domingo, 24 de febrero de 2013

Dime a quién interpelas y te diré quién eres



La interpelación política que ejercen los gobiernos de América Latina, en su inmensa mayoría, tiene un denominador común: está direccionada hacia el poder real, es decir, hacia el centro de gravedad del sistema político, económico y cultural que hegemonizó las relaciones sociales en el último siglo de vida republicana.   
El gobierno de Cristina, por caso, interpela al colonialismo británico usurpador de nuestra soberanía en Malvinas e interpela al poder que ejerce el Grupo Clarín y las repetidoras asociadas al monopolio mediático.
Al mismo tiempo, interpela a los nichos  de ese viejo poder en el sistema judicial; interpela al mundo financiero y rapaz que conduce el FMI e interpela al capitalismo global y parasitario que ha causado la bancarrota en cadena de los países europeos.
Sólo así se puede explicar la transformación de la realidad tal como sucede.  
Vale como ejemplo de los logros que cosecha esta mirada panorámica de la política, el unánime apoyo de África a la soberanía argentina en Malvinas.  
Cuanto más se avance en esa dirección, la distancia que el gobierno le sacará a una oposición que sólo sabe interpelar al gobierno cual si fuese la representación obscena de los interpelados, será mucho mayor.
No obstante ello, la oposición anunció en estos días que no piensa cambiar un ápice su conducta de crónico seguidismo a la agenda de los poderosos. 
Si el gobierno de Cristina quiere avanzar en la investigación por encontrar responsables de la voladura de la AMIA, la oposición dirá que no.
Si el gobierno de Cristina avanza en la democratización de la justicia, la oposición dirá que no.
Así pasa con todo.
Posiblemente olvidaron que en política es imprescindible preguntarse siempre hacia dónde se acumula, para qué intereses, para qué proyecto de país. 
O quizás lo sepan y eligieron ese lugar en el mundo que hoy están ocupando.
¿Qué harán cuando en estos días se reúnan juristas, abogados, jueces y fiscales en la Biblioteca Nacional para debatir por primera vez la democratización real del Poder Judicial? ¿Se animarán a tomar partido públicamente por los corporativos de la justicia cautelar? ¿O se opondrán por lo bajo para no correr el riesgo de la condena pública?
Vale otro ejemplo de este tiempo histórico: el nombramiento del prestigioso y comprometido Fiscal, Félix Crous, al frente de la Procuraduría Adjunta contra el narco tráfico. Ello es consecuencia de la política de transparencia democrática que viene implementando la Procuradora Alejandra Gils Carbó. O sea, lejos de ser un hecho aislado, es la Argentina que puja por la profundización de su democracia.    
 Es curiosa la oposición.
Cuando Hugo Moyano arremete como lo hizo recientemente contra el ministro de Trabajo Carlos Tomada y a renglón seguido dedica palabras más que generosas a Mauricio Macri, está cometiendo, además de una ofensa personal a la inteligencia y al honor de una persona de bien como Tomada, un acto de estricto antiperonismo.
Atacar con semejante bajeza al ministro que supo instrumentar  las políticas estratégicas de Kirchner y Cristina durante diez años y que permitieron la recuperación de 5 millones de empleos y más de 2 mil paritarias, entre tantas otras conquistas, es atacar el núcleo del proyecto de país inclusivo que siempre tuvo el peronismo en tanto movimiento nacional y popular.
Y por el contrario, elogiar a Macri, el más elocuente ejecutor de las políticas con que la derecha pretende hacer retroceder al país en su conjunto, es abonar como nadie la certeza de que cierta derecha peronista fue y sigue siendo el mejor ariete de la penetración colonial, explotadora y represora en un país periférico como la Argentina.   
No hay nada más reaccionario que un peronista dócil con los poderosos y verdugo con los trabajadores.
Ya no hay matices que diferencien al peronismo kirchnerista de Moyano, sino miradas y conductas que están en las antípodas. Es interesante, de todos modos, advertir cómo se cumple con ese dirigente la tesis política que indica que el destino inevitable de aquel que ataque al gobierno popular, como lo hacen los opositores, es caer en las faldas de quienes representan los intereses antinacionales y antipopulares más recalcitrantes.
Magneto, FMI, Sociedad Rural y Macri mediante.
Más de un desorientado debería poner las barbas en remojo.
Calma: no habrá retroceso a ningún momento tenebroso de la historia, mal que les pese a los provocadores. Todo se dirimirá en la mesa electoral donde  las urnas cobijarán la voluntad de un pueblo.
Los intendentes preparan los equipos para entrar a la cancha. El territorio es su fuerte; es allí donde están los votos y mucho más, la primera y la última expresión de la representatividad popular de sus mandatos.
En el peronismo, tener poder es tener territorio. Una verdad que no está en el listado de verdades que dejó Perón, aunque su traducción doctrinaria sería: en esta tierra lo mejor que tenemos es el pueblo. Y el peronismo sin pueblo ni tierra no tendría razón de ser.
Ese territorio del que hablamos está en movimiento. Lo viene estando desde siempre, pero la cercanía de las elecciones de agosto y de octubre y principalmente, la necesidad de consolidar el proyecto de país que lidera Cristina, imprime un ritmo cada vez más acelerado a la militancia territorial.
Esto ocurre en todas las fuerzas políticas, sólo que en muy distintos escenarios. Los partidos tradicionales, los de la oposición, se mueven en los estudios de televisión y en las  tapas de los grandes diarios. El peronismo, en cambio, construye por abajo. Se moviliza y debate, se organiza y debate, se une y debate.
Marzo será, sin dudas, el mes donde el peronismo cierre filas en torno a su destino trashumante de llevar su cultura y su impronta hasta la última curva de nuestra geografía. Todo indica que la conducción y el liderazgo de Cristina serán ampliamente respaldados, en la convicción que el país y el movimiento encontraron al fin la horma de su zapato.

Miradas al Sur, domingo 24 de febrero de 2013

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