domingo, 6 de septiembre de 2009

DOÑA ROSA, VIVE, SUEÑA Y HABLA

En la época más oscura del neoliberalismo, un comunicador de esas orillas medrosas del poder, llamado Bernardo Neustadt, masificó la figura de una tal “Doña Rosa”, encarnando a través suyo lo que se suponía era “la voz del pueblo”; pese a que tan digna dama barrial, jamás apareció en las pantallas de la tele.
“Doña Rosa”, según Neustadt, explotaba de furia contra el Estado y todo lo que se relacionara con él.
Clamaba por las privatizaciones con la desesperación erótica de una dama o un caballero en época de celos.
Uno se la imaginaba con ruleros en la cabeza y pasando el plumero a la corrupción y los corruptos que siempre cometían sus fechorías en el Estado. Nunca fuera de él.
El mercado, para “Doña Rosa”, reemplazó el altar sagrado de la Virgen de Luján y desafió, incluso, la prepotencia federal, milagrosa y punzó del Gauchito Gil.
Hoy que sabemos que “Doña Rosa” era el nombre artístico del propio Neustadt, de Mariano Grondona, de Menem, de la entonces productora de su programa y hoy una clara opositora al gobierno de Cristina, fuimos a la búsqueda de la verdadera Doña Rosa, la del pueblo, la que llora con Andrea del Boca en una telenovela, se emociona con Adriana Varela cuando canta “Fetiches”, nostalgia a su tierra mientras barre el patio tarareando un chamamé, mira TN y el 13 y no puede ahogar un desgarrado grito “qué hijos de puta lo que están diciendo” o escucha a Magdalena o al doctor Nelson por la radio y piensa “se creen que somos todos idiotas como ellos”.
La encontramos al fin. No estaba lejos ni clandestina.
Esta Doña Rosa es nuestra Vieja, es la mujer que amamos, es la del alma y el lecho tibio, y es la Tía más querida y solidaria en la familia, es la vecina que nos convida el mejor plato que cocinó el domingo, la que firmó el petitorio en defensa de los trabajadores despedidos en la fábrica del barrio, es la maestra que vive acá a la vuelta y es una compañeraza, es la señora que vende los pochoclos en la plaza con una elegancia que da a envidia a Pampita.
Es la trabajadora textil, la carnicera y la verdulera de la esquina. Es la que se arrima en la calle o en el templo o en el laburo cuando advierte que estamos tristes por algo y te pregunta “¿te puedo dar una mano?”
Esas voces de pueblo son las protagonistas que hoy están a punto caramelo de vivir la transformación de la democracia en más democracia.
Con el inicio del tratamiento del Proyecto de Comunicación Audiovisual en el Parlamento nacional, culmina un largo proceso liberador cuyos orígenes habrá que buscarlos en las tristes y oscuras épocas de la dictadura.
La imagen de Rodolfo Walsh, apasionado y consecuente hasta dar la vida, batallando con su vieja máquina de escribir en las madrugadas, para salir a repartir luego sus propios diarios caseros y clandestinos, es la pintura más dramática, épica y poética de una gesta colectiva que se iría acrecentando con el tiempo.
La dictadura impuso sin ningún trámite engorroso su decreto ley de radiodifusión y a partir de allí, la democracia se acercó hasta los bordes de esa legislación de los genocidas para hacerle una reforma aquí y allá, un maquillaje y otro, pero sin atreverse jamás a ir al fondo de la cuestión.
Es eso lo que está pasando.
El Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner decidió concurrir nuevamente a una cita con la historia, abriendo sus brazos a los miles de batalladores que de manera pública o anónima militaron y trabajaron para llegar a este momento crucial.
La Ley que hoy se debate en el Parlamento es la que mostrará por fin a la verdadera Doña Rosa, a Mariana, a Samuel, a Ventura, a Omar, a Teresa, a Juan, a Liliana, a Hebe, a Estela, a Taty, a Sandra, todos y a todas las voces del pueblo.
Que nadie nos confunda. No se trata del último combate entre dos demonios.
La Doña Rosa, nacional y popular, sabe que esta vez, ella será la reina de la casa, del barrio y la comarca.
Y de la Ley que se debatirá en la Audiencia pública que se inicia el martes y en la que ya se anotó para hablar.
Permitámonos entonces un ¡Feliz Domingo para todos!


Jorge Giles. El Argentino. 06.09.09

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