martes, 5 de febrero de 2013

Entre la esperanza y la furia



Los anuncios de la Presidenta, ayer, son los de un país que crece, que se anima, que cree, que baja la desocupación, que recupera y mejora sus ferrocarriles, que quiere la democratización de la justicia, que denuncia a los corruptos que estafaron la buena fe de la gente. Un país con esperanza.
Nos quedaríamos hablando de las buenas nuevas.
Pero debemos ocuparnos, otra vez, de la furia opositora.
Grave pecado sería acostumbrarnos a ese paisaje de odio y dejar de señalar las madrigueras donde la serpiente del odio deja sus huevos.
Mejor prevenir que curar, ¿no?   
Los agravios contra el vicepresidente Amado Boudou y el Viceministro de Economía, Axel Kicillof, merecen el más enérgico repudio de la democracia toda.
Cuando se desgarra el tejido de la comunidad con amenazas de muerte, con ofensas personales, con una violencia a punto de dejar de reptar para dar el salto al cuerpo de la víctima elegida, es la democracia en su conjunto la que debe poner freno a semejante canallada.
Hay que decirlo: los grandes medios, como Clarín y La Nación, hieren la convivencia civilizada y pacífica de la sociedad. Y allí están las consecuencias.  
No hay excusa que valga para la violencia verbal del dirigente del PRO, Miguel del Sel.
No hay excusa que valga para los insultos proferidos en el sagrado campo de combate  donde San Martín bautizó con sangre a sus Granaderos.
No hay excusa que valga para con la violencia ejercida contra Kicillof y su familia por parte de quienes venían de pasar sus vacaciones. No venían de hacer cola frente a un comedor popular o frente a una embajada extranjera buscando visa para emigrar del país.
Venían de vacacionar, ahora que se puede.
Estas manifestaciones de intolerancia autoritaria son directamente proporcionales al vacío de propuesta opositora e inversamente proporcionales a las políticas de inclusión social del gobierno nacional.
El año electoral avanza y la dirigencia opositora no da señales de vida.
Y entonces esa masa indolente con los humildes y con los intereses nacionales va cargando el tanque de su odio con más impotencia y frustración.
Frente a este cuadro intolerante ¿qué hacer?  
Creemos que una nueva victoria nacional, popular y democrática viene cabalgando a paso redoblado. Qué mejor que esperarla cantando y sin caer en la trampa que proponen los violentos.
Mientras gobiernen las mayorías populares no habrá “ojo por ojo…”. Por el contrario, habrá paz, inclusión y justicia social, seguridad, soberanía, trabajo y producción.
Pero hay que denunciarlos y dejarlos solos con su carga de odio.
Que la cobardía de esos miserables se enfrente con el coraje de un pueblo que quiere vivir en paz.

El Argentino, martes 5 de febrero de 2013

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