articuladores de un nuevo orden mundial, que todavía deberá vencer el acoso del planeta neoliberal y financiero que pugna por volver a las condiciones que regían antes de la crisis global.
La tabla evangélica del pensamiento único, del unilateralismo, del valor de lo financiero por encima de lo productivo, pareciera haber encontrado su última estación.
De todos modos, Cristina fue la imagen de la inserción argentina en el mayor plano internacional, reafirmando la prioridad de su gobierno en el empleo, como articulador social de un nuevo desarrollo y en el mercado nacional y regional como la frontera común del mismo.
La actual coyuntura pareciera ir trazando las líneas de un horizonte no tan lejano.
Que se empiece a hablar de la candidatura presidencial de Mauricio Macri, licenciado en “fascismo” a estar por sus estridentes declaraciones, está indicando la profunda crisis de la derecha nativa.
Obligado por la deserción de Carlos Reutemann y la caída vertical de Elisa Carrió, el jefe de gobierno porteño es empujado a salir al ruedo en el intento de reagrupar las filas partidarias que representan los intereses económicos y sociales de una minoría privilegiada. La derecha atendida por sus propios dueños, como oportunamente se dijo. Deberá pasar por el trance de dirimir el liderazgo del espacio opositor con Julio Cobos.
La vergonzosa actitud antirepublicana de quien es Vicepresidente de la Nación y jefe opositor al mismo tiempo, parece estar licuando vertiginosamente la figura del mendocino. Debería apurarse por adecentar su conducta, si quiere pretender al menos un certificado de idoneidad para correr la próxima maratón presidencial.
En la otra orilla, los sectores del cambio, nucleados en el espacio nacional y popular, avanzan en la ampliación de sus fuerzas. Se definen por sus aliados, pero mucho más por los enemigos que cosechan con las medidas estructurales que encara Cristina.
Un amplio abanico de sectores políticos, sociales y culturales, considera posible y necesario, la configuración de un polo que se aglutine alrededor del liderazgo del ex Presidente Néstor Kirchner, en la construcción de un proyecto político que pueda expresar genuinamente la defensa, la continuidad y la profundización de los cambios producidos en estos últimos años.
Pero falta mucho tiempo para que maduren todas las brevas. Antes, habrá que disfrutar, ya con la nueva Ley de Comunicación, el próximo y primaveral mes de octubre.



Jorge Giles. Miradas al Sur. 27.09.09

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