Entonces, Alberto
Castillo cantaba “por cuatro días locos que vamos a vivir” y era el santo y
seña para empezar a bailar desde el patio familiar hasta el corso de la
esquina. Ida y vuelta al paraíso siempre esquivo de la muchacha del barrio.
La
Argentina profunda guardaba en su memoria aquella patria del carnaval nacional
y popular.
La buena
noticia es que la hemos recuperado, contra viento y marea, contra la dictadura genocida
y aún contra la desesperanza con la que ametrallan los medios día a día.
Que el
control de precios no va andar, que se cae el entendimiento con Irán, que
impiden publicar ofertas en los diarios, que volvieron a matar a un hombre
cinco años después, que este país no vale nada y otras yerbas.
Sepámoslo
de una vez: van a seguir con esta cantinela de la desesperanza y esta bulla
incendiaria hasta el último suspiro que guardan en el calendario.
No quieren
mejorar las cosas; quieren tumbar este proyecto de país para reponer lo peor de
nuestro trágico pasado.
De allí que
se impone no pisar el palito de ninguna provocación y la necesidad de hacer
pedagogía liberadora.
Hay que
sacar el alma a la vereda y hablar con vecinos y parientes mostrando simplemente la verdad que vivimos cotidianamente.
Es la mejor
forma de evitar que las brujas asusten y que los hechiceros vendan los azufres del demonio que insiste en meter la
cola.
Para saber
cómo está el país nos proponemos recorrer el espinel de las épicas colectivas,
esas que no son tapas de diarios.
Después de
todo, tenemos bien ganado el derecho a bailar y reír y ser felices hasta donde
se pueda. Pero es preciso bailar con fundamento.
Hablemos
del país del carnaval y también del país de las reservas y del país que bulle
por abajo.
Los sueños,
cuando son colectivos, habitan un territorio, lo organizan, lo cuidan, lo
defienden. De eso vamos a hablar. De la tierra firme de estos sueños.
Pueblos
grandes, chicos y medianos se vestirán de fiesta en estos días para decir con
Jauretche que “Nada grande se puede hacer con la tristeza”.
El Ministro
de Turismo, Enrique Meyer, estimó que el fin de semana largo se movilizarán más
de 2 millones de personas; 4,4% más que en 2012; 10, 9% más que en 2011; con un
gasto aproximado de $ 2.570 millones y con el 94% de los turistas viajando por
la Argentina.
El Carnaval
Federal de la Alegría de este año es organizado por la Presidencia de la Nación
e incluye a más de 190 localidades del país, con actividades culturales propias
de cada región.
Todo bien,
pero por la radio, la TV y los grandes diarios nos dicen que se caen las
reservas y el país quedará a la deriva.
Vayamos a
las fuentes antes de apretar el pomo.
La titular
del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, afirmó que “Los depósitos en pesos
crecen a tasas récord y ayudan a consolidar la economía, tal como lo indica el
hecho de que el año pasado los plazos fijos crecieron más del 50%.”.
¿Y
entonces?
La
funcionaria sostuvo que “la Argentina presenta un nivel de solvencia externa
que es de los mejores de su historia; este año la economía volverá a generar un
importante excedente externo que nos permitirá terminar el año con una
recuperación del nivel de reservas aún después de atender los pagos de la
deuda”.
Para que no
queden dudas, agregó: “Hay ignorancia o mala fe cuando se pretende alarmar
sobre el nivel de reservas y su dinámica, ya que se pasa por alto que asignamos
más de 30.000 millones de dólares de las reservas para desendeudarnos con el
exterior. En el 2012 la prioridad del Gobierno estuvo orientada a evitar la
destrucción de puestos de trabajo y ese objetivo se logró”.
O sea que
plata tenemos. ¿Cómo no festejar el carnaval entonces?
Vayamos al
territorio, allí donde la militancia trajina el proyecto con alegrías a veces,
con sinsabores otras.
No es
cuestión de ponerse un disfraz porque sí, aunque sea carnaval.
Se ha
reconstituido un tejido social que es capaz de unir la huella que labra el
Estado con las huellas de los hombres y mujeres que militan la esperanza.
Vale como
muestra el encuentro nacional de Mesas de gestión local que se realizó hace
unos días en Chapadmalal.
Ante más de
2 mil personas que representaban a las 35 mil mujeres y hombres que trabajan en
todo el país con este fin, la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, destacó
la importancia estratégica de unir la gestión de lo público con la
participación activa del pueblo.
Es un nuevo
paradigma de Estado, donde el pueblo ya no espera pasivamente a que la
asistencia social acuda de vez en cuando a preguntarle por su vida. Es el
pueblo el que se mete de lleno en el Estado a través de estas mesas de gestión,
decidiendo sobre sus prioridades, elaborando líneas de acción comunitaria y
solidaria para combatir la trata de personas, la violencia de género y el
trabajo infantil.
O en la
educación popular con las cooperativas de trabajo a través del programa FINES,
para poner otro ejemplo.
“Acá están
presentes el compromiso y la convicción. En políticas sociales colocamos una
bisagra en la historia: antes las políticas eran absolutamente asistenciales
pero a partir del 2003 la participación ciudadana se convirtió en el eje de la
política pública” afirmó Alicia Kirchner en ese encuentro que duró tres días y
que se realizó bajo el lema “Democracia y organización que transforman realidades”.
Por ahí
pasa la cosa. Por organizar la esperanza y custodiar entre todos los sueños de
un país mejor.
Lo decimos
porque estamos convencidos desde hace mucho tiempo que la lucha de esta patria que somos, sigue siendo una danza con
lobos.
Para comprobarlo,
allí está la rabia azuzada por los grandes medios.
Allí está
la rabia contra Kicillof y sus hijos.
Allí está
la rabia de Astiz y los genocidas presos que claman por un nuevo gobierno que
los vuelva a amnistiar.
Allí está
la rabia de Miguel de Sel, de Macri, el PRO y De la Sota volteando antenas y el
gobierno socialista santafesino mirando para el costado mientras el narco mata.
Por eso: que
no nos roben la alegría.
Menos ahora
que empezó el carnaval.
Miradas al Sur, domingo 10 de febrero de 2013
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