La
interpelación política que ejercen los gobiernos de América Latina, en su
inmensa mayoría, tiene un denominador común: está direccionada hacia el poder
real, es decir, hacia el centro de gravedad del sistema político, económico y
cultural que hegemonizó las relaciones sociales en el último siglo de vida
republicana.
El
gobierno de Cristina, por caso, interpela al colonialismo británico usurpador
de nuestra soberanía en Malvinas e interpela al poder que ejerce el Grupo
Clarín y las repetidoras asociadas al monopolio mediático.
Al
mismo tiempo, interpela a los nichos de
ese viejo poder en el sistema judicial; interpela al mundo financiero y rapaz que
conduce el FMI e interpela al capitalismo global y parasitario que ha causado
la bancarrota en cadena de los países europeos.
Sólo
así se puede explicar la transformación de la realidad tal como sucede.
Vale
como ejemplo de los logros que cosecha esta mirada panorámica de la política,
el unánime apoyo de África a la soberanía argentina en Malvinas.
Cuanto
más se avance en esa dirección, la distancia que el gobierno le sacará a una
oposición que sólo sabe interpelar al gobierno cual si fuese la representación
obscena de los interpelados, será mucho mayor.
No
obstante ello, la oposición anunció en estos días que no piensa cambiar un
ápice su conducta de crónico seguidismo a la agenda de los poderosos.
Si
el gobierno de Cristina quiere avanzar en la investigación por encontrar
responsables de la voladura de la AMIA, la oposición dirá que no.
Si
el gobierno de Cristina avanza en la democratización de la justicia, la
oposición dirá que no.
Así
pasa con todo.
Posiblemente
olvidaron que en política es imprescindible preguntarse siempre hacia dónde se
acumula, para qué intereses, para qué proyecto de país.
O
quizás lo sepan y eligieron ese lugar en el mundo que hoy están ocupando.
¿Qué
harán cuando en estos días se reúnan juristas, abogados, jueces y fiscales en
la Biblioteca Nacional para debatir por primera vez la democratización real del
Poder Judicial? ¿Se animarán a tomar partido públicamente por los corporativos
de la justicia cautelar? ¿O se opondrán por lo bajo para no correr el riesgo de
la condena pública?
Vale
otro ejemplo de este tiempo histórico: el nombramiento del prestigioso y
comprometido Fiscal, Félix Crous, al frente de la Procuraduría Adjunta contra
el narco tráfico. Ello es consecuencia de la política de transparencia
democrática que viene implementando la Procuradora Alejandra Gils Carbó. O sea,
lejos de ser un hecho aislado, es la Argentina que puja por la profundización
de su democracia.
Es
curiosa la oposición.
Cuando
Hugo Moyano arremete como lo hizo recientemente contra el ministro de Trabajo
Carlos Tomada y a renglón seguido dedica palabras más que generosas a Mauricio
Macri, está cometiendo, además de una ofensa personal a la inteligencia y al
honor de una persona de bien como Tomada, un acto de estricto antiperonismo.
Atacar
con semejante bajeza al ministro que supo instrumentar las políticas estratégicas de Kirchner y
Cristina durante diez años y que permitieron la recuperación de 5 millones de
empleos y más de 2 mil paritarias, entre tantas otras conquistas, es atacar el
núcleo del proyecto de país inclusivo que siempre tuvo el peronismo en tanto
movimiento nacional y popular.
Y
por el contrario, elogiar a Macri, el más elocuente ejecutor de las políticas
con que la derecha pretende hacer retroceder al país en su conjunto, es abonar
como nadie la certeza de que cierta derecha peronista fue y sigue siendo el
mejor ariete de la penetración colonial, explotadora y represora en un país
periférico como la Argentina.
No
hay nada más reaccionario que un peronista dócil con los poderosos y verdugo
con los trabajadores.
Ya
no hay matices que diferencien al peronismo kirchnerista de Moyano, sino
miradas y conductas que están en las antípodas. Es interesante, de todos modos,
advertir cómo se cumple con ese dirigente la tesis política que indica que el
destino inevitable de aquel que ataque al gobierno popular, como lo hacen los
opositores, es caer en las faldas de quienes representan los intereses
antinacionales y antipopulares más recalcitrantes.
Magneto,
FMI, Sociedad Rural y Macri mediante.
Más
de un desorientado debería poner las barbas en remojo.
Calma:
no habrá retroceso a ningún momento tenebroso de la historia, mal que les pese
a los provocadores. Todo se dirimirá en la mesa electoral donde las urnas cobijarán la voluntad de un pueblo.
Los
intendentes preparan los equipos para entrar a la cancha. El territorio es su
fuerte; es allí donde están los votos y mucho más, la primera y la última expresión
de la representatividad popular de sus mandatos.
En
el peronismo, tener poder es tener territorio. Una verdad que no está en el listado
de verdades que dejó Perón, aunque su traducción doctrinaria sería: en esta
tierra lo mejor que tenemos es el pueblo. Y el peronismo sin pueblo ni tierra
no tendría razón de ser.
Ese
territorio del que hablamos está en movimiento. Lo viene estando desde siempre,
pero la cercanía de las elecciones de agosto y de octubre y principalmente, la
necesidad de consolidar el proyecto de país que lidera Cristina, imprime un
ritmo cada vez más acelerado a la militancia territorial.
Esto
ocurre en todas las fuerzas políticas, sólo que en muy distintos escenarios.
Los partidos tradicionales, los de la oposición, se mueven en los estudios de
televisión y en las tapas de los grandes
diarios. El peronismo, en cambio, construye por abajo. Se moviliza y debate, se
organiza y debate, se une y debate.
Marzo
será, sin dudas, el mes donde el peronismo cierre filas en torno a su destino
trashumante de llevar su cultura y su impronta hasta la última curva de nuestra
geografía. Todo indica que la conducción y el liderazgo de Cristina serán
ampliamente respaldados, en la convicción que el país y el movimiento
encontraron al fin la horma de su zapato.
Miradas al Sur, domingo 24 de febrero
de 2013
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