Los
anuncios de la Presidenta, ayer, son los de un país que crece, que se anima,
que cree, que baja la desocupación, que recupera y mejora sus ferrocarriles,
que quiere la democratización de la justicia, que denuncia a los corruptos que
estafaron la buena fe de la gente. Un país con esperanza.
Nos
quedaríamos hablando de las buenas nuevas.
Pero
debemos ocuparnos, otra vez, de la furia opositora.
Grave
pecado sería acostumbrarnos a ese paisaje de odio y dejar de señalar las
madrigueras donde la serpiente del odio deja sus huevos.
Mejor
prevenir que curar, ¿no?
Los
agravios contra el vicepresidente Amado Boudou y el Viceministro de Economía,
Axel Kicillof, merecen el más enérgico repudio de la democracia toda.
Cuando se
desgarra el tejido de la comunidad con amenazas de muerte, con ofensas
personales, con una violencia a punto de dejar de reptar para dar el salto al
cuerpo de la víctima elegida, es la democracia en su conjunto la que debe poner
freno a semejante canallada.
Hay que
decirlo: los grandes medios, como Clarín y La Nación, hieren la convivencia
civilizada y pacífica de la sociedad. Y allí están las consecuencias.
No hay
excusa que valga para la violencia verbal del dirigente del PRO, Miguel del
Sel.
No hay
excusa que valga para los insultos proferidos en el sagrado campo de combate donde San Martín bautizó con sangre a sus Granaderos.
No hay
excusa que valga para con la violencia ejercida contra Kicillof y su familia
por parte de quienes venían de pasar sus vacaciones. No venían de hacer cola
frente a un comedor popular o frente a una embajada extranjera buscando visa
para emigrar del país.
Venían de
vacacionar, ahora que se puede.
Estas
manifestaciones de intolerancia autoritaria son directamente proporcionales al
vacío de propuesta opositora e inversamente proporcionales a las políticas de
inclusión social del gobierno nacional.
El año
electoral avanza y la dirigencia opositora no da señales de vida.
Y entonces
esa masa indolente con los humildes y con los intereses nacionales va cargando
el tanque de su odio con más impotencia y frustración.
Frente a
este cuadro intolerante ¿qué hacer?
Creemos que
una nueva victoria nacional, popular y democrática viene cabalgando a paso
redoblado. Qué mejor que esperarla cantando y sin caer en la trampa que
proponen los violentos.
Mientras
gobiernen las mayorías populares no habrá “ojo por ojo…”. Por el contrario,
habrá paz, inclusión y justicia social, seguridad, soberanía, trabajo y
producción.
Pero hay
que denunciarlos y dejarlos solos con su carga de odio.
Que la
cobardía de esos miserables se enfrente con el coraje de un pueblo que quiere
vivir en paz.
El Argentino, martes 5 de febrero de 2013
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