Si
hay un objeto inventado por el hombre que terminó resultando inapelable en su
andar, ese es el reloj. No hablamos, para que se entienda, de ninguna disquisición
filosófica sobre el valor del tiempo.
El
reloj es la cuestión.
Él
es el que nos dicta la hora y los minutos cada día y cada noche y que, si tiene
incorporado un calendario, nos dice los días que faltan para las elecciones de
agosto y de octubre del corriente año, por ejemplo. Y su juicio es inexorable:
faltan apenas seis meses para el primer turno de las elecciones primarias,
abiertas, simultáneas y obligatorias. O
sea, un puñado de meses para tener candidatos y un partido aceitado para poder
competir.
¿Alguien
cree posible un entendimiento unificador de la oposición en los días que
faltan? ¿Alguien cree posible que surja un liderazgo capaz de unificar
personería política y legal para representar a todos los opositores?
¿Alguien
cree posible acordar un programa de mínima antes que alumbre mayo y que de ese
programa surjan los nombres de sus representantes?
La
respuesta es: rotundamente no.
Reloj
no marques las horas, porque voy a enloquecer…
Pero
no todo está perdido para el arco opositor.
El
procesado jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, el mutilador de
árboles Mauricio Macri, acaba de dar una pista importante de su programa de
gobierno si llega a ser presidente en el 2015, o si tiene legisladores
suficientes en el 2013 para votar una ley en el Congreso: no habrá más fútbol
para todos.
Es,
al derecho y al revés, un proyecto de país con exclusión social.
Entremos
en contexto para fundamentarlo.
Argentina
se desangró sin remedio cuando quedó huérfana de proyecto nacional y popular. Y
no hablamos de partidismos.
Después
de la dictadura, el presidente Alfonsín intentó retomar una huella de justicia
y soberanía en el amanecer de la democracia y terminó desplegando bandera
blanca ante el círculo de fuego que lo atenazaba desde la derecha feroz de
Clarín, La Nación, los carapintadas, Ronald Reagan, la jerarquía de la Iglesia
y la gavilla mendaz que representaba a bancos y financieras. Con Domingo Cavallo
al frente.
“Después,
qué importa del después, toda mi vida es el ayer que me detiene en el pasado”,
dice el tango de Homero y Virgilio Expósito, como si adelantara en poesía la
traición de Menem.
Pasaron
las siete plagas y antes de retirarse la última
langosta, cayó Fernando de la Rúa.
Más
allá de si uno es o no es peronista kirchnerista, derechista, progresista a la
pomarola o progresista al verdeo, como los macristas de Greenpeace, es justo reconocer
al menos que desde el 2003 hay en la Argentina un proyecto de país gobernando.
Ninguna
de las medidas trascendentes de estos años se explica fuera de ese proyecto,
salvo que le apliquemos la misma sierra asesina que voltea los árboles en la 9
de Julio y enrejemos los fragmentos de la realidad como si fueran una avenida o
una plaza bajo gobierno macrista.
En
esta inteligencia es que el Fútbol para todos es al deporte popular lo que el
desendeudamiento es a la economía, la AUH es al derecho de los pibes, las
Paritarias y el salario mínimo más alto de América Latina es al derecho de los trabajadores, las 3 millones de netboocks, las 1900 escuelas y las
9 Universidades nuevas construidas y el presupuesto educativo más alto de la
historia son a la educación, las 16 vacunas obligatorias y los nuevos
hospitales construidos son a la salud, las cooperativas de trabajo y los
centros de integración comunitarios son al desarrollo social, los 5 millones de
empleos recuperados son al trabajo, la unidad en la Unasur, el Mercosur y la
Celac a la integración regional y así, podríamos seguir hasta agotar este breve
espacio en que no estás.
Dijo
Macri que anulará el Fútbol gratuito para todos, como antes había dicho que
anulará la recuperación de Aerolíneas, de YPF, de la Anses administradora del
ahorro de los trabajadores, de la AUH y de los parques y plazas donde habite el
goce de ser libres con perfumes de rosas y jacarandás.
¿Es
o no es un programa de gobierno, entonces?
Se
podrá decir con toda propiedad que está en las antípodas del proyecto
kirchnerista, que pretende un fútbol para pocos como señaló el jefe de gabinete
Abal Medina, que es la expresión del país despedazado de los años noventa, pero
no se podrá negar que es un aporte electoral claro y rotundo.
Ya
nadie se puede hacer el distraído.
La
ciudad de Buenos Aires y las provincias de Santa Fe y Córdoba son maquetas vivientes
del programa electoral de los opositores.
¡Como
para no saber lo que esos opositores piensan y hacen cuando son gobierno!
Tanto
a la derecha macrista y radical como al progresismo placebo de Binner, no le
preocupa la frontera inamovible e injusta entre muchos pobres y pocos ricos.
Toda la buena onda y pum para arriba, aunque el país se desangre con desempleo
masivo y con los niveles de pobreza y exclusión social que hoy siguen apoyando
como en los noventa.
Igual
vara sirve para medir a todos.
Lo
que distingue a un Estado inclusivo de un Estado excluyente es que el Estado inclusivo
libera mes a mes no sólo el dinero para el salario personal de los
trabajadores, sino para el salario social que distribuye ingresos y riquezas a
través de rutas, hospitales, escuelas, jubilaciones, turismo, cultura,
subsidios.
El
Estado inclusivo es todo eso.
Por
eso no habrá que desmerecer la definición de Macri respecto al más popular de
los deportes, el fútbol. Allí está su ideología. Le puso nombre y apellido a la
desestatización del patrimonio público, tan caro a la derecha. Y por eso
molesta que el pueblo, con este proyecto liderado por Cristina, haya ingresado a
comer, a jugar y a disfrutar de la vida adentro del Estado. O sea. El
kirchnerismo es una oportunidad en un mundo que se ha desordenado y que hay que
volver a reordenar. El cómo reordenarlo es lo que divide aguas. Un cómo es la Argentina y la América Latina. El otro cómo es
esa España y Grecia que nos duelen tanto.
Miradas al Sur, domingo 17 de febrero
de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario