La
victoria arrolladoradel presidente Correa en Ecuador es la de nuestros pueblos.
Dilma
en Brasil, después Cristina, Chávez en Venezuela y ahora el turno de Correa.
Nos
topamos aquí con la misma derecha política mediática.
Allí
anda como un Atila moderno, Mauricio Macri.
No
crecerá la hierba en la ciudad mientras Macri gobierne.
Los
que gobiernan para el pueblo se distinguen por lo que construyen. Macri, por lo
que destruye.
La
mutilación de árboles es su última batalla contra Buenos Aires, contra su
ambiente y su gente. Macri es así. No puede vivir sin romper algo.
Rompió
un histórico solaz vecino a Plaza Francia, lo ahuecó como futura estación de
subtes y cuando supo que ese no era el lugar, hizo mutis por el foro y se largó
conlas topadoras a otros barrios de la gran aldea.
Entró
con sus depredadores al Teatro Colón y lo desguazó por dentro. Allí están a la
venta los testigos de óperas y
conciertos del más bello teatro de la América del Sur. Y en un conteiner de
basura, las 300 partituras musicales encontradas luego por un humilde
cartonero.
Bajó
al centenario Subte A y trasladó indolente los vagones de madera y hierro hasta
un descampado donde enmohecerlos, arrumbarlos, abandonarlos para que queden
listos para desguazarlos.
No
respeta ni la paz de los sepulcros. Ordenó romper a martillazos los escalones
de mármol de Carrara del Cementerio de la Recoletaque eran el basamento del
pórtico griego diseñado en 1882 por Juan Buschiazzo.
Su
idea fija contra la cultura atesorada en edificios públicos lo llevó contra otra
escalera de mármol de Carrara: tras sus picos y mazazos cayó la bella escalera
de la escuela 9 “José María Torres” del Barrio de Liniers. La excusa fue poner
un ascensor que nunca funcionó porque no fue prevista la instalación eléctrica.
Atila
es el azote de los mármoles. Rompieron las
columnas del Palacio San Miguel cuyo propietario es el secretario de Cultura de
Macri, Hernán Lombardi.
A
bordo de su topadora arrasó con el Taller Pan del Hospital Borda, un lugar
comunitario donde los pacientes socializaban sus tareas con la solidaridad de
vecinos y organizaciones sociales.
Y
Atila sigue. Durante una visita a la exposición anual de ArteBA, rompió una
obra de arte construida con espejos por el artista SethWulsiny.
Atila
nose lamentó. Sonrió y preguntó cuánto valía. “4 mil dólares” le respondieron.
Para
él todo se compra y se vende. Hasta el alma de Buenos Aires si es preciso.
Cerró
el Centro de Zooterapia dejando a 500 chicos sin tratamiento y remató el
Zoológico porteño. A los dos meses se murió el oso polar.
La
lista es larga y continuará. Para que nadie diga después: “Yo no lo sabía”.
El Argentino, lunes 18 de febrero
de 2013
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